Yo, sí esperaba por Él, sin contar las horas.
Mis penas son cómo los pétalos marchitos.
Páginas de vida escritas que tú, no añoras.
Breves y triste cuentos, enlazados a Mitos.
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Mucha razón tenían los viejos, al cuidarnos.
El que te hace esperar, otra razón lo ocupa.
Ellos pensaban que, debíamos avisparnos.
Aprendí la lección y, ya nada, me preocupa.
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Hoy al mirar atrás, sólo hay agradecimiento.
Ya, los viejos no están, pero quedó su amor.
Ellos lo hacían, para evitarnos, sufrimientos.
Así, cumplieron cómo, padres, con su labor.
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¡En realidad, somos hijos del rigor parental.
Y cada evento familiar, será transcendental!