Francisco M. Ortega

Parada y marcha

 

Piso el freno, me detengo,

hay un stop, cedo el paso.

Y, en esa pausa eterna,

pienso en las palmeras

alzadas frente a mí,

en la mujer que pasa

azorada y contenta

en quien sale de la panadería

con un pan bajo el sobaco,

en el crédito agotado,

en el infinito y el niño

enfermo que va al médico

cogido de la mano de su madre.

En quien escupe

y rebota en el suelo

en el pájaro de cristal

en la vacuna y quien no se cura

en quien engorda endocrinamente

y en quien enflaquece sin ganas.

En las líneas que trazan

el destino rodado

y en el móvil sin cobertura,

en quien llora sobre el hombro ajeno,

y en quien no habla por no decir nada.  

En los nombres infrecuentes

en los que no siguen la corriente

en quien cruza y no mira,

en el conductor sujeto al volante:

«Dios hizo el cielo y la tierra

y no pensó en el tráfico endiablado».

 Continúo y todos mis pensamientos

se van al limbo de lo no pensado.