VOZ FUGANTE
A Pablo Neruda
Como delirante astilla el día se cimbra,
el aire es la llama inestable que conforma
la voz fugante.
Has muerto
y sólo queda la tenue permanencia
de la poesía,
la constante sacudida de la protesta,
las calles donde la sangre se asila ungida
de rancios dolores.
Has cedido ante el silencio,
hacia las profundidades que se desgajan
como montaña desvaída en que el campesino
también se desgaja.
Todo queda inconcluso:
la oda que sin saberlo ha bordado
la incertidumbre,
el canto mortificado por pulsaciones fraguadas en primitivas soledades,
la cosecha ardiente sobre el limpio pecho.
Has muerto,
poeta,
para despertarnos.
Ahora ya no nos prohibiremos tus pesares,
ni tu llanto, ni tus tristezas.
Cantaremos soportando vastas espinas
en el alma, con la dolida geografía
del verso humilde.
¡Aaah, Neruda!
Has muerto cuando apenas mi oído
advertía la soberbia fragancia de tu poesía.