Eduardo H. González

VOZ FUGANTE

VOZ FUGANTE

A Pablo Neruda

Como delirante astilla el día se cimbra,

el aire es la llama inestable que conforma

la voz fugante.

 

Has muerto

y sólo queda la tenue permanencia

de la poesía,

la constante sacudida de la protesta,

las calles donde la sangre se asila ungida

de rancios dolores.

 

Has cedido ante el silencio,

hacia las profundidades que se desgajan

como montaña desvaída en que el campesino

también se desgaja.

 

Todo queda inconcluso:

la oda que sin saberlo ha bordado

la incertidumbre,

el canto mortificado por pulsaciones fraguadas en primitivas soledades,

la cosecha ardiente sobre el limpio pecho.

 

Has muerto,

poeta,

para despertarnos.

 

Ahora ya no nos prohibiremos tus pesares,

ni tu llanto, ni tus tristezas.

Cantaremos soportando vastas espinas

en el alma, con la dolida geografía

del verso humilde.

 

¡Aaah, Neruda!

Has muerto cuando apenas mi oído

advertía la soberbia fragancia de tu poesía.