Joseponce1978

Mi solitaria en nochebuena

De un tiempo a esta parte siento

que no me hincha el alimento,

y por más que coma y coma

mi apetito no es de broma.

Esta gula milenaria

se debe a una solitaria

que a mis tripas se ha agarrado

y se come mi bocado.

Pero es justo en nochebuena,

al momento de la cena,

que pone de manifiesto

sus ganas de echar el resto.

Concreté con ella el trato

de cederle el primer plato,

pero voy por el noveno

y este apetito sin freno

ya no ruge sino truena.

Medio pavo no me llena

ni me sacia la lubina,

el marisco no termina

de asentarme el buen probecho.

Solitaria, que te habré hecho

para no dejar resquicicio

a mi bolo alimenticio.

Mi cuñado no da crédito

a un atracón tan inédito:

Se imagina que me escondo

el fuet en un doble fondo,

y anda buscando su presa

por debajo de la mesa.

Le revelo mi desdicha

de ser huésped de una bicha

y entre risas me asegura

que el cianuro me lo cura.

Al verme engullir mi suegra

el jamón de pata negra,

esconde los langostinos

de mis hondos intestinos

para ofrecerme una jarra

por ver si la bicha embarra

y borracha de cerveza

asoma al fin la cabeza

para pedir el turrón

y un golpe de cucharón

le aniquila el gusanillo

de más carne de membrillo.