A veces morder la fruta es buscar entre las charcas
la música que trepa sobre los huesos,
es buscar el poniente inmenso remojando tu rostro.
Mi alma ingenua extenúa un fugitivo suspiro,
de semblante gris de yedra postiza...
por las noches llueve, convertido en vacío mis huesos crugen,
y por mi vida, busco esos momentos;
las amantes que disfrace por ti fueron gotas de alcohol:
les preste tu voz
tus miradas,
tus caricias,
tu cuerpo,
les di un fragmento de ti
y me detengo,
porque por las noches duermo lejos.
Me aflijo soñándote,
de aquella estrella, de aquel cielo
de aquel que enviuda
de aquel cabello que envejece.
Atrapado en un sujeto lujurioso
en la sombra de Rimbaud
en la impasible voz Shakespeareana
te disfrazas de Venus.
Construyendo madrigueras
con la infame intención
de encontrar la pregunta
entre le misterio y el anhelo.
Te llamas Andrómeda
una corona de flores y espinas
un vestido de pétalos y perfumes
un ritual pagano de amor.
A veces morder la fruta es buscar entre las charcas
la música que trepa sobre los huesos.
El silencio recubre mis sentidos
hay pájaros volando pero el canto
se escucha a lo lejos un...
Adiós, adiós, adiós, adiós.