En la ardua faena de campos y siembras,
labró con sus manos un sueño en la tierra,
sacrificios y sudor en todas las jornadas,
como semilla crecía, la obra sincera.
Con paso firme, conquistó nuevos lares,
donde la esperanza era su bandera,
pobreza en el camino, con sueños de quimera,
la lucha incansable, su fuerza primera.
Trabajador incansable, forjador de destinos,
tejiendo su historia con hilos de esfuerzo,
en cada desafío, halló nuevos caminos,
y en la adversidad, labró cada uno de sus triunfos.
En la escuela de vida, aprendió lecciones,
no solo de triunfos, también de derrotas,
caminó en la tristeza, enfrentó tempestades,
mas su corazón supo callar sus dolores.
En el rincón de la pobreza, floreció la esperanza,
en cada penuria, veía una enseñanza,
trabajo honrado, con amor de bonanza,
la felicidad nacía de su propia balanza.
En el abrazo del amor, forjó su legado,
con hijos e hijas, en la familia siempre amado,
cimientos robustos, por siempre arraigados,
en el alma de los suyos, sus sueños quedan enraizados.
Así, en el telar del tiempo, entre risas y llanto,
tejió su historia, su propia epopeya,
un legado eterno, convertido hoy en canto,
retumba en el corazón y mente en medio del quebranto.
Hoy, en la tierra queda su huella marcada,
en cada surco, en cada rincón querido,
un legado que trasciende, una imagen eternamente grabada,
que ilumina como un faro, en el firmamento querido.
En la senda de la vida, larga y plena,
un viaje que ha durado más de un centenar de años,
104 años de risas, penas, esperanzas y sueños
un andar que busca un puerto donde anclar su pena
Se apaga la llama, en el crepúsculo de días dorados
la luz se retira, mas no en vano,
pues, con logros sellados,
un legado eterno en el alma, forjó el hortelano.
Con la conciencia serena y tranquila,
Se lo vio pasar por la vida con gracia y candor,
un corazón pleno, una vida sencilla,
tejiendo memorias con hilo de amor.
Hijos que fueron como ríos de vida,
nietos que crecieron bajo su mirar,
bisnietos, joyas de una estirpe querida,
tejiendo historias que siempre han de brillar.
Se va al encuentro del Creador amado,
cargando consigo su risa, su llanto, sus esperanzas
pues en su existir, el tiempo ha grabado,
como un poema, como un canto, todo su legado.
Las estrellas sus testigos en el cielo,
reciben con alegría su esencia,
un ser que se despide, recostado en su terciopelo
dejando en la tierra su hermosa presencia.
Que el eco de sus risas siga bailando,
en el viento, en la lluvia, en el atardecer, en la mesa de juego
que su amor, como río, siga fluyendo,
en la sala, el comedor y en el patio solariego.
Así, el ciclo completo, la vida y la muerte,
se abrazan en el misterio de la existencia, 104 años,
un regalo omnipotente, una partida llorada por todos
nos une hoy nuevamente para ofrendar su suerte.