Cristalizado fantasma de cadenas
invasivas, poco o nada escapa
a tus garras desolladoras.
Te enrocas en la madrugada
desvistiéndola de actividad,
paralizando la verdad innata
del desapego por la penumbra.
Como un ángel de ardiente
caricia extiendes tus alas más
allá de lo soñable.
Evitando el roce te haces notar
sin dar opción al suspiro, anulando
el repliegue de las estrellas.
Ante tu inamovible presencia
las horas temen avanzar
hacia refugios matutinos.
La noche es un helado muro
de contención para el sol
y tu capa de indómito platino
ondea sobre un horizonte
que contiene poco más
que la respiración.