Nunca parpadeas,
mas tu ser es de un dejo
apaciguante.
Devienes en bondades,
acariciando cabellos a seres
diestros y mancebos.
Por ti salen cambiadas esas maldades
convertidas en dulces arcoiris,
eres la transformación hecha risa,
el canto de ángeles.
Siento vibraciones como cuerdas de un leviatán
cuando dejo de ser negro
y me convierto en ti,
caballero incesante,
rojo juglar tan vivo
y amante!
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Sostienes ese pesar
en un martirio constante
y delincuente.
Conllevas a desquicios,
claudicando ante el descontrol,
volviéndome azufre.
Devuelves esa mirada infiel,
derritiendo vínculos y martirizando
al más amigo, en pos de proteger
tu aura de maldito.
Contigo me elevo en venas veloces,
ya no siento risa y soy deidades,
llevando alto tu enojo
como escudo maligno,
diestro y siniestro,
oscuro y vulgar
diablo punzante!