“¿Qué es la verdad?”, pregunta aquel romano,
Pilato, quien no espera a la respuesta.
Le teme a esa verdad, y la detesta
su escepticismo, propio del tirano.
Pusilánime, préstase a inhumano
complot que, en contra de Jesús, se orquesta,
mas su sangre inocente le molesta
y avergüenza: sus manos lava, en vano.
Oprime el corazón tal villanía
de quien calló y, tal vez, ya presentía
que la verdad divina tenía enfrente.
Líbrame de callar, cobardemente;
que sepa defender, fiel y valiente,
tu doctrina, que me salvó y me guía.