Bajo el tejado azul del cielo,
corría un aire fuerte e impetuoso,
vi a los dos sepultureros descender
el ataúd al interior del foso.
El ábrego se llevaba el albar aliento,
al dar el descanso eterno
agradecí por su amor fraterno.
Me marché silentemente
y a la vida invité a dar un paseo,
hoy lo recordaremos
y un brindis por su descanso, haremos.
La vida me susurró:
Yo sigo mi curso,
soy descenlace y enigma,
te destrozo, te lastimo
y sobre todo te enseño.
Aprovecha cada momento y disfruta al máximo cada día,
ya que al morir sólo te llevarás
los momentos vividos con profundidad y el inefable amor recibido de verdad.
No abandones las ansias
de hacer de tu vida algo excepcional.
Afronta esto con orgullo,
sin miedo, ni mediocridad.