En un instante fugaz, voló la bala veloz,
atravesando mi cerebro, rompiendo mi razón,
pero fue la flecha del amor quien tocó mi corazón,
entrelazando nuestras almas en un eterno resplandor.
La bala, cruel en su paso, causó un destello de dolor,
dejando cicatrices en mi mente y confusión en mi interior,
pero el amor se alzó victorioso, borrando todo temor,
encendiendo la pasión y despertando el más puro fervor.
Tu mirada, dulce y profunda, como la luz en el ocaso,
refleja en cada destello el anhelo de un abrazo,
es esa flecha de amor, que ha encontrado su espacio,
mi corazón latiendo al ritmo de tu alegre compás.
Desde ese día, la bala y la flecha se entrelazaron,
como hilos invisibles que jamás se desvanecieron,
la bala dejó su marca, pero fue la flecha quien curó,
un amor eterno, donde nuestros corazones florecieron.
Un jardín de sentimientos germinó en nuestros pechos,
rosas y tulipanes surgieron, perfumando los versos,
poemas largos y bonitos, expresión de un amor intenso,
latiendo en nuestras almas, el lenguaje de los universos.
Con cada verso, mis manos trazan el camino de tu piel,
descubro en cada caricia la melodía que hace crecer,
los suspiros confunden el aire y lo hacen estremecer,
como un susurro al oído, como un te quiero en amanecer.
La bala no pudo vencer, el amor fue más poderoso,
su paso fue efímero, pero dejó su rastro doloroso,
pero eres tú quien sanas cada herida con tu abrazo amoroso,
convirtiendo cada cicatriz en un poema generoso.
Así, juntos entrelazados, navegamos este océano,
donde el horizonte se pierde en la inmensidad del destino,
construyendo un amor sincero, un lazo que se hace eterno,
nuestros latidos danzando al compás de un verso divino.
Así que, deja que la bala y la flecha sean símbolos de amor,
un recordatorio de que juntos enfrentaremos el dolor,
y navegaremos, lado a lado, por mares de pasión y fervor,
enredados en un poema eterno, celebrando nuestro amor.