Las sombras, esos fósiles temerarios de toda luz,
-con el olor estancado a total tristeza que tienen-,
iluminan las perspectivas que nuestros ojos son
incapaces de ver.
Son como un cántico en la memoria
de lo falto de identidad.
Es el no ser de la luz, que muere en lo más
profundo y oscuro de la noche más oscura, que cada
amanecer, se deja ver en lo imperceptible de su
existencia, y que es incluso inapreciable, para
aquellos que lo intentan observar.