Tan nunca a salvo
de que así me amedrenten
me refugio en la calle.
Incluso en sus vértices
encuentro el coraje
que me ha valer suficiente
para que encalle
y me haga ver que estoy tenue
a través de persianas
renunciando a mi aire.
Ahora surjo a dentelladas
de un capricho mentecato
al molestarme
cuando soy sensato al darle espacio
aquí a la tarde
que se me pasa sin más alardes
abriendo un campo amplio
de exploración para los fraudes
en otra zona de lo más desaconsejable
porque te coman quizás
bajo la ley del sable
sin más personas atestiguándolo
que los que son culpables
aunque sea en una mediana parte
del escándalo
incrustado en tus genes
aún hasta errar fantástico.
Ya es uno incapaz
de darse al caso
del que presumen sus ansias
aún a debate
hasta estar amenazante
su mal lado,
el que humilla
y el que hiere
ya por sí a partes iguales.
Nada queda de esos licores residuales
mientras mi corazón se canse
de romperse por amor a una imagen
que es de alguien que yo tengo en la memoria
muy marcado
y lo demás ruborizarme
por amanecer tan grato
al lado de su carne
enlazadas nuestras almas
para siempre en un romance
que a nosotros va a durarnos un buen tanto.