Bienaventurados, esos que abrazan la vida.
Destino de dicha efímera que, vulneramos.
Ciertamente, ésta por algo, fue concebida.
¡Ah! y debemos cuidarla mientras vivamos.
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Sería mayor pena, si se llevaran, ese regalo.
Yo, sembré muchas iras; por inconsciencia.
Abusé de mi alma y todo se tornó en malo.
Toca vivir, en la serena paz de la existencia.
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La imprudencia juvenil, se saldará, al final.
También, sembré gran amor y esto si paga.
Hay que acercar el bien y, alejarse, del mal.
O sufrir porque, la llama del amor, se apaga.
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¡La Rueda de la vida, nos aviva, la conciencia.
Y, no se perdonan, las fatuas, imprudencias!