Bajo la sombra de un cielo que despide,
el año viejo se va, triste y tímido.
Sus días pesan como lágrimas caídas,
en el lienzo del tiempo, despedidas.
Caminamos por los días finales,
como hojas secas, tan frágiles.
El reloj marca el último suspiro,
un eco triste, un adiós suspiro.
En la noche de diciembre, silenciosa,
se mezcla la nostalgia con la bruma nebulosa.
Año nuevo llega, pero el alma pesa,
cargada de recuerdos, en la mesa.
Las luces destellan, pero el brillo es tenue,
como estrellas que lloran en su avenida de fuegue.
Se oyen risas y cánticos festivos,
pero en el corazón, hay ecos esquivos.
La copa se alza, pero el brindis es melancolía,
por las ausencias y sombras que el año deslizó.
El reloj marca el inicio, mas la tristeza perdura,
como un eco que resuena, en la noche oscura.
Año nuevo triste, con susurros de despedida,
cargando en sus alas, la melancolía compartida.
Pero entre lágrimas, surge la esperanza,
de un mañana nuevo, en la danza.
Que el año triste se lleve consigo el pesar,
y que el nuevo traiga risas al caminar.
Que en la tristeza, florezca la resiliencia,
y en el año que nace, encuentre la recompensa.