Alexandra Quintanilla

Josué

Se llamaba Josué
Con la jota enorme de un jardín de primaveras.
Se llamaba Josué, así, a secas
Y la jota ahora suena ligera 
suena en paz 
como el aire meneando las hojas del cafetal de la izquierda.
Josue el siete.
Siete veces Josue eran siete hombrecitos que se me figuran a un Josue distante
Josue que se extraña en las noches frágiles de principios de enero.

En el aire ha de bailar el Josue de ahora,
Josué recuerdo,
Josué chistoso.

Paso a la historia como hemos de pasar todos,
desapercibido…

El silencio que ha dejado su ausencia es quien lo asemeja.
—Josué silencioso se ha silenciado para siempre.— redactó el diario local esa mañana.
La gente cercana dio suspiros y los suspiros de todos lo acompañaron en su retorno al polvo de donde fue tomado.
Josué solitario estaba ahora solo para siempre.
Tal vez Josué esperanzador era ahora un Josué que permanecía en la plenitud del eterno punto en el que todos dudamos.
Pero no te contentes tanto Josue durmiente, porque habrá alguien que siempre te este despertando.

Mientras el escritor persista
ningún muerto dejará de existir sobre esta tierra en guerra.