Francisco M. Ortega

Caja de poemas






Te he regalado una caja con poemas

para que los puedas usar cuando tú quieras.

A las doce menos cuarto de la noche

mientras piensas que el día está acabado,

en el autobús sentada junto a la tristeza

o cuando vuelves sin camino a casa

por calles más oscuras que la boca del lobo.



Los puedes regalar a tus amistades

para que se repongan

de sus mustias parejas ya marchitas

de los hijos volcados en ausentes auroras

de la huida del tacto agradecido

del humo espeso del desconsuelo

y de la herida abierta

que alivia el tierno ungüento.



Gástalos cuando te sientas sola

vacía de la mujer que lucha

cuando la urgencia soliviante tu tersura

y el futuro ponga un nudo de amargura

al cansancio de las horas.



Cuando te crezcan escamas en los pechos

alas de zinc bajo los armarios,

cuentes que un sueño te ha quitado el sueño,

cuando el acento invariable

pronuncie con clara voz

«cuánto te quiero».



Úsalos en esas ocasiones

donde la vida parece detenerte

en alguna frontera

desdibujada e incierta.

Préstalos como quien presta

algo que ya no tiene vuelta.



Y, sobre todo, disfrútalos

cuando intangible y distante

no pueda sentirte cerca.