Tierra santa y baldía,
arrasada y llena de escombros,
renacida del fósforo y de la carne,
muerta y cocida.
Corre en tus calles la sangre,
como un río vivo que
ilumina y semeja el cielo rojizo.
Tus paredes resquebradas
y torturadas,
dobladizas las piernas
sostienes el cuerpo y el alma
de un pueblo que se mantiene
abrazado a la creación.
Una fuerza potente les anima
para que aguanten,
el fuego y la metralla
del vecino insolente que
le persigue, por envidia,
por no tener
lo que toda la vida palestinas y palestinos
han tenido,
la tierra que les vio nacer.
Un mundo azotado por monstruos,
creaciones imperiales con propósitos asesinos,
bombardean para generar el crímen necesario,
¿Quién puede creerse la historia contada
de la defensa propia de sus propias creaciones?
Dudo de la intensión de guerreros falsos,
que exponen a todo un pueblo a morir por 30 monedas,
tarde o temprano serán descubiertos,
los rostros del mal aparecerán para la historia,
y esta deberá ser contada
sobre miles de cadáveres inocentes
que no supieron nunca
que estaban vivos.
No maldigo a nadie,
todo cae por su peso,
tarde o temprano sucederá,
y la bestia mostrará
su verdadera historia tergiversada.