En la penumbra de la noche silente,
un niño abraza su almohada, pues siente
la ausencia de su madre, su refugio y sol,
una añoranza que crece en su corazón.
Sus ojos, estrellas en un cielo de insomnio,
buscan el consuelo en su cuarto sombrío.
En la quietud, su voz murmura suave,
\"mamá, regresa, en esta noche grave\".
El reloj avanza con pasos lentos,
mientras el niño abraza sueños dispersos.
Extraña el arrullo de su voz querida,
y la seguridad de su risa compartida.
Su habitación se llena de suspiros mudos,
juguetes que guardan secretos intrínsecos.
A la luz de la luna, un susurro lejano,
el eco de una madre en un abrazo temprano.
En la almohada, lágrimas de niñez,
un río transparente que fluye en su piel.
El deseo se viste de pijamas y sueños,
mientras que la ausencia se torna en empeños.
Oh, pequeño corazón que anhela y llora,
tu madre, como estrella, brilla y demora.
En el rincón de la espera, el niño sueña,
con el regreso de esa luz como el fuego en la leña.
Que la aurora traiga consigo el reencuentro,
que el abrazo perdido sea un dulce momento.
Hasta entonces, en la noche silente y fría,
el niño extraña a su madre, su estrella, su guía.