José Luis Barrientos León

Hasta que supe de ti

 

Aún quedan cicatrices tenues en el alma,

un leve olor de las heridas que un día supuraron.

debajo de la piel, donde no puedes tocar.

donde la yema no ejerce su roce.

y la caricia no aplaca el ardor.

como si la ternura fuera esclava del dolor.

y el silencio mutilara el corazón.

dejándolo sin probar la vida.

 

Es como si el ruido del pasado me impidiera despertar.

dejándome hueco,

sin palabras para abolir la mudez.

sin resquicios en los párpados para que ingrese la luz.

y los ojos se fracturan en hologramas de recuerdos.

expresando vocablos catedráticos para evadir la realidad.

 

Las palabras penden de mí, muertas,

habitando una garganta de piedra,

como reencarnación del silencio déspota,

que mutila la esencia y decapita el corazón,

encerrándose detrás de mi nombre

detrás del nudo que significa mi herencia,

que me ata a las memorias.

 

Sobre estas cicatrices,

mi boca pide una caricia más.

¡Por encima del dolor! Por amor ¡

Para traspasar este cuerpo,

y llegar a mi cuerpo consecuente,

donde soy risa, soy árbol y soy fruto,

y decido ser canto y desnudez,

ser noche y amanecer,

ser palabra que crece, libertad y tibieza,

e inseminar bajo tu piel,

tu herencia y la mía sin pedir respuestas.