Tarde o quizás nunca, comprenderemos a fondo a nuestra mente.
No obstante es nuestra, mejor dicho somos el Yo, al no tener dominio sobre ella, posee un libre albedrío que crece, se expande, se ramifica, hasta convertirse en algo autónomo, provista de auténtica fuerza, capaz de llevarnos a costas inhóspitas, quizás inclusive aún no descubiertas.
Cómo explicar aquellas reacciones que nos obligaron a proceder en forma in-voluntaria, que al analizarlas nos percatamos del error cometido, de la palabra fuera de lugar, de la negación sin cálculo previsto.
La pregunta emerge de la duda: ¿Nuestra mente es independiente de nuestros deseos?
Dicen entendidos que la sociedad posee suficientes elementos capaces de cambiar al hombre, ya sea en el buen sentido de la palabra, e inclusive hacia el podio negativo.
¿La educación influye en el intelecto, a tal punto que podría, llegado el caso, interferir hasta interponerse y cambiar las influencias nocivas del medio ambiente?
¿Podemos conseguir explicación alguna a actos que llegan a movilizar los cimientos de la humanidad a semejanza de terremotos humanos?
La vida, es factible interpretarla, como un paso por el mundo, como otra etapa de un largo sistema de acciones que sólo se diferencian por los parámetros distintos.
Masa gris, uniforme, líquidos recorren su contenido, intercambios eléctricos entre centros intercomunicados, obvio que ínfima es la posibilidad de nuestra voluntad como para siquiera acercarse a entender lo allí elaborado.
¿Sólo nos queda obedecer, pues somos esclavos de nosotros mismos?
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