Reb Liz

Un Profesor Encantador: CapĂ­tulos 29, 30, 31, y 32

Capítulo 29: Tito

 

Narra Brenda

 

Al día siguiente me desperté temprano y fui a la escuela, esperando encontrarme con él como todos los días, pero no lo vi. Solo me topé con el director y la bibliotecaria.

 

Llegó la hora de la primera clase y en el camino me encontré con Tito.

 

- Brenda, ¿has arreglado tus problemas? - preguntó.

 

- Sí, algo así - dije sin dar detalles - ¿Y tú?

 

- Me alegro de que preguntes eso - dijo sonriendo - He estado pensando en lo que platicamos, sobresalir con alguien. ¿Recuerdas?

 

- Oh, bien, sí lo recuerdo. ¿Qué has pensado? - pregunté.

 

- Bueno... ¿Quieres salir conmigo? - preguntó.

 

Me quedé muda, totalmente paralizada. No me esperaba eso.

 

- ¿Qué? - pregunté, no porque no había escuchado, sino porque no sabía por qué me lo había pedido a mí.

 

- Sí, digo si no tienes problemas con tu novio o con aquello \'Complicado\' que me comentaste el otro día – sonrió – No te estreses, no será una cita formal, quizás salir a divertirnos. Hace tiempo que no salgo con alguien. ¿Qué dices

 

- Oh, Tito, me halaga tu propuesta, pero esta es semana de exámenes. Estoy muy ocupada, tengo que entregar varios proyectos y no creo poder - dije excusándome.

 

- Está bien, te entiendo. Podemos dejarlo para después, ¿no crees? - sugirió.

 

- Sí, claro - dije cortante - Tenemos que entrar a clases

 

Él me abrió la puerta del salón, algo que nadie hacía ya. Me sorprendí mucho.

 

- Gracias – dije - Antes de entrar, quiero preguntarte algo

 

- Adelante, dime - respondió.

 

- ¿Por qué quieres salir conmigo? Apenas y nos conocemos, no soy tan interesante, y... - comencé a decir.

 

- Te equivocas - me interrumpió - Si apenas nos conocemos, pero claro que eres una persona interesante. Combinas todo, mujer, en serio\".

 

- Me haces reír. ¿Cómo crees eso? Pero bueno, me voy. Llegaré tarde a clases y eso no me gusta. Adiós - dije, con una sonrisa que me había sacado Tito.

 

Caminé con esa sonrisa y luego me encontré con Anabela.

 

- Brenda, ¿qué ha pasado con Alan? - preguntó Anabela.

 

- No lo sé, estoy desesperada. Lo único que sé es que está en Nueva York - respondí angustiada.

 

- ¿Te lo dijo él? - preguntó Anabela.

 

- No, para nada. No me ha contestado ninguna llamada ni mensaje. No hay día que no le hable o le escriba. Casi le ruego que me hable y nada. Ni de loca conseguiré dinero y permiso para ir a Nueva York - dije con tristeza.

 

Quería seguir hablando con Anabela, pero justo sonó el timbre para ir a clases.

 

Las horas iban pasando y, cuando terminé mi clase, fui al Café & Amor, donde me encontré con Ian.

 

- Brenda, me enteré de que estás saliendo con el capitán del equipo de baloncesto - dijo Ian.

 

- ¿Pero qué demonios... qué dijiste? - pregunté enojada.

 

- Todos los chicos de la escuela que pasan por aquí dicen que ahora sales con él. Dicen que estuvieron juntos en el baile, te ven platicando con él y te vieron subir a su auto. Dicen que ni siquiera sus amigos suben a su auto. Eso es sospechoso incluso para mí - explicó Ian.

 

- Ian, tú sabes con quién salgo. Yo te lo dije. ¿Acaso tengo que recordártelo? - le respondí molesta.

 

- Ok, no te enojes. Yo solo repito lo que escucho. Y hablando de él, escuché que ya tenías una suplente, ¿no? - preguntó Ian.

 

- Sí, así es. Cuya suplente creo que me odia - dije con tristeza.

 

- No para tanto - minimizó Ian.

 

- Pero es que es verdad. No soporta que yo sepa más de literatura que ella - me quejé.

 

- Ya cállate, ¿quieres? Te traeré tu orden - dijo Ian.

 

No le había pedido nada, pero él sabía lo que siempre pido.

 

Cuando terminé, fui a la biblioteca. Quise distraerme leyendo un buen libro, sumergirme en él como lo hacía antes. Encontré una novela romántica y sin darme cuenta, había pasado toda la tarde leyendo, hasta que la bibliotecaria se me acercó.

 

- Señorita, ya vamos a cerrar... tiene que retirarse - me dijo con amabilidad.

 

- Oh, lo siento. No había visto la hora - respondí algo distraída.

 

Tomé mis cosas y salí de allí. Me subí a mi auto y comencé a conducir. Pasé por una cafetería y por fuera vi a una persona sentada de espaldas. Tenía el perfil parecido al de Alan. Rápidamente entré a la cafetería, corrí hasta esa mesa pensando que era él, pero no lo era. Me paré enfrente de esa persona y él se quedó viéndome extrañado.

 

- Disculpe, ¿la puedo ayudar en algo? - dijo aquella persona.

 

- Lo siento, lo confundí. Qué pena. Provecho y buenas noches - dije apenada.

 

Salí súper apenada de ese lugar y me fui riendo sola hasta llegar a mi casa.

 

Pasó una semana sin saber nada de Alan. Solo sabía lo que se comentaban entre los maestros y eso porque siempre me llevé bien con ellos. Si alguien leyera esos mensajes que le enviaba diariamente a Alan, podría jurar que era una loca escribiéndole al vacío.

 

Era un día común como los otros que habían pasado sin Alan. Estaba sola en la escuela y entonces observé que Tito venía hacia mí.

 

- Hola, Tito - dije con tranquilidad.

 

- Brenda, hola. Bueno, seré directo contigo... Tengo boletos para el cine. Escuché que es la premier de la nueva película de Marvel, así que se me ocurrió que tú y yo podemos ir - dijo Tito con entusiasmo.

 

- Te lo agradezco, pero como te dije el otro día, tengo mucho que estudiar. Este es nuestro último año y quiero asegurarme de ir a una buena universidad. Además, no me gustan las películas de Marvel - dije buscando excusas.

 

- Ok, entiendo. Bye Brenda, cuídate - dijo Tito decepcionado.

 

Tito se fue por un lado y yo por el otro, y entonces me encontré cara a cara con Anabela.

 

- Así que acabas de rechazar a Tito por cuarta vez en esta semana - dijo Anabela con una sonrisa maliciosa.

 

- Anabela, yo no puedo salir con él - expliqué.

 

- ¿Y por qué no? ¿Por qué estás esperando a Alan? Quién sabe qué está haciendo y con quién allá en Nueva York. Además, solo saldrás con Tito como amigo. Nadie te está pidiendo algo más - dijo Anabela tratando de convencerme.

 

- Ok, tienes razón. Le diré que sí iré con él - dije convencida.

 

Anabela tenía razón. Yo estaba esperando a Alan, y quién sabe con quién se divertía él. Mi baja autoestima me hacía pensar que estaba con mujeres más maduras y más lindas que yo. Entonces corrí hasta alcanzar a Tito.

 

- Tito – grité - No me gustan las películas de Marvel, pero seguro que en el cine hay más películas que podemos ver. Y tengo lo que resta del semestre para estudiar - dije aceptando ir al cine con él.

 

- Genial - dijo Tito con una sonrisa - Gracias. Paso por ti a las 6, ¿está bien?

 

- Me parece perfecto. Adiós - dije despidiéndome.

 

Tomé mis libros y entré a mis clases. Tito era un chico genial, pero Alan era el único en el que lograba pensar.

 

Así pasaron las horas hasta que, finalmente, Tito llegó por mí en su auto a las 6 de la tarde y nos dirigimos al cine. Durante la película, intenté concentrarme en la pantalla, pero parecía que Tito solo tenía ojos para mí. Debo admitir que me ponía nerviosa.

 

- ¿Todo bien? - pregunté.

 

- Brenda, me gustas - dijo Tito.

 

Esto me recordó a la primera vez que Alan y yo vimos una película en su departamento. Tenía que dejar de pensar en él. Solo sonreí ante el comentario de Tito.

 

- En fin, me alegra que por fin hayas aceptado venir conmigo. Eres una chica difícil -dijo Tito.

 

- Solo lo indispensable - respondí.

 

La película terminó y Tito me invitó a tomar un helado, a lo que acepté. En el camino, vimos una máquina de ganar monedas y Tito sugirió jugar.

 

- Máquina de ganar monedas, qué infantil – pensé – Nunca hacía cosas así con Alan, además de que no podíamos vernos en lugares públicos.

 

- A veces, las cosas más infantiles son las que más divierten - dijo Tito, sorprendiéndome al parecer haber sabido lo que estaba pensando.

 

Tito tomó mi mano y comenzamos a jugar. Él ya había ganado varias monedas, pero quería más. Entonces, vi a un niño de unos 7 años jugando y Tito le quitó sus monedas sin que se diera cuenta.

 

- Tito, ¿qué haces? - pregunté alarmada.

 

- Shh, el niño no se da cuenta. Además, ya tiene muchas - respondió Tito, quitándole las monedas y volviendo a tomar mi mano-. Vamos -me dijo mientras comenzamos a correr.

 

Me moría de risa con todo lo que hacía Tito. Después de ganar suficientes monedas, canjeó todo por un oso de peluche.

 

- Es para ti, espero que te guste - dijo Tito al entregármelo.

 

- Gracias Tito, nadie nunca me había ganado un oso. Es muy bonito -respondí sinceramente.

 

Después de eso, Tito me llevó a su casa en mi auto.

 

- Me divertí mucho, hacía mucho que no lo hacía - dije sonriendo.

 

- Me alegra por eso - respondió Tito, también sonriendo.

 

Estábamos a punto de despedirnos cuando él se acercó hacia mí. Oh no, esto no parecía ir muy bien. ¡Me iba a dar un beso en la boca! Pero yo giré la cara y su beso cayó en mi mejilla.

 

- Cuídate y gracias de nuevo - dije, tratando de no mostrar mi incomodidad.

 

- Adiós, hermosa -respondió él, sonriendo.

 

Bajé del auto un poco confundida y caminé hacia mi casa. Subí a mi habitación y me recosté en mi cama. Escuché sonar mi celular, pero no sabía de dónde venía el sonido. Busqué y busqué mi celular, hasta que por fin lo encontré, pero ya había colgado. Revisé el número y era Alan.

 

La llamada perdida de Alan me dejó con un nudo en el estómago.

 

Me quedé en silencio, procesando la información ¿Qué querría decirme Alan? ¿Querrá volver conmigo? No pude evitar sentir una pequeña esperanza dentro de mí.

 

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Capítulo 30: Regreso

 

Narra Brenda

 

Mi corazón latía acelerado. Alan había estado llamando a mi celular, y ahora me sentía mal por no haber contestado. Decidí llamarlo de regreso, pero no obtuve respuesta. Me pareció extraño que hubiera apagado su celular, ya que pensé que quería hablar conmigo. Para distraerme, decidí hacer mi tarea y después me quedé dormida.

 

De repente, algo me despertó. Era la luz del sol pegando en mi rostro. Me había quedado dormida por más tiempo de lo que acostumbro, así que tomé una ducha rápida y me vestí apresuradamente. Amarré mi cabello y salí corriendo.

 

Por suerte, llegué a tiempo para mis clases. Pero la voz del director interrumpió la lección y nos pidió que nos dirigiéramos al auditorio. Supuse que se trataba de una ceremonia de premiación.

 

Comencé a caminar junto a Anabela, cuando de repente alguien tomó mi mano. Giré desconcertada y vi que era Tito.

 

- Buenos días - nos saludó a Anabela y a mí.

 

Giré y nos saludamos con un beso en la mejilla.

 

- ¿Qué hay de nuevo? - preguntó Tito

 

- Bueno, aquí vamos al auditorio ¿Tienes idea de qué se trata? - respondí curiosa

 

- De hecho sí... y es muy aburrido. Mejor ven conmigo - dijo Tito, tomando mi mano.

 

- ¿A dónde? - pregunté.

 

- A algo más divertido que esto. ¿Vienes? - dijo Tito, guiándome hacia el estacionamiento.

 

- Ok, tú ganas - dije, dejando a Anabela y siguiéndolo.

 

Tito me llevó al estacionamiento, donde había un pequeño parque con bancas y árboles.

 

- ¿Y aquí qué? ¿Es este tu plan de algo más divertido? - pregunté.

 

- Está bien, está bien. Lo admito, no tenía planeado nada. Solo quería verte. Pero al menos aquí podemos hablar tranquilos y no tenemos que ir a eso... - dijo Tito.

 

- ¿Y por qué no quisiste ir? - pregunté.

 

- Era una premiación de baloncesto – dijo.

 

- ¿Qué? Tú eres el capitán, ¿por qué no estás ahí? - pregunté sorprendida.

 

- Por eso mismo. Si voy, mis compañeros no reciben atención. Yo soy el capitán, pero mi equipo también merece reconocimiento. Además, los premios y el reconocimiento son superficiales. No me gusta que se trate solo de mí -respondió Tito.

 

-Entiendo -dije, admirando su humildad.

 

- Me alegra que lo entiendas - dijo Tito, sonriendo.

 

- Eres un buen chico, Tito - dije sinceramente con una sonrisa.

 

- Tú también eres una gran chica. En serio, me encanta cómo eres. No sé cómo pasé tanto tiempo sin hablarte. No sé cómo no te vi antes - dijo Tito con ternura.

 

Me sonrojé ante sus palabras y sentí un cosquilleo en el estómago. Nos quedamos en silencio un momento, disfrutando de la tranquilidad del parque.

 

Tito tomó mis manos y se acercó lentamente a mí. Pensé que iba a intentar besarme de nuevo, como la última vez que estuvimos juntos. Al principio intenté separarme, pero él insistía. Sin embargo, esta vez algo cambió en mí. Tal vez fueron las palabras que Tito me había dicho o tal vez era que, por fin, deseaba besarlo. Estábamos a punto de hacerlo cuando un auto que se acercaba nos echó las luces encima. Rápidamente nos separamos, lo que hizo que Tito se molestara un poco. Yo no lograba ver quién era el que había llegado, hasta que apagó las luces y bajó de su auto.

 

Me quería morir. No podía ser. Era él, de todos los días que podía venir, tenía que venir justo hoy: era Alan.

 

- Jóvenes, ¿qué hacen aquí? Se supone que todos los estudiantes deben estar en el auditorio, y más si se trata de integrantes del equipo de baloncesto - dijo Alan, mirando a Tito.

 

- ¿Profesor Freeman? - dije sorprendida.

 

Fue lo único que salió de mi boca, mientras que ambos no dejaban de mirarme.

 

- Les aconsejo que vayan rápido si no quieren reportes... escaparse del auditorio es una falta grave, y por seguridad es mejor que estén ahí - continuó Alan.

 

Tito lo miró con una cara de enfado, mientras que yo no quería esperar más para hablar con él. Tenía que arreglar todo lo que había pasado. Así que me acerqué a Tito con cautela.

 

- Tito, ¿puedes adelantarte sin mí? Tengo que preguntarle algo al Señor Freeman, algo que me quedó pendiente de una tarea -le dije.

 

- Ok, te veo después - dijo serio y comenzó a irse.

 

Esperé lo suficiente para que Tito se alejara y entonces, con temor y un poco de enfado, me acerqué a Alan. Sentía una mezcla de alegría y enfado.

 

- ¿Volviste? - le dije.

 

- Nunca me fui - respondió.

 

- Estuviste ausente varios días - le reclamé - ¿Adónde fuiste?

 

Alan no respondió mi pregunta.

 

- ¿Así que ahora estás con él? ¿Te dedicas a salir con adolescentes? Me alegro por ti, haces bien en salir con chicos de tu edad - dijo él con sarcasmo.

 

- ¿Disculpa? ¿Qué dijiste? - respondí, tratando de contener mi enojo.

 

- Primero dejas de hablarme, me voy, pero antes de irme me pides un tiempo, y cuando vuelvo ya sales con adolescentes lindos, ¿no? -continuó él, acusándome.

 

- Escúchame – grité – tú no tienes derecho a reclamarme. Fuiste tú el que prometió \"LUCHAR POR NUESTRO AMOR\" y después te fuiste. Te estuve llamando y no contestaste, te escribí y no me respondiste. Linda forma de luchar por nuestro amor.

 

- Fui a Nueva York, tuve que viajar por algunos asuntos familiares y de trabajo, pero claro tú todavía no entiendes de eso. Algún día lo entenderás - dijo él, insinuando mi juventud.

 

Odiaba cuando usaba nuestra diferencia de edad en nuestras peleas.

 

- ¿Y qué clase de asuntos? Si se puede saber - pregunté, tratando de entender.

 

- No lo entenderías - respondió él.

 

- Pruébame - dije, desafiante.

 

- Por asuntos míos... Me quería despejar - dijo finalmente.

 

- ¿Despejarte? Y lo lograste, ya sabes lo que quieres - dije, sintiendo mi enojo crecer.

 

- Me entrevistaron en otra escuela... - dijo él, tratando de explicarse.

 

- Entonces - lo interrumpí - ¿estás convencido de que debes irte de aquí?

 

- Por favor... no me interrumpas, déjame terminar - pidió él.

 

- Perdóname... ya me acostumbré a llenar los espacios vacíos - dije, sintiendo la tristeza invadirme.

 

Él se quedó mirándome en silencio.

 

- Me dijiste en el baile que nada ni nadie podía separarnos... que ibas a luchar por nuestro amor, y luego desapareciste de la faz de la tierra... Me he pasado días pensando en ti - dije, tratando de explicarle mi dolor.

 

- Yo estuve pensando en ti cada segundo que no estuve -me interrumpió él-, pero también no pude evitar pensar en las consecuencias, las preguntas que hará el director, la administración lo que dirán tus padres - dijo, tratando de justificarse.

 

- ¿Consecuencias? ¿Qué consecuencias? - pregunté, sin entender.

 

- Si nos ven juntos, la escuela podría tomar medidas en mi contra. Podría perder mi trabajo, mi reputación... - dijo él, preocupado.

 

- ¿Y qué pasa conmigo? ¿No te importa lo que siento yo? - respondí, sintiendo la rabia crecer en mi interior.

 

- Claro que me importa, pero no quiero ponerte en riesgo - dijo él, tratando de calmarme.

 

- Ya veo... ERES UN COBARDE - grité, sintiendo el dolor y la decepción.

 

Me di la vuelta y me fui, pero después de unos pasos, me detuve. No podía dejar que se fuera así como así.

 

Narra Alan

 

- ¿Sabes qué? Tienes razón, soy un adulto y quizás no entienda del todo cómo te sientes -dije, tratando de calmarla - Pero eso no significa que no me importe, o que no quiera ayudarte.

 

- No necesito tu ayuda, necesito que me dejes en paz -respondió ella, con los ojos llenos de rabia.

 

- Lo sé, pero... - intenté decir, pero ella me interrumpió.

 

- No hay peros, profesor Freeman. Ya me cansé de sus sermones y sus reglas. Debería salir con adolescentes y eso es lo que haré, ¡adiós! -gritó ella, alejándose a toda prisa.

 

Me quedé paralizado por un momento, sin poder reaccionar. La vi alejarse, sintiendo un nudo en la garganta. ¿Cómo había llegado a esto?

 

Después de unos segundos, reaccioné y le grité:

 

- ¡Puedes salir con quien quieras! - dije, sintiendo la rabia en mi interior.

 

Pero ella ya no volteó a verme. Se alejó, dejándome solo en el estacionamiento.

 

Me quedé allí, sintiendo la tristeza invadirme. ¿Qué había hecho mal? ¿Cómo podía arreglar las cosas? No lo sabía, pero estaba dispuesto a intentarlo. No podía dejar que se fuera así como así, necesitaba hablar con ella y arreglar las cosas.

 

Narra Brenda

 

Estaba enfadada y al entrar al auditorio, Anabela lo notó.

 

- ¿Qué te pasa? ¿Por qué esa cara? - preguntó ella.

 

- Estoy bien... no me pasa nada - mentí, tratando de ocultar mi enojo.

 

- ¿Tito te hizo algo? ¿Pelearon? - preguntó Anabela, preocupada.

 

Estaba a punto de contestarle su pregunta, cuando alguien abrió la puerta del auditorio y entró: era Alan.

 

- No me digas nada... él ya regresó y tuvieron un problema - dijo Anabela, como si supiera lo que estaba pasando.

 

- Es un cobarde - dije enojada - quiere que me comporte como una adolescente y eso es lo que voy a hacer.

 

- ¿Qué estás tramando? ¿Qué planeas? - preguntó Anabela, intrigada.

 

- ¿Tramando? ¿Planeas? Yo no tramo ni planeo nada, ya vámonos de aquí... necesito irme -dije, levantándome de mi asiento.

 

Salimos del auditorio y fuimos a la cafetería por algo de comer. Después de un rato, se escuchó mucho ruido y gritos. Era el equipo de baloncesto liderado por Tito. Traían el trofeo que les acababan de entregar en el auditorio. Tito pidió que todos se callaran y se puso a hablar:

 

- Ya sé que todos nos felicitaron por el campeonato, pero quiero decir que esto es dedicado para alguien especial - dijo, mirándome y sonriendo.

 

No podía creer que esto estuviera pasando. Lentamente, se fue acercando a la mesa donde yo estaba y dijo:

 

- Esto te lo quiero dedicar a ti, Brenda... me gustas muchísimo. Creo que fui un idiota en todo este tiempo por no haberme dado cuenta de lo increíble que eres - dijo, tomando mi mano.

 

Sentí cómo mi cara se ponía roja de vergüenza. Nunca había mencionado a Tito lo mucho que odiaba ser el centro de atención, así que estaba muy nerviosa y no sabía cómo reaccionar. Solo iba a darle las gracias, pero entonces vi a Alan entrar en la cafetería. Estaba tan molesta con él, tan enojada, que una parte de mí quería darle celos. Sé que es una acción infantil, pero él mismo me pidió que actuara como una adolescente, así que decidí demostrarle lo adolescente que puedo ser. Vi que Tito se acercaba a mí, así que me levanté y lo abracé. De reojo, pude ver que Alan estaba muy pendiente de lo que hacíamos. Tito me miraba fijamente, así que algo me impulsó a subir el nivel de provocación para hacer que Alan sintiera celos. Me acerqué a Tito y, sin pensarlo dos veces, le di un beso.

 

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Capítulo 31: El Poema

 

Narra Alan

 

La vi besándose con él y sentí cómo algo me quemaba por dentro. Tenía una inmensa ganas de llevármela y alejarla de él, pero no pude hacerlo. En lugar de eso, decidí abandonar la cafetería y esperar a que ella me siguiera. Sin embargo, se dio cuenta de mi salida y no me siguió.

 

Narra Brenda

 

No quería que el beso pareciera forzado, pero me sentía extraña besando a Tito. Él parecía disfrutarlo, ya que no me soltaba, hasta que sonó la campana y finalmente se alejó de mí. Estaba más que sonrojada y miré a mi alrededor, pero Alan ya se había ido.

 

- WOW - dijo Tito emocionado - Eso fue inesperado

 

Yo solo sonreí mientras él tomaba mi mano. Sabía lo que eso significaba: acababa de empezar una relación con Tito.

 

Llegamos juntos al salón sin soltar nuestras manos. Era la clase de Alan, así que lo vi cuando Tito me acompañó hasta mi salón. Noté que se puso nervioso e intentó ocultar sus celos, o al menos eso pensé.

 

Sé que no estaba bien jugar con los sentimientos de Tito, pero toda mi vida había hecho lo correcto. Creo que era hora de empezar a divertirme.

 

Después de la clase, Alan y yo nos evitamos el resto del día.

 

Cuando terminaron las horas de clase, salí al estacionamiento y me encontré con mis dos amigos, Ian y Anabela.

 

No sé cómo, pero Ian siempre se entera de todo lo que pasa en la escuela.

 

- ¿Qué está pasando entre tú y Tito? - preguntaron ambos al mismo tiempo.

 

- Tito es un buen chico... Es grandioso, me hace reír, disfruto pasar tiempo con él, me hace feliz... Estamos usando esta oportunidad para conocernos - dije sin titubear.

 

- ¿Estás segura de que no lo haces solo para darle celos a Alan? - preguntaron al mismo tiempo.

 

Parecía que estaban sincronizados en serio.

 

- Ustedes saben que estoy enamorada de Alan, pero tiene una actitud del demonio. Odio su comportamiento. Desde que se fue, no contestaba mis llamadas y ahora regresa y se comporta como un verdadero idiota. Si salir con Tito hace que Alan cambie, seguiré haciéndolo. Lo siento si mi respuesta no es lo que quisieran oír, pero es lo que hay. Nos vemos mañana - dije y subí a mi auto.

 

Antes de irme, vi cómo los dos se quedaban en shock por mi respuesta. Los entendía, ni yo misma me reconocía.

 

Estaba a punto de arrancar mi auto cuando vi a Tito venir hacia mí. Sentí que le debía una explicación, así que bajé de mi auto y decidí hablar con él.

 

- ¿Ya te vas? - preguntó Tito.

 

- Sí, hoy fue un día largo - respondí.

 

- Me encantaría llevarte a casa, pero trajiste tu auto - dijo, tomando mi mano.

 

Nos quedamos hablando en el estacionamiento por un momento. Vi que todos se iban, excepto un auto: el de Alan. Estábamos conversando con Tito y él me hacía reír con lo que decía. Hasta que vi a Alan salir. Nos vimos, pero fingimos que no existíamos. Él se fue y nosotros nos quedamos en el estacionamiento.

 

- Lo que pasó hoy... ¿Qué fue? - preguntó Tito.

 

Suspiré y lo miré un momento, buscando las palabras correctas. Al ver que no contestaba, siguió hablando.

 

- Sé que preguntar es una tontería... Pero no quiero ilusionarme - dijo.

 

Ahí estaba mi oportunidad de arreglar todo, de decirle que había sido un error, un arrebato y de quedar solo como amigos, pero no lo hice. Quizás era el hecho de que Tito era dulce y que no quería lastimarlo, o quizá también porque mientras nos besábamos o mientras caminábamos juntos en la escuela, una parte de mí se había sentido tan bien de no tener que esconderme y de poder actuar sin miedo a que me criticaran. O tal vez solo fue un arrebato de demencia. Entonces contesté:

 

- Lo que pasó hace rato... Fue el inicio de lo nuestro - dije tomando su mano.

 

- Bien - dijo con una sonrisa - ¿Entonces? ¿Ya puedo llamarte novia? - preguntó.

 

- Sí... Novio - dije sonriendo.

 

- ¿Qué te parece si te acompaño a dejar el auto a tu casa? Y después salimos - dijo tomando mi mano.

 

- Me parece bien - dije sin soltar su mano.

 

Subí a mi auto y Tito hizo lo mismo con el suyo. Cuando llegué a mi casa, dejé mi auto y subí a mi cuarto para dejar mi mochila. Luego salimos juntos y me divertí mucho con él. Después, Tito me llevó a mi casa y me sentí aún mejor porque no tuvo que dejarme a tres cuadras de mi casa. No tenía que inventar una coartada para verlo. Después de todo, solo se trataba de un chico de mi edad.

 

- Hoy fue un gran día - dijo Tito sonriendo.

 

- Gracias por ser así, Tito. Te veo mañana - respondí.

 

Nos despedimos con un beso y subí a mi cuarto.

 

Pasaron varios días así. Se suponía que yo era la novia de Tito. Todo el mundo lo creía y se notaba que Tito realmente me quería. Me sentía un poco culpable. Me encantaría corresponderle el sentimiento. Sabía que estaba mal salir con él para darle celos a Alan, pero no se me ocurría nada más que hacer. Alan mostraba indiferencia como si realmente yo ya no le importara. Llegué a pensar que realmente me había olvidado. Por otro lado, eso era lo que yo hacía en la clase de Alan: mostrar que su clase no me interesaba. Últimamente entregaba mis tareas con indiferencia. Ya ni siquiera le preguntaba nada.

 

- ¿Aún no te has cansado de esto? - dijo Anabela con tono de reproche mientras nos preparábamos para la clase de Alan.

 

- Ana... lo siento, pero no estoy para discursos baratos sacados de internet - respondí.

 

Alan llegó, se sentó en su escritorio y comenzó a hablar sobre la materia que íbamos a ver ese día.

 

- Jóvenes, les quiero informar acerca de la tarea de este periodo - dijo en un tono solemne -. Consiste en que todos deberán escribir un poema donde reflejen qué es por lo que están pasando en este momento, que reflejen su interior o donde quieran decirle algo a alguien, con el fin de que practiquen lo aprendido en clase. Este trabajo se entrega el viernes y vale el 50% de su calificación.

 

Escribir un poema era pan comido para mí, aunque no quería escribir sobre nadie en particular. Pero por otro lado, ya faltaba poco para que terminen las clases y no volver a ver a ese idiota.

 

Después de la clase, el profesor Alan me llamó por mi apellido.

 

- Señorita Brown, ¿puedo hablar con usted? Es sobre sus calificaciones - dijo con tono serio.

 

Me sorprendió que Alan me llamara por mi apellido. Me acerqué a su escritorio con indiferencia.

 

- Dígame, profesor - respondí.

 

- Mira, los trabajos que entregas están bien hechos - cambió su tono serio a uno más dulce - pero ya no participas en clase, no me preguntas nada, prácticamente te estás enseñando a ti misma.

 

- Gracias por la advertencia, pero si mis trabajos están bien realizados, cómo lo haga no debería ser su problema… a menos que quiera que hable con el director y le acuse de abuso de poder - dije enojada.

 

Estaba por irme cuando Alan me tomó de la mano.

 

- Sé que lo nuestro no funcionó, pero... - comenzó a decir.

 

- ¿Lo nuestro? - lo interrumpí - no hay nada nuestro, adiós profesor - dije con indiferencia antes de salir del salón.

 

Afueras del edificio, me encontré con Tito, quien me saludó con un beso.

 

- Hola, hermosa - me dijo - Pensé en ir a comer juntos ¿Qué dices?

 

Realmente no tenía muchas ganas de salir.

 

- Tito, eres muy dulce, pero hoy no es un buen día, me siento un poco mal, prefiero ir a casa, si no te molesta.

 

- No me molesta... yo te llevaré a tu casa en tu auto y después vendré a buscar el mío - dijo.

 

No quería rechazarlo dos veces en un día.

 

- Está bien - dije sonriendo.

 

Al llegar a mi casa, me sentí mal por Tito, quien en realidad quería pasar tiempo conmigo, así que lo invité a pasar. Estuvimos en mi cuarto por un par de horas, hasta que se fue. Yo no podía dejar de preguntarme si estaba haciendo lo correcto, aunque realmente conocía la respuesta.

 

Al día siguiente teníamos que entregar el dichoso poema, pero no se me ocurría nada, solo podía pensar en Alan y sin darme cuenta comencé a escribir.

 

Un día especial

 

Te acercaste sin más, con una sonrisa en tus labios y un brillo en tus ojos que me cautivó al instante. Me preguntaste por un libro especial, y yo te hablé de Jane Austen, una autora que siempre me había fascinado. Me sorprendió que tú también la conocieras, y cuando mencionaste Orgullo y Prejuicio, supe que había algo especial en ti.

 

Pero ahora nuestros mundos parecen ir en otro sentido. Me siento tan distante de ti, y al mismo tiempo te siento a mi lado. Me encuentro en un conflicto con mis sentimientos, porque sé que esto es algo nuevo y desconocido para mí.

 

Siempre pensé que ese libro era especial, pero nunca imaginé que me llevaría a ti. Su magnetismo hizo juntar tus manos con las mías, y sentí que estábamos destinados a conocernos. Mis ojos dejaron de verte un instante, y mi corazón notó más lejos su sueño anhelado: estar contigo.

 

Aunque ahora estamos separados, el recuerdo de ese día especial sigue vivo en mi mente. Recuerdo cómo descubrimos nuestra conexión inexplicable, cómo me sentí atraída por tu inteligencia, tu sentido del humor y tu personalidad única.

 

Quizás algún día nuestros mundos volverán a cruzarse, y entonces sabré que ese día también será especial. Porque aunque ahora estemos separados, el libro que nos unió sigue siendo un símbolo de nuestra conexión, de nuestra historia compartida, y de la posibilidad de un futuro juntos.

 

Cuando llegué a la escuela, entregué el poema con indiferencia.

 

- ¿Sobre quién escribiste? – preguntó Anabela con curiosidad.

 

- Sobre nadie – respondí cortante, sin querer revelar la verdad.

 

- Te conozco… ¿escribiste sobre Alan, verdad? – insistió ella, leyendo entre líneas.

 

Me quedé en silencio, incapaz de negarlo. Anabela pareció entenderlo y me dijo con tono serio:

 

- Tienes que arreglar esto.

 

- Es lo que estoy tratando de hacer – respondí, intentando calmarla.

 

- Ok, ven vamos a ver los poemas que publicaron en el mural – propuso, tratando de distraerme.

 

Comencé a ver los poemas expuestos en el mural, algunos eran sacados de internet y carecían de originalidad. Luego encontré mi poema, que había dejado de manera anónima para no revelar que era mío.

 

De repente, levanté la mirada y vi que Alan me estaba observando. Sabía que se había dado cuenta de que el poema era sobre él, y me sentí incómoda.

 

Decidí ir a la biblioteca para distraerme y encontré un libro de poesía cuyo título me llamó la atención: \"Amor Eterno\". Al abrirlo, descubrí que el autor era nada más y nada menos que Alan Freeman.

 

Sus letras lograron alterar todos mis sentidos y me quebraron por dentro. No pude evitar llorar al leer su poema de amor. Cuando terminé de leer, me dirigí hasta su salón, decidida a hablar con él y arreglar las cosas de una vez por todas.

 

Narra Alan

 

Estaba sentado en mi escritorio cuando vi a Brenda acercarse con cautela, con lágrimas en los ojos. Me miró fijamente y dijo:

 

- Leí tu poema.

 

Me quedé en silencio, sin saber qué decir. Ella continuó hablando:

 

- “Amor Eterno” - dijo, sin dejar de mirarme a los ojos - ¿Cómo puedes sentir esas palabras y, al mismo tiempo, renunciar a lo nuestro?

 

- Mm... Nunca fue mi intención que tú lo leyeras - dije, levantándome de mi silla.

 

- Me hiciste creer que no me amabas... dejaste que creyera que te habías olvidado de mí - dijo, llorando.

 

- Creí que hacía lo correcto - intenté justificarme.

 

- Lo correcto para ti, no para mí... para mí solo fuiste egoísta - me reprochó.

 

- Eso no es verdad - dije, tratando de defenderme.

 

- ¿Quieres hablar de la verdad? ¿Cuál verdad? ¿Ya no sé cuál de tus verdades creer? - dijo, con tono de reproche - La verdad de hoy, o la verdad de la semana pasada, porque te soy sincera, no tengo idea cuál de tus historias debo creer, las que dicen \"estuve pensando en ti cada segundo que estuve lejos\" o las que terminan con un \"me voy de aquí\".

 

Me quedé mirándola en silencio, sin encontrar las palabras adecuadas. Brenda siguió hablando:

 

- No fue mi edad la que arruinó esto, Alan... fuiste tú y solo tú.

 

- Brenda, por favor... - intenté hablar de nuevo.

 

- No te preocupes... ya superé esto. Ahora hazlo tú - dijo, entregándome el libro de poesía.

 

Antes de que pudiera responderle, su novio Tito llegó y la interrumpió.

 

- ¿Qué está pasando aquí? – preguntó Tito, frunciendo el ceño al ver la tensión en el ambiente.

 

- Nada… no está pasando nada aquí – respondió Brenda, su voz temblaba ligeramente. Me miró con reproche, una mirada que me atravesó como una flecha, antes de darse la vuelta y marcharse.

 

Tito se quedó un momento, sus ojos se desplazaron de la figura distante de Brenda hasta posarse en mí. Había una pregunta no formulada en su mirada.

 

- ¿Acaso intentas decirme algo? – pregunté, mi tono más cortante de lo que pretendía.

 

Él simplemente me miró, pareciendo pesar mis palabras. Luego, sin decir nada, se dio media vuelta y se fue, dejándome solo con mis pensamientos y el eco de sus pasos.

 

Del enojo que sentía, agarré el libro que Brenda me había entregado y lo lancé con todas mis fuerzas. El golpe sordo que hizo al impactar contra la pared pareció resonar con la frustración que sentía.

 

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Capítulo 32: Adiós Tito

 

Narra Brenda

 

Salí del salón con un torbellino de emociones revoloteando dentro de mí: confusión, enojo, tristeza. El sonido de un libro golpeando la pared y las maldiciones de Alan resonaban en mis oídos.

 

Me dirigí a la cafetería y me senté en una de las mesas, intentando ocultar mi enojo y mi tristeza. Pero la calma no llegaba. De repente, alguien tocó mi hombro. Me giré, lista para descargar mi furia en quien fuera que me hubiera interrumpido.

 

- Ah, eres tú – dije al ver a Tito frente a mí.

 

- Sí, soy yo… ¿Por qué ese tono tan decepcionante? ¿Esperabas a alguien más?

 

- No, lo siento, es solo que tengo muchas cosas en la mente.

 

- Quizás, si me acompañas a mi entrenamiento te sirva de distracción.

 

- Pero no estoy de humor, no es un buen día – respondí.

 

- Claro, para estar conmigo nunca es un buen momento, ni un buen día — replicó molesto, antes de alejarse.

 

Al ver su cara de decepción, me sentí aún peor. Tito no merecía que me desquitara con él por algo que Alan había hecho. Recogí mis cosas y decidí ir a acompañarlo a su entrenamiento.

 

Al llegar, él ya estaba en la cancha. Me quedé sentada en las gradas, donde también estaban las animadoras. Desde que me había hecho novia de Tito, ellas y yo solíamos hablar de vez en cuando. La capitana de las animadoras se acercó y se sentó a mi lado.

 

- Qué romántico que la novia venga a los entrenamientos – dijo con una sonrisa.

 

Yo solo me limité a devolverle la sonrisa, sin ganas.

 

- Él es un gran chico, me alegro de que estén juntos. Se ve muy feliz desde que está contigo – continuó.

 

Sus palabras me hicieron sentir aún peor. Sabía que lo que estaba haciendo lastimaría a Tito, y mucho.

 

- Aún nos estamos conociendo – dije, tratando de cortar la conversación.

 

Después de un rato, Tito levantó la cabeza y me regaló una sonrisa al verme. El equipo tuvo un descanso de cinco minutos, tiempo suficiente para que Tito se acercara a las gradas.

 

- Viniste – dijo, su entusiasmo era evidente.

 

- Aquí estoy – respondí con una sonrisa – Lamento lo que pasó hace un rato. Estaba de mal humor y no debí desquitarme contigo. No te lo mereces – me disculpé.

 

- No hay problema – respondió con una sonrisa amable.

 

- Sí lo hay. He sido muy mala contigo, y eso no es cómo se comporta una novia.

 

- ¿Y entonces? ¿Cómo se comporta Brenda de novia?

 

- Te lo mostraré cuando termine el entrenamiento – prometí, devolviéndole la sonrisa.

 

Regresó a entrenar y, después de veinte minutos, había terminado.

 

- Estoy listo – dijo, sonriendo ampliamente – El entrenamiento ya terminó.

 

- Te mostraré entonces.

 

Puso su brazo alrededor de mi cuello y comenzamos a caminar. Al salir del gimnasio, nos topamos con Alan. Ambos hicimos mala cara al vernos, y sospeché que Tito lo había notado, pero decidí no pensar en eso.

 

Llegamos al parque.

 

- ¿Qué te parece un pícnic improvisado? – propuse, sacando algunas cosas para comer de mi mochila.

 

Tito se recostó en el césped, su expresión se había vuelto seria.

 

- ¿Por qué estás tan serio? – pregunté, preocupada.

 

Tito suspiró profundamente y comenzó a hablar.

 

- Brenda, lo que voy a decirte es importante. Espero que te haga sentir mejor y que estés bien - dijo Tito, su voz era seria.

 

- ¿A qué te refieres? ¿Pasa algo? – pregunté, confundida.

 

- Tranquila – respondió, suavemente entrelazando nuestras manos.

 

- Me estoy poniendo nerviosa – admití, sintiendo un nudo en el estómago.

 

- Brenda, mírame a los ojos – pidió con ternura.

 

Levanté la mirada para encontrarme con la suya.

 

- Ok ¿Qué pasa? – pregunté, mi voz temblaba ligeramente.

 

- Brenda… ¿Me amas? – preguntó sin titubear.

 

- Tito, no entiendo… ¿A qué viene esto? – dije, apartando la mirada.

 

- No apartes tu mirada… solo responde. No hay respuestas buenas ni malas, solo respuestas que salen del corazón – insistió.

 

Respiré hondo, tratando de encontrar las palabras correctas.

 

- Bueno, en realidad... Tú eres... Mira... la verdad es que... — empecé a tartamudear — tú eres una gran persona para mí, te quiero porque siempre estás ahí para apoyarme, siempre me haces sentir protegida y eso lo aprecio mucho. Ahora mismo hay muchas cosas que me preocupan y aunque no te las puedo contar, sé que me escucharías y eso es muy importante para mí — Mi voz se quebró y tuve que apartar la mirada, la tensión era demasiado fuerte — pero tengo cosas que resolver, cosas que tú no entenderías.

 

- ¿Cosas que tienen que ver con el Profesor Freeman? – Preguntó de golpe - ¿Él es tu “Complicado”? ¿No?

 

- ¿Qué? ¿Perdón? – dije, sorprendida y nerviosa.

 

Respiré hondo y traté de mantener la calma. No sabía cómo responder a su pregunta.

 

- Espera ¿Qué es lo que sabes? O ¿Qué crees saber? - dije, mi voz temblaba ligeramente.

 

- Sé que tú y el profesor de literatura, el señor Freeman... Alan estaban saliendo, ¿cierto?

 

Mi corazón se detuvo. ¿Cómo lo sabía? ¿Acaso era tan obvia? Intenté disimular mi nerviosismo.

 

- Tito, antes que nada, puedo explicarte... es decir, él y yo, tú sabes – balbuceé, mis palabras se atropellaban entre sí.

 

Tito tomó mi mano delicadamente.

 

- No te estoy pidiendo una explicación.

 

- Ah, no, ¿entonces? – pregunté, desconcertada.

 

- Solo quiero saber qué pasa entre ustedes.

 

Tomé sus manos y lo miré a los ojos.

 

- Tito, voy a ser sincera contigo, porque sé que esto te afecta – suspiré antes de continuar – Yo solía salir con Alan antes de saber que sería mi profesor. Fue una larga historia entre nosotros, pero entre él y yo ya no hay nada. Ahora estoy contigo. Te pido que no se lo digas a nadie, me traería muchos problemas y a él también.

 

- Eso no es cierto, no sigamos mintiendo. Tú sigues queriéndolo. No miento cuando digo que estás enamorada de él. Lo noto en tus ojos, en tus intentos fallidos de darle celos conmigo. Pero yo nunca diría nada sobre eso, no necesitas decírmelo.

 

- Tito, no quiero que te sientas utilizado… yo ahora estoy contigo.

 

- Y es algo que ya debe terminar. Eres una chica maravillosa, Brenda. Nunca conocí a alguien como tú… pero supongo que él es un fuerte rival – dijo con una sonrisa nerviosa – Si es lo que quieres, deberías estar con él. Mereces ser feliz.

 

- Tito, cada vez me sorprendes más. Eres el que más tranquilo ha tomado la noticia sobre esto, pero ¿y tú? Siento que ya te he lastimado demasiado.

 

- ¿Yo? Yo estaré bien. Perdí una novia, pero gané una amiga – dijo, mirándome fijamente – Además, como tú bien has dicho, soy el capitán del equipo de baloncesto. Puedo tener a quien quiera – agregó con una sonrisa.

 

- Oye, qué presumido – dije, golpeándolo suavemente con el

 

Era la conversación más sincera que había tenido con Tito desde que lo conocí.

 

- Es broma, pero si de verdad lo quieres, al profesor... aunque no sea algo correcto, debes luchar por él, arregla las cosas y deseo que seas muy feliz de verdad. Creo que es mejor que me vaya ahora, tú sabes... antes de que esto se vuelva incómodo - dijo Tito.

 

- Tito, antes de que te vayas, solo dime algo… ¿Cómo lo supiste? - pregunté.

 

- Siendo honesto, Melody en el baile me insinuó que algo pasaba y lo confirmé las múltiples veces que nos topábamos con Alan. Pero descuida, ya todo pasó... Ahora sí me voy, cuídate linda - respondió Tito.

 

- Gracias por todo, Tito - fue lo único que pude decir.

 

Me quedé confundida, sin saber qué estaba pasando. Había renunciado a Alan por tratar de ser feliz con Tito, pero ahora Tito me dejaba para que fuera feliz con Alan. Vaya dilema.

 

Caminé hacia mi auto y me topé con Anabela, quien se veía mal.

 

- ¿De qué te enfermaste? - pregunté.

 

- Seguramente de lo último que comí… No podré ir a la fiesta - respondió.

 

- ¿Qué fiesta? - pregunté.

 

- La fiesta del equipo de basquetbol. Se organiza en casa de tu amigo Ian el universitario. Pensé que irías con tu novio Tito - dijo Anabela.

 

- Exnovio - corregí.

 

- ¿Terminaste con él? - preguntó curiosa.

 

- Él terminó conmigo - respondí.

 

- ¿Qué pasó? - preguntó asombrada.

 

Le conté lo que había pasado con Tito y Alan, y Anabela puso una cara de asombro.

 

- ¿Así que Tito sabía lo de Alan y tú? - preguntó.

 

- Sí, así es - respondí.

 

- Bueno, me tengo que ir - dijo Anabela. Me despedí, subí a mi auto y me fui.

 

Cuando llegué a casa, mis padres estaban discutiendo.

 

- ¿Pasa algo? - pregunté preocupada.

 

- No pasa nada… ve a tu cuarto - dijo mi mamá.

 

Me estaba yendo cuando escuché el motivo de la discusión y, como buena metida que soy, regresé y hablé.

 

- ¿Ya le contaste lo que pasó con tu alumna? - pregunté mirando a mi papá.

 

Ellos nunca habían mencionado a la alumna, solo habían dicho \"infidelidad\", así que ambos me miraron sorprendidos.

 

- ¿Alumna? ¿Me fuiste infiel con una alumna? - gritó mi madre a mi padre. - Y tú, ¿lo sabías? - preguntó mirándome a mí.

 

Estaba a punto de hablar, pero mi padre me interrumpió.

 

- Ella no tiene nada que ver... yo le pedí que no dijera nada. Ella quería decírtelo en múltiples ocasiones, pero yo le pedí que no lo hiciera. Quería ser yo mismo quien te lo contara - dijo defendiéndome.

 

- Y tardaste tanto - dijo mi madre con tono de reproche.

 

Después, mi madre se dirigió a mí.

 

- Brenda, ve a tu cuarto - dijo con tono autoritario.

 

Salí prácticamente corriendo de allí y me encerré en mi habitación, pero aún podía escucharlos pelear. Mi madre insultaba a mi padre y él trataba de calmarla. Pensé que todavía había solución hasta que escuché que mi madre mencionó la palabra \"divorcio\".

 

En ese momento, sentí que mi familia se iba por el retrete. Todo se estaba yendo al demonio y solo quería saber cómo mi madre se había enterado.

 

Me acerqué a la ventana de mi habitación y vi que mi padre estaba saliendo de casa con una maleta. Al parecer, mi madre le había pedido que se fuera de la casa.

 

- ¿Papá, a dónde vas? - pregunté corriendo hacia él.

 

- Lo siento, hija. No quería que las cosas terminaran así - dijo mi padre con lágrimas en los ojos.

 

- ¿Cómo se enteró mamá? - pregunté.

 

- Fue una de mis alumnas, ella lo descubrió y se lo contó todo a tu madre - respondió mi padre.

 

- ¿Y quién es? - pregunté curiosa.

 

- No importa, hija. Lo siento mucho - dijo mi padre mientras se subía al auto y se alejaba.

 

Me quedé allí, en la calle, viendo cómo mi padre se iba. No sabía qué hacer ni a quién culpar. Solo sabía que mi familia nunca volvería a ser la misma.