La noche arropó mis sueños
cubriendo en todo, mi todo;
y los sueños, de algún modo,
todos eran halagüeños.
La noche llegó imprecisa,
precisamente esa noche,
donde con mucho derroche
su caricia era una brisa.
Y la oscuridad nocturna
la iluminaron sus ojos.
¡Ah qué bellos sus antojos,
pues de besos me embadurna!
Y escuchamos serenatas
de cigarras y de grillos
y de varios pajarillos
que cantaban sus sonatas.
La noche fue interminable
mientras no se terminaba
pues su cuerpo me abrazaba
de manera inolvidable.
Y al llegar la madrugada
un zumbido detesté
porque luego desperté
abrazado a mi almohada.
Y sin más yo concluí:
«La noche fue cruel conmigo,
se burló mucho de mí.
Ya despierto descubrí,
que solo soñé contigo».