jvnavarro

MUERTE EN LA PLAYA

Rompo el esquema de lo que hacia,
desdibujo lo andado
y dejo de escribir,
la mar estaba azul y bella
y vuelvo a la carga y a la desesperada
me encuentro que no me gusta
esa mar de mis deseos inundada
de barrigas que flotan boca arriba
ni de pezuñas de uñas largas
tocando las algas.
 
Miro desde el espigón
y veo que unas barcas se alejan,
llevan redes
y los pescadores cantan
un credo a la Virgen
del Santuario de la Montaña
y me siento fresco como la brisa
que llega desde el Faro,
donde un ermitaño de bata blanca
cuenta sus hazañas,
mientras asa sardinas en una fogata.
 
El mar es esto,
ese acantilado
y esa costa brava
y junto a él la otra costa,
la arenosa y baja,
las dunas con su vegetación
extremadamente cuidada,
cordones de ellas que se alejan de las marejadas
y ese infierno de sol que cuando se lanza
hace que brillen los cascos de los yates,
como si fueran las nieves perpetuas
de los glaciares de alta montaña.
 
Ruge la mar
cuando me ve apuntar en una libreta
las curiosidades de esa concreta mañana,
me lame los pies
y me lanza besos que salen de las bocas sajadas
de las olas bajas,
cuando no hace aire
y se masca una calina larga.
 
Yo ni caso, continuo con la descripción
anatómica de la victima ahogada,
total un tramite sin importancia,
que en mi agenda retrata el drama:
Muerto por asfixia,
las branquias no procesaban
el oxigeno que del cielo le llegaba
y apunto al dorso de la página,
murió de espaldas al mundo que amaba.