Reb Liz

Un Profesor Encantador: Capítulos 36, 37, y 38

Capítulo 36: ¿De quién está enamorada, Brenda?

 

Narra Brenda

 

El beso se volvía cada vez más intenso y no podía quitarme su pregunta de la cabeza.

 

- ¿Eres mía? - preguntó Alan, suspirando. Era como si fuera necesario responder, la respuesta era más que obvia.

 

- Soy tuya... por siempre - respondí con seguridad, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba en mi pecho.

 

Él continuó besándome con pasión y sentí cómo, poco a poco, fuimos cayendo en el sillón, sin dejar de explorar nuestros labios y cuerpos. El tiempo parecía detenerse mientras nos entregábamos al amor que sentíamos el uno por el otro. Era como si todo lo demás desapareciera y solo existiéramos nosotros dos en ese momento.

 

Después de un largo rato, nos quedamos abrazados en el sillón, nuestros cuerpos entrelazados y nuestras respiraciones entrelazadas. Aún ninguno de los dos decía nada, pero no era necesario. Nuestras miradas hablaban por sí solas, expresando todo el amor y la felicidad que sentíamos en ese instante.

 

Sin embargo, pronto me di cuenta de que ya era muy tarde y la realidad volvió a golpearme. Me separé de Alan, sobresaltada por la urgencia de la situación.

 

- Tengo que irme - dije, sintiendo una mezcla de tristeza y preocupación.

 

Alan me miró con ojos suplicantes, haciendo pucheros como un niño pequeño.

 

- Todavía es temprano... quédate, por favor - rogó, aferrándose a mí.

 

Suspiré, sintiendo el conflicto interno en mi corazón.

 

- No, no lo entiendes. Estoy castigada - expliqué con frustración. - Si no vuelvo a casa a tiempo, mi madre se dará cuenta de que no estoy donde dije que estaría.

 

Alan pareció comprender la gravedad de la situación y bajó la mirada, sintiéndose culpable.

 

- ¿Castigada por lo que pasó anoche? - preguntó con voz suave, lleno de remordimiento.

 

Asentí con tristeza, sintiendo el peso de las consecuencias de nuestras acciones.

 

- ¿Te parece poco? Bueno, al menos no se enteró de que pasé la noche contigo. Gracias por decirle que pasé la noche en casa de Anabela - le agradecí, aunque con cierta ironía.

 

Alan se acercó a mí, buscando consuelo en mi abrazo.

 

- Lo de Anabela no fue nada... yo sé cómo actuar en esas circunstancias. Pero entiendo que estés preocupada por las consecuencias.

 

Suspiré, sintiéndome atrapada entre el deseo de quedarme con él y la responsabilidad de enfrentar las consecuencias de nuestras acciones.

 

- Se supone que no debí salir de mi casa. Mi madre debe pensar que todavía estoy en mi habitación. ¿Así que, a menos que saques una idea de tu sombrero mágico para que pueda estar en los dos lugares al mismo tiempo, me tengo que ir? - expresé con resignación, sintiendo cómo la realidad se imponía sobre nuestros deseos.

 

Alan me miró con tristeza, comprendiendo la difícil situación en la que nos encontrábamos.

 

- De verdad no sabes lo feliz que estoy de estar contigo de nuevo. Gracias, gracias, mil gracias. No sabes cuánto te amo - dijo con voz entrecortada, lleno de emociones.

 

Mis ojos se llenaron de lágrimas al escuchar sus palabras sinceras y llenas de amor.

 

- No tienes nada que agradecer. Soy tuya... completamente tuya... solo tuya - respondí con voz suave, dejando claro que mi amor por él era incondicional.

 

Nos abrazamos con fuerza, aferrándonos el uno al otro como si el mundo estuviera a punto de separarnos. Sabíamos que debíamos enfrentar las consecuencias de nuestras acciones, pero también sabíamos que nuestro amor era fuerte y que juntos podríamos superar cualquier obstáculo que se interpusiera en nuestro camino.

 

Él me tomó de la cintura y me besó apasionadamente. Nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo apretado mientras caminábamos hacia la puerta, sin dejar de explorar nuestros labios con deseo. Cada beso era un recordatorio del amor ardiente que compartíamos. Con una mano, él abrió la puerta, sin soltarme de la cintura con la otra.

 

- Me tengo que ir - susurré entre besos, sintiendo la tristeza de tener que separarme de él.

 

- Sí, ándate, dale - respondió él, sin dejar de besarme, su voz cargada de anhelo, deseando que me quedara a su lado.

 

Me costó mucho, pero logré separarme de su abrazo. Le dediqué una última sonrisa y comencé a caminar, sintiendo su mirada ardiente sobre mí. Sin embargo, no pude resistir la atracción magnética que nos unía. Rápidamente, me volví y corrí hacia sus brazos una vez más. Lo empujé suavemente contra la pared y nuestros labios se encontraron en un beso apasionado y lleno de amor.

 

- Ahora sí me tengo que ir - dije, con una sonrisa triste pero llena de gratitud por esos preciosos momentos juntos.

 

Salí de su departamento sintiéndome completamente renovada y llena de emociones encontradas. Tomé un taxi y me dirigí a mi casa. Tuve que entrar por la ventana, afortunadamente mi madre no se había dado cuenta de que había salido.

 

Me acosté en mi cama y no pude evitar sonreír como una tonta. Me sumergí en un sueño profundo, donde los recuerdos de nuestros besos y abrazos se entrelazaban con mis pensamientos. Al despertar al día siguiente, me levanté temprano como de costumbre, pero esta vez con una sonrisa radiante en mi rostro. Realicé todas las actividades que solía hacer por las mañanas y, mientras preparaba el desayuno, la melodía de una canción se apoderó de mí.

 

♪ Wouldn\'t it be nice if we were older, then we wouldn\'t have to wait so long

 

Mis labios se movían al ritmo de la música mientras cantaba en voz alta, dejando que la letra de los Beach Boys expresara lo que mi corazón sentía. Estaba tan feliz y llena de esperanza que no me di cuenta de que mi hermana y mi madre se habían despertado y estaban paradas detrás de mí, observándome con asombro.

 

- ¡Ah bueno! ¿A qué se debe tanta felicidad, hermanita? - preguntó Ingrid, curiosa por el brillo en mis ojos.

 

- Eh, feliz... yo, es que... - comencé a tartamudear nerviosa, buscando las palabras adecuadas para explicar la felicidad que me embargaba.

 

- Ssssss - hizo un sonido con la boca, interrumpiéndome con una sonrisa traviesa. - Me parece que alguien está enamorada.

 

- Enamorada yo, no... ¿cómo creen? - respondí aún más nerviosa, tratando de negar lo obvio.

 

- Ah no... ¿y por qué estás tan nerviosa entonces? - preguntó mi hermana con una sonrisa pícara, disfrutando de mi incomodidad.

 

Mi madre, en silencio, me observaba con sorpresa y curiosidad, esperando una respuesta a la evidente pregunta sobre mi felicidad desbordante.

 

- No, no estoy nerviosa - dije tratando de calmar mis nervios, aunque mi voz temblaba ligeramente.

 

Mi mamá se dio cuenta de que me estaba poniendo cada vez más nerviosa y decidió intervenir.

 

- ¡¡¡Basta ya!!! - exclamó, dirigiéndose a Ingrid - Cálmate, Brenda - dijo acercándose a mí con una mirada comprensiva - No te pongas nerviosa, no tiene nada de malo enamorarse.

 

Traté de evadir la conversación, buscando una manera de cambiar de tema.

 

- Miren, el desayuno ya está listo... ¿Vamos a desayunar? - propuse, intentando desviar la atención - Tengo que ir a la escuela, ¡ustedes saben que me gusta ir temprano para poder pasar tiempo en la biblioteca!

 

Las dos me miraron y, finalmente, accedieron a desayunar conmigo. Mientras nos despedíamos con besos en las mejillas, mi hermana hizo una propuesta inesperada.

 

- ¿Yo te llevo, Brenda? De todas maneras, tenía que pasar por la biblioteca para sacar algunos libros.

 

Traté de encontrar una excusa para evitarlo.

 

- No hace falta, tengo mi auto - dije, tratando de evadir su propuesta.

 

Pero mi hermana no se dio por vencida.

 

- Pues no importa, déjalo por hoy - respondió, decidida a acompañarme.

 

No se me ocurría cómo evadirla y sentía cómo mis nervios aumentaban.

 

- Pero...

 

- ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que descubra algo si te acompaño a la escuela? - dijo, sospechando algo.

 

- No, no para nada... vamos - respondí, tratando de disimular mis nervios y aceptando su oferta.

 

Llegamos a la escuela temprano como de costumbre. Saludé al director y a la bibliotecaria, mientras Ingrid me acompañaba hasta la biblioteca. Afortunadamente, la biblioteca era mi lugar favorito y conocía cada rincón de ella. En un momento oportuno, logré escabullirme y me escondí en el baño. Desde allí, observé con cautela y, cuando vi que mi hermana ya no estaba a la vista, salí del baño y me adentré en un salón vacío para evitar que me encontrara. Cerré la puerta detrás de mí y, justo cuando pensaba que estaba a salvo, alguien me tomó de la cintura. Giré asustada y me encontré con los ojos de Alan, llenos de emoción y complicidad.

 

- ¡Me asustaste! - exclamé, tratando de recuperar el aliento después de la sorpresa.

 

- ¿Qué haces aquí? ¿Te estás escondiendo? - preguntó Alan, con una sonrisa traviesa en su rostro.

 

- Sí, de mi hermana - respondí, susurrando para asegurarnos de que nadie más nos escuchara.

 

- ¿Por qué? - preguntó, curioso por la situación.

 

- Sospecha que salgo con alguien, se ofreció a traerme a la escuela con el pretexto de que tenía que sacar algunos libros de la biblioteca, y no se me ocurrió ninguna excusa para decirle que no, ahora está detrás de mí - expliqué, sintiendo la presión de mantener nuestro secreto.

 

- Tomaste una buena decisión en venir a esconderte aquí - dijo Alan, acercándose y besando suavemente mi cuello.

 

- ¿Alan? - suspiré, reconociendo su toque y dejando escapar una mezcla de emoción y preocupación.

 

- ¿Qué? - preguntó, ahora besando mi oreja con ternura.

 

- No, Alan, aquí no - suspiré de nuevo, consciente de que estábamos en la escuela y no era el lugar adecuado para mostrar nuestra intimidad.

 

- Está bien - dijo, acercándose y besando mis labios con pasión - Te veo esta tarde en mi departamento.

 

- Olvidas que estoy castigada - recordé, sintiendo cómo la realidad se interponía en nuestros planes.

 

Noté cómo las comisuras de los labios de Alan se tensaron, mostrando su decepción.

 

- Entonces creo que te veré mañana - dijo, tratando de mantener la esperanza en su voz.

 

- Te amo - dije, poniéndome de puntillas para darle un beso rápido, consciente de que no era seguro besarnos en la escuela.

 

- Yo también te amo. Suerte y te veo mañana - respondió Alan, sonriendo y despidiéndose con cariño.

 

Salí del salón cuando me aseguré de que mi hermana ya se había ido. Pasé un rato en la biblioteca hasta que llegó la hora de entrar a mis clases. Pasé el resto del día en la escuela, esperando ansiosamente el momento de volver a ver a Alan. Al regresar a casa, me preparé para enfrentar las posibles burlas de mi hermana acerca de mis sentimientos. Entré a la casa y escuché varias voces provenientes de la cocina. Me acerqué y...

 

- ¿Papá? ¿Qué haces aquí? - pregunté sorprendida al ver a mi padre en casa.

 

- También me da gusto verte, hija - dijo, dándome un beso en la mejilla.

 

- Yo... ¿Pensé que se habían separado? - expresé mi confusión, recordando las conversaciones de mis padres sobre su separación.

 

- Tu madre me dijo que estás algo distraída últimamente - explicó mi padre, mirándome con preocupación.

 

Miré fijamente a mi mamá y a mi hermana, quienes permanecían en silencio, escuchando atentamente.

 

- ¿Estás enamorada de alguien, hija? - preguntó mi papá, tratando de entender lo que estaba sucediendo.

 

- ¿Y qué si fuera así? ¿Tiene algo de malo? - respondí con preguntas, cansada de tener que justificar mis sentimientos y deseando que me aceptaran tal como soy.

 

- No se trata de eso, hija... solo queremos saber de quién se trata y sería útil si podemos conocerlo - dijo mi papá, intentando tranquilizarme con sus palabras.

 

Estuvimos hablando durante horas. Ellos querían obtener información sobre el chico del que estaba enamorada, pero no les di ninguna pista. Me hicieron muchas preguntas y me interrogaron sobre mis planes para la universidad. Se sorprendieron con las respuestas que les di, ya que no esperaban que tuviera metas tan ambiciosas.

 

Finalmente, logré escapar del interrogatorio y me refugié en mi habitación, sintiéndome agotada por la intensidad de la conversación.

 

Poco a poco me fui quedando dormida y al despertar al día siguiente, noté que era temprano como de costumbre. Al realizar mis actividades matutinas, bajé a la cocina para preparar el desayuno, pero me sorprendió ver a mis padres y mi hermana esperándome con el desayuno ya listo.

 

- Buenos días, Brenda - dijeron los tres al unísono, como si estuvieran coordinados.

 

- ¿Qué hacen despiertos a esta hora? - pregunté, confundida por su presencia temprana.

 

- Queríamos despertarnos temprano para pasar más tiempo juntos - explicó mi papá.

 

Me sirvieron el desayuno y comí en silencio, sintiéndome incómoda por la situación inusual.

 

- No acostumbro a desayunar con ustedes - comenté, tratando de romper el silencio.

 

Una vez terminé de desayunar, tomé mi mochila y me despedí de todos con un beso en la mejilla. Estaba a punto de irme cuando mi papá me detuvo.

 

- Yo te llevo, hija - dijo, desafiando mi intención de irme por mi cuenta.

 

- No es necesario, tengo mi auto - respondí, tratando de mantener mi independencia.

 

- Dije que yo te llevo... sube a la camioneta - insistió mi papá, dejándome sin opción.

 

No quería seguir discutiendo, así que subí a su camioneta y juntos llegamos al estacionamiento de la escuela.

 

- Bueno, te veo en la tarde. Gracias por traerme - dije apresuradamente, sin esperar a que él respondiera. Pero cuando me di la vuelta, me di cuenta de que también estaba bajando de la camioneta.

 

- No es necesario que bajes - intenté detenerlo, pero él ya había tomado la decisión.

 

- De hecho, lo es... vine para hablar con tus profesores - reveló, causando una reacción de sorpresa en mí.

 

- ¿Qué tú qué? - exclamé, sin poder contener mi asombro y preocupación.

 

- Sí, vine a averiguar por qué estás tan tensa y nerviosa últimamente. Vivo con la preocupación de que no te estás concentrando en tus estudios ni en tus planes para el futuro - explicó mi papá, mostrando su preocupación por mi bienestar.

 

- Eso no es necesario... yo estoy bien, no me pasa nada - traté de tranquilizarlo, aunque en mi interior sabía que había algo más que estaba afectando mi estado de ánimo.

 

Mi corazón se aceleró. Una vez que me enamoré, todos parecían querer saber de quién se trataba. La situación se estaba volviendo cada vez más complicada y no sabía cómo manejarla.

 

- Voy a hablar con tus profesores y nada me hará cambiar de opinión - afirmó mi papá con determinación, dejándome con un nudo en el estómago. No sabía qué hacer ni cómo manejar la situación.

 

Caminé hacia la entrada de la escuela, tratando de mantener la calma. El edificio ya estaba abierto y pude ver al director en su oficina, a la bibliotecaria ocupada en la biblioteca. Y ahí estaba Alan, con una sonrisa de oreja a oreja, sosteniendo una rosa en su mano. Supuse que era para mí. Se acercaba lentamente hacia mí, mientras mi papá venía detrás de mí, haciendo gestos para llamar su atención. Pero parecía no darse cuenta de la tensión que había en el ambiente. Finalmente, llegué donde él estaba.

 

- Buenos días, señor Freeman - dije nerviosa, tratando de ocultar mi preocupación.

 

- Brenda, ¿por qué tanta seriedad? ¿Pasa algo? - preguntó el profesor Freeman, con una sonrisa amable en su rostro.

 

Mi papá se puso a mi lado y la tensión se volvió casi insoportable.

 

- Profesor, ¿ya conoce a mi papá? Papá, ¿ya conoces al profesor Freeman? - dije, presentándolos incómodamente.

 

Alan puso una expresión de sorpresa, escondió rápidamente la rosa y extendió su mano hacia mi papá, quien la aceptó con cierta reserva.

 

- Mucho gusto. ¿Y qué lo trae por aquí? - preguntó el profesor Freeman, tratando de mantener la cortesía.

 

- Quería hablar con usted sobre mi hija, pero primero quiero preguntarle: ¿acostumbra a traer rosas a la escuela? - preguntó mi papá, con una mirada seria.

 

- ¿Qué? No, no. Esto lo acabo de encontrar aquí - respondió Alan, visiblemente incómodo por la situación.

 

La tensión se podía sentir en el aire, como si estuviera a punto de estallar en cualquier momento.

 

- Bueno, creo que comenzaré a hablar con usted... sobre mi hija - dijo mi papá, preparándose para abordar el tema. Alan estaba a punto de responder cuando la bibliotecaria pasó por ahí y dijo:

 

- Señorita Brown, qué raro encontrarla aquí. ¿No piensa ir a la biblioteca hoy? - interrumpió, desviando momentáneamente la atención de la conversación tensa.

 

La situación se volvía cada vez más complicada y no sabía cómo iba a terminar. Mi corazón latía acelerado, esperando el desenlace de esta confrontación entre mi padre y Alan, y sin saber qué consecuencias tendría para nuestra relación.

 

- Sí, quería ir... pero mi papá está hablando con mi profesor, entonces...

 

- Yo creo que ellos pueden hablar solos - interrumpió la bibliotecaria, tratando de tranquilizarme.

 

- Ve, hija - dijo mi papá, dándome permiso para irme.

 

Miré a Alan en busca de una respuesta, y él me miró con una expresión que parecía decirme que todo estaría bien. Decidí confiar en él y me dirigí hacia la biblioteca, dejando a mi padre solo con mi profesor, quien también era mi novio.

 

En la biblioteca, traté de distraerme con los libros y el silencio reconfortante que reinaba en el lugar. Aunque intentaba concentrarme en la lectura, mi mente seguía divagando hacia la conversación que estaba teniendo mi padre con mi profesor. Me preguntaba qué estarían hablando, si mi padre descubriría nuestra relación o si habría alguna confrontación.

 

Narra Alan

 

- ¿Y bien, qué pasa con su hija? - pregunté al papá de Brenda, tratando de mantener la calma a pesar de su evidente molestia.

 

- Bueno, la he notado un poco distraída, dispersa, muy desconcentrada, y me gustaría saber si usted sabe por qué - expresó el padre de Brenda, buscando respuestas.

 

- No lo sé, señor... la verdad es que siempre la vi muy enfocada en sus estudios - respondí, intentando explicar mi perspectiva.

 

- Pues parece que no le ha estado prestando mucha atención entonces - afirmó de manera prepotente. - Nunca pude preguntarte, ¿qué edad tienes?

 

- Tengo 23 años, señor - respondí, sin comprender la relevancia de mi edad en la conversación.

 

- 23 años, con razón no prestas atención a todos tus estudiantes... mi hija ha bajado su nivel académico y tú ni cuenta te diste - dijo de manera soberbia, tratando de menospreciar mi capacidad como profesor.

 

- Con todo respeto, no creo que mi edad tenga algo que ver. En todo caso, creo que su hija no está recibiendo la atención que merece en casa. Además, para su información, sí noté que estaba algo distraída y apagada, pero eso se debe a problemas familiares. Ahí radica el problema - respondí, tratando de explicar la situación desde mi punto de vista.

 

- ¿Me estás tratando de mal padre? - dijo, señalándome con el dedo y mostrando su enojo.

 

- Bueno, usted cuestionó mi trabajo solo por mi edad - respondí, intentando defenderme de sus acusaciones.

 

- La primera vez que te vi, pensé que eras un buen chico, pero la verdad es que eres un insolente. Te aseguro que pondré una queja para que tus días como profesor terminen - amenazó, dando la espalda y negándome la oportunidad de responder.

 

Quedé ahí, con las palabras en la boca, sintiendo una mezcla de enojo y frustración. Tomé la rosa que había tirado en el suelo y la aventé con fuerza, dejando que mi frustración se manifestara en ese acto impulsivo. Si así había reaccionado por unas simples calificaciones, no podía ni imaginar cómo sería cuando el padre de Brenda, mi querido suegro, se enterara de nuestra relación.

 

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Capítulo 37: Pasando la noche junto a ti

 

Narra Brenda

 

Las horas de clase pasaban lentamente, ansiando la hora de salida para poder ir a casa. Al fin llegó el momento y salí de la escuela, pero no había visto a Alan en todo el día. Al llegar a casa, mi padre estaba allí.

 

- Hey, ¿qué pasó en la mañana? - pregunté a mi padre.

 

- Bueno, hablé con todos tus profesores y me dieron la razón, bajaste mucho tu nivel académico, estás saliendo bien, pero no al nivel que estabas antes - respondió mi padre.

 

- Papá, solo estoy estresada, no es culpa de nadie, son muchas tareas… eso es todo - intenté justificarme.

 

- No creo que sea solo eso… tus profesores me dijeron que te está pasando algo que te tiene distraída - dijo mi padre preocupado.

 

- Entonces, todos mis profesores están de acuerdo contigo - respondí con sarcasmo.

 

- Me encantaría decir eso, pero tuve un pequeño problema con ese profesor que se cree supermodelo, el de literatura... - mi padre titubeó.

 

- ¿Con Alan? - pregunté alterada - ¿Con el profesor?

 

- Sí, bueno, nada grave, pero es mejor que ya no tomes esa clase, quiero que te cambies - dijo mi padre.

 

- ¿QUÉ? ¿QUÉ ME CAMBIE? ¿POR QUÉ? - grité - Cómo se te ocurre, de ninguna manera, es decir ¿qué pasó entre ustedes? Antes decías que te caía muy bien.

 

- Eso fue la primera vez que lo conocí, pensé que era un buen chico… pero resultó ser un insolente - justificó mi padre.

 

- No me pienso cambiar de clases - dije alterada.

 

- ¿Qué está pasando aquí? - interrumpió mi mamá - ¿Por qué tanto escándalo?

 

- Solo quiero que sepas que una vez intenté dejar su clase y todo salió mal, díselo mamá... - dije con frustración.

 

- ¿Están hablando de la clase de literatura? No, de ninguna manera tienes por qué dejarla, escucha Walter, el profesor Freeman estima mucho a tu hija, la ha ayudado demasiado, es mejor que arreglen sus problemas, sea lo que haya pasado hoy, no debes de dejar que eso le cause problemas a tu hija - intervino mi mamá.

 

- Solo quiero saber qué te está pasando… quiero que estés mejor... - dijo mi padre con preocupación.

 

- ¿Mejor? - interrumpí con un tono de sarcasmo - Me gustaba más cuando me ignorabas. Ahora que por fin me prestas atención, es para arruinar mi vida.

 

Dejé los libros y subí a mi habitación para encerrarme. Estaba muy confundida y no sabía qué había pasado entre Freeman y mi padre, pero sabía que había sido feo.

 

Por un momento, pensé en dejarlo por la paz, pero la curiosidad me estaba matando. Además, tenía muchas ganas de ver a Alan, así que fui a su departamento.

 

- ¡Alan! - dije efusivamente al verlo.

 

- Hola, Brenda. ¿Qué haces aquí? - respondió con seriedad.

 

- ¿Qué piensas que hago aquí? - sonreí - Vine a verte.

 

Alan me dejó pasar, pero no se veía muy animado. Estaba bastante enojado.

 

- No entiendo por qué no me dijiste antes que tu papá iba a venir. Si me hubieras avisado, me hubiera preparado mejor - dijo molesto.

 

- Alan, no te enojes conmigo. Te juro que yo tampoco sabía. Me tomó por sorpresa. ¿Me quieres decir qué pasó? - le pregunté.

 

- ¿No te lo dijo tu padre? - preguntó sorprendido.

 

- No, no me dijo nada. Solo me dijo que estaba enojado contigo. ¿Por qué? Pero si no quieres decirme, puedo irme entonces - respondí.

 

- No, no te vayas - suspiró - Es que no pasó gran cosa. Él prácticamente me dijo que yo no era buen profesor y yo le dije que él no era buen padre.

 

- ¡Alan! ¿Cómo pudiste decir eso? - exclamé sorprendida.

 

- Bueno, estaba muy enojado. Él no fue nada amable. Solo quería defenderme con eso - justificó.

 

- No es un buen comienzo. ¿Te imaginas si él sabe algún día de lo nuestro? Después de esto, no va a querer verte ni en fotografía - le dije preocupada.

 

- Ya lo sé, pero fue culpa de los dos - admitió Alan.

 

- No entiendo qué pasó. Cuando se conocieron la primera vez, todo iba bien. No paraban de hablar de ti. Creían que eras una eminencia - comenté confundida.

 

- Si consigo que puedas hablar con él de nuevo, ¿lo harías? - le propuse.

 

- No lo sé... no sé si sea buena idea - respondió dubitativo.

 

- Vamos, hazlo por mí, por favor Alan - dije haciendo pucheros.

 

- Siempre me ganas con esa carita, es imposible decirte que no... está bien, hablaré con él, siempre y cuando tenga otra actitud - accedió finalmente.

 

- Sí, sí, lo prometo. Te amo, ya tengo que irme, no saben que salí - dije mientras Alan me tomaba de la cintura.

 

- No te vayas, por favor quédate - pidió.

 

- ¿Me propones quedarme toda la noche? - pregunté con una sonrisa pícara.

 

- Mi cama te extraña mucho - respondió Alan.

 

- Estás loco, si no llego en la mañana me matan... ni siquiera pude traer mi auto - respondí con una risa.

 

- Bueno, podemos irnos en la madrugada, claro si tú quieres... di que sí - dijo haciendo pucheros.

 

- Entonces tendré que decir que sí - dije mientras nos abrazábamos.

 

La tarde continuó con películas, videojuegos, libros y bromas, pero llegó la hora de dormir.

 

- Alan... mmm... no tengo nada para dormir, no quiero dormir con mi ropa - dije apenada.

 

- Ahí tienes mi armario, puedes ver si algo te sirve - ofreció Alan.

 

Encontré trajes, playeras, sudaderas, pero nada que se pareciera a un pijama. Finalmente, tomé una playera larga y salí hacia donde estaba Alan.

 

- Te ves sexy con eso - dijo sonriendo.

 

- Por favor... no digas sexy - respondí sonrojada.

 

- ¿Por qué no? - preguntó con una sonrisa pícara.

 

- Porque... tú eres muy sexy, para decir sexy - respondí con una risa.

 

Él se acercó a mí y juntó sus labios con los míos. Puse mis manos alrededor de su cuello y él posó las suyas en mi cintura. Lo quería conmigo, sus manos recorrían mi espalda bajo la playera. Pero de repente reaccioné y comencé a sentir temor. Ligeramente me separé de él...

 

- Alan, Alan - dije.

 

- ¿Pasa algo? - preguntó él.

 

- ¿Me pediste que me quedara contigo para... para acostarte conmigo? Sé que suena tonto preguntar, pero también sé que el día de la fiesta dije cosas muy tontas y quiero decirte que eran los efectos del alcohol. La verdad es que me da miedo - confesé.

 

Alan se rió y la sonrisa en su rostro era incontenible.

 

- ¿De qué te ríes? ¿Dije algo gracioso? - pregunté confundida.

 

- Yo no te pedí que te quedaras para eso, no te forzaré a nada. El día que eso pase, pasará porque tú lo quieres, no porque yo lo diga... no fue mi intención hacerte sentir así - dijo él con ternura.

 

Me dio un tierno beso y después me levanté a la cocina por un poco de café. Cuando salí de la cocina, noté cobijas y almohadas en el sillón.

 

- ¿Qué haces? ¿No piensas dormir en el sillón, verdad? - pregunté con una sonrisa.

 

- Creí que te sentirías más cómoda con la cama para ti sola - respondió él.

 

- Mira que no hay almohada más cómoda que tu pecho, ni hay manta más calentita que tus brazos - dije mientras tomaba su mano y lo dirigía a la cama. Me acomodé en su pecho y él me cubría con sus brazos. Era lo mejor que podía tener.

 

- ¿Cómo te sientes con lo de tus padres? - preguntó tímido, como si pensara que hablar de ese tema estuviera prohibido.

 

- No lo sé, por un lado siento que se van a arreglar pronto, pero por otro lado los siento distantes. Me parece que solo se hablan por mi hermana y por mí - respondí con tristeza.

 

- No estoy seguro de eso - dijo él con seguridad.

 

Levanté la mirada.

 

- ¿A qué te refieres? - pregunté intrigada.

 

- Solo digo que los matrimonios son complicados. A veces hay peleas que tienen solución y a veces solo se reúnen por sus hijos - dijo con seguridad. Pronto comprendí que no quería saber cómo sabía de eso y me quedé callada.

 

Después de esa pequeña conversación, volvimos a estar en silencio por un largo tiempo hasta que decidí romperlo.

 

- ¿Alan?

 

- ¿Sí?

 

- ¿Alguna vez te has imaginado estar así en el futuro?

 

- ¿Así cómo?

 

- Durmiendo todas las noches juntos. No sé, en una familia...

 

- No me gusta pensar en el futuro – dijo – Tú eres mi presente y me gustaría vivirlo cada día junto a ti

 

En ese momento sentí que me desmoronaba de amor. Esa respuesta fue suficiente, Alan me besó en la frente.

 

- Buenas noches, Alan

 

Al día siguiente estaba algo adormilada, pero noté la presencia de alguien mirándome. Abrí lentamente los ojos y vi a Alan parado junto a mí, observándome.

 

- Buenos días, amor. ¿Llevas mucho tiempo mirándome?

 

- No mucho, acabo de venir. Pero me encanta verte dormir

 

- ¿Qué hora es? ¿Por qué ya estás cambiado?

 

- Son las 5 am. No quería despertarte, pero creo que deberíamos irnos ahora para que tus padres no se den cuenta de que no estabas

 

- Ok, dame 5 minutos por favor

 

- Ok, te espero

 

Cuando estaba lista, subí al auto de Alan y después de un rato llegamos a mi casa. El camino fue silencioso, pero no incómodo. Ambos parecíamos estar sumidos en nuestros propios pensamientos. Cuando finalmente llegamos, me di cuenta de que no quería que la noche terminara.

 

- Alan, de verdad que esta fue una de las mejores noches que he pasado en mi vida - dije con una sonrisa en el rostro - Eres lo mejor que tengo, eres lo mejor que me ha pasado. Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo

 

Alan sonrió y me tomó de la mano. 

 

- Te amo infinitamente, Brenda - dijo con ternura en su voz.

 

No quería soltar su mano, no quería que se fuera. Pero sabía que tenía que despedirme. Lentamente me desabroché el cinturón de seguridad y me giré hacia él.

 

- Cuídate mucho, Alan

 

- Que tengas un buen descanso, mi amor - dijo mientras me daba un beso en la mejilla.

 

Salí del auto y caminé hacia mi casa. Antes de entrar, me giré para ver a Alan una última vez. Él estaba sonriendo y agitando la mano. Me devolvió el gesto y entré en casa, sintiéndome feliz y agradecida por haber encontrado a alguien como él.

 

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Capítulo 38: Sueños olvidados

 

Narra Brenda

 

Tratando de no hacer ruido, subí rápidamente a mi habitación. Eran las 6 de la mañana y, aunque estaba cansada, me costaba conciliar el sueño. Me sentía extraña estando sola después de haber estado rodeada por los brazos de Alan.

 

Como era sábado y no tenía planes, decidí dormir hasta tarde, incluso hasta el mediodía. Pero justo cuando estaba a punto de quedarme dormida de nuevo, alguien tocó a mi puerta.

 

Toc-toc (golpean la puerta)

 

- ¿Quién es? - pregunté adormilada.

 

- Soy yo, hija. ¿Puedo pasar? - dijo mi papá.

 

- Adelante - respondí somnolienta.

 

Mi papá entró en la habitación y se acercó a mí.

 

- Lo siento, hija. No quería hacerte sentir mal. Estoy dispuesto a arreglar mi error. Pedí en la escuela el número del profesor Freeman y lo llamaré para pedirle disculpas hoy mismo.

 

- ¿De verdad? - dije entusiasmada.

 

- Claro. La primera vez estaba muy nervioso y reconozco que fui muy grosero.

 

Me sentí aliviada y agradecida por las palabras de mi padre. Salté a sus brazos y lo abracé.

 

- Gracias, papá.

 

Después de un rato, me disculpé yo también por haberme comportado mal con él.

 

- Discúlpame tú a mí por haber sido muy dura contigo - dije apenada.

 

- No pasa nada, mi niña - dijo mi papá, abrazándome.

 

Después de que mi padre se fue, llamé a Alan. No tardó en contestar, pero antes de que pudiera hablar, interrumpí.

 

- Hola, mi príncipe - dije sonriendo.

 

- Hola, mi princesa - respondió él, también sonriendo.

 

- Escucha, amor, te llamaba para decirte que mi padre quiere hablar contigo para disculparse. Dijiste que hablarías con él.

 

- Está bien, pero quiero que sepas que lo hago por ti - dijo Alan.

 

- Gracias, gracias, gracias. Te amo, te amo, te amo - dije sonriendo.

 

- Yo también te amo... y quiero llevarme bien con mi suegro - dijo Alan, sonriendo.

 

- Hasta pronto, amor. Será mejor que corte, mi papá debe estar por llamarte.

 

- Cuídate, hermosa.

 

Narra Alan

 

Ni bien cortó Brenda, mi celular no tardó en sonar otra vez con un número desconocido. Era mi suegro.

 

- Hola - contesté.

 

- Señor Freeman, soy Walter Brown, el padre de Brenda.

 

- Sí... ¿Qué se le ofrece? - pregunté, un poco sorprendido.

 

- Quería disculparme con usted por cómo lo traté. Reconozco que fui muy duro con usted. ¿Le parece si nos juntamos hoy a las 6 pm en el Bar Libertad para tomarnos unas cervezas?

 

- Me parece bien. Lo veo ahí - dije, y colgué.

 

Siendo sincero, estaba nervioso. Después de todo, iba a encontrarme con mi suegro, aunque él no lo sabía. Después de que la primera vez no nos fue bien, no sabía qué esperar ahora.

 

Cuando llegué al bar, él ya estaba sentado en una mesa.

 

- Creo que es mejor ahorrarnos la parte en la que nos disculpamos. Creo que ambos sabemos que nuestra actitud fue incorrecta - dijo decidido.

 

- Me parece bien - dije, asintiendo.

 

- Bien, primero que nada, creo que nunca le dije mi nombre. Soy Walter, Walter Brown - dijo mi suegro.

 

- Alan Freeman - respondí, presentándome.

 

- Bueno, ahora sí me gustaría hablar de mi hija. Para eso estamos aquí, pero ¿por qué no me cuentas algo de ti para empezar?

 

Pedimos una cerveza y, después, pasé casi media hora tratando de explicarme.

 

- Eres muy joven. ¿Has pensado en casarte? ¿Tienes novia? - preguntó mi suegro.

 

Al escuchar eso, sentí que un cinturón imaginario aplastaba mi cuello. Traté de sonar lo más tranquilo posible, pero la pregunta me descolocó. Aunque lo entiendo, ¿cómo iba a saber él que mi novia era su hija?

 

- ¿Novia? Es complicado... difícil de explicar - dije, tratando de desviar la conversación.

 

- Entiendo... Sabes, una de las cosas que me preocupa de mi hija es que tenga novio. Para eso necesito que seas honesto, no como profesor, sino como alguien allegado a ella. Me he enterado de que tú eres su profesor favorito, ella te tiene mucha confianza. Entonces... ¿sabes si mi hija está saliendo con alguien? ¿Sabes si tiene novio? - preguntó mi suegro.

 

- ¿Saliendo con alguien? ¿Novio? ¿Su hija? No, señor, yo no podría decirlo. ¿Pasa algo con ella? - pregunté, preocupado.

 

- No es que no quiera que tenga novio, obviamente está creciendo, pero me preocupa por qué está dejando sus sueños. Estoy seguro de que lo está dejando por él. Verás, desde chica ella ha querido estudiar Literatura - explicó mi suegro.

 

- Lo sé, ella me lo ha comentado y realmente tiene mucho talento. Sé que si se lo propone, llegará muy lejos - dije, tratando de aliviar su preocupación.

 

- Sí, estoy de acuerdo contigo. Brenda tiene un sueño increíble de estudiar en el M.I.T. en Boston, el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Todos sabemos lo desafiante y costoso que es estudiar allí, y es admirable el nivel de esfuerzo que ella ha puesto para lograrlo. Hace año y medio, comenzó a tramitar una beca para poder estudiar en esa universidad. Sin embargo, recientemente su mamá me comentó algo sorprendente: Brenda está considerando la idea de quedarse a estudiar aquí. Me parece algo incomprensible después de tantos años de sacrificio y madrugadas para perseguir su sueño. Estoy seguro de que su decisión está influenciada por su novio. ¿Qué opinas tú al respecto? - expresó el padre de Brenda.

 

Me sentí culpable en ese momento. Brenda nunca me había mencionado que quisiera estudiar en el M.I.T., y no sabía cómo reaccionar. Me quedé sin palabras, paralizado por completo. ¿Acaso era mi culpa que ella estuviera considerando quedarse y abandonar sus sueños? Después de todo, yo era el novio del que hablaba su papá. Me invadió una sensación de incertidumbre y me pregunté si de alguna manera había influido en su cambio de planes.

 

- Bueno, es común que los adolescentes cambien de opinión sobre sus metas y sueños. No necesariamente es culpa de alguien en particular. Sin embargo, es importante que estemos atentos a las señales y preocupaciones de Brenda. ¿Por qué piensa que ella puede tener novio? ¿Ha notado algo inusual en su comportamiento que le haga pensar eso? Es posible que haya indicios o detalles que le hayan llamado la atención. Sería interesante explorar más a fondo esta situación para entender mejor sus motivaciones y decisiones.

 

- Bueno, su madre y su hermana me comentaron que la encontraron cantando y bailando. Resulta que Brenda solía ser una persona muy tranquila y siempre se levantaba temprano, generalmente a las 6 am. Cuando nosotros nos levantamos a las 6:30 am, ella ya había terminado de desayunar. Sin embargo, su madre y su hermana me contaron que hace un par de días la encontraron cantando en voz alta y girando al ritmo de \"Wouldn\'t it be nice\" de los Beach Boys. Parecía radiante de felicidad. Además, como mencioné ayer, su rendimiento académico ha disminuido considerablemente, y sospecho que se debe a que está saliendo con alguien.

 

Cuando escuché eso, una parte de mí no pudo evitar sentir una pequeña alegría interior. No podía creer que ella me amara tanto. Sin embargo, seguía sintiéndome culpable, ya que sentía que por mi culpa ella estaba renunciando a sus sueños.

 

- No se preocupe, señor. Hablaré con ella y trataré de aconsejarla para que no abandone su sueño.

 

- Gracias. Sé que mi hija confía mucho en ti y no te pediría esto si no fuera realmente importante. Me encantaría que me ayudaras a hacerle ver que no vale la pena abandonar sus sueños.

 

- Por supuesto, haré todo lo posible para intentar cambiar su opinión.

 

Pasamos hablando otros 10 minutos y luego me fui. Me sentía culpable y confundido, pero no quería admitirlo en voz alta. Sin embargo, no podía dejar de pensar en el impacto negativo que estaba teniendo en los sueños de Brenda. Me sentía sorprendido y abrumado por el hecho de que ella estuviera dispuesta a sacrificar sus propios sueños por mí. Nunca antes me había sentido tan amado por alguien.

 

Narra Brenda

 

Estaba en la sala, leyendo un libro mientras esperaba a que mi papá llegara a casa. Tenía curiosidad por saber cómo le había ido con Alan, así que cuando él abrió la puerta de la sala y entró, no pude evitar preguntar.

 

- Hola, papá. ¿Puedo saber cómo te fue con el profesor Freeman?

 

Él sonrió y respondió:

 

- Muy bien, tenías razón. Tu profesor es una buena persona.

 

Mi sonrisa se amplió y le pregunté emocionada:

 

- ¿De verdad? ¿De qué hablaron?

 

Sin embargo, mi papá simplemente dijo que no había nada de qué preocuparse y salió de la sala, dejándome con una gran intriga sobre lo que habían platicado. Necesitaba saber de qué se trataba.

 

Al otro día, me desperté temprano como de costumbre. Después de realizar mis actividades matutinas y preparar el desayuno, me dirigí a la escuela. Sabía que no podía hablar con Alan en la escuela, así que después de pasar por la biblioteca para leer un poco y asistir a todas mis clases, fui al departamento de Alan.

 

- Alan, hola amor - le saludé, intentando besar sus labios. Sin embargo, él giró la cabeza y mi beso aterrizó en su mejilla, lo cual me desconcertó.

 

- Brenda, ¿qué haces aquí? - preguntó con seriedad.

 

- Vine a verte - respondí, un poco confundida por su reacción.

 

- Entra - dijo, invitándome a pasar.

 

- ¿Pasa algo? - pregunté, notando su actitud cortante.

 

- ¿De qué? ¿Qué podría pasar? - respondió de forma evasiva.

 

- Bueno, noté que no me dejaste besarte y estás respondiendo de manera brusca.

 

- Bueno, ¿quieres hablar de algo? Hablemos del hecho de que nunca me contaste que tu sueño era estudiar en Boston, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, y que ahora has suspendido la beca por quedarte aquí - dijo de manera directa.

 

Intenté calmarme antes de responder.

 

- Te lo dijo mi papá, ¿verdad? - pregunté.

 

- ¿Qué importa quién me lo dijo? Tú nunca me lo contaste. ¿Por qué? - respondió Alan.

 

- Alan, eso era un sueño que tenía desde hace años. Ahora las cosas son diferentes. Eso fue antes de que te conociera - intenté explicar.

 

- Entonces creo que tu papá tiene razón. Yo soy el culpable... Por mi culpa estás renunciando a tus sueños - dijo Alan con pesar.

 

- ¿Él dijo eso? ¿Así lo dijo? ¿Con esas palabras? - pregunté, buscando claridad.

 

- No, no lo dijo con esas palabras, pero él cree que tu novio es el que te ha distraído de tu sueño. Y casualmente, tu novio soy yo. Yo soy el culpable de que renuncies a tu sueño. Si eso es así, entonces creo que lo mejor para ti será que yo me aparte de tu camino. Soy un obstáculo entre tú y tus sueños - dijo Alan, con resignación.

 

- ¡Cállate! - lo interrumpí, levantando la voz. - Ni se te ocurra decirlo o pensarlo. No, Alan, NO - grité con determinación.

 

- Escucha, es lo mejor para ti. Es lo mejor para tu futuro - trató de argumentar.

 

- Tú no puedes decidir lo que es mejor para mí. No decides lo que es mejor para mi futuro. ¡Ya te lo he dicho antes! ¡Y ahora te lo repito! Si terminamos, será porque el amor ya no existe, porque el amor se terminó, no por esto... ¿O acaso ya no me amas? - le cuestioné, con el corazón acelerado.

 

- Te amo más que a nada y no me cansaré de decirlo. Quiero lo mejor para ti y lo mejor para tu vida - respondió Alan, con sinceridad.

 

- Tú eres lo mejor para mí y lo mejor para mi vida. Necesito que entiendas eso - afirmé, con convicción en mis palabras.

 

Me levanté en puntitas para darle un beso, y él me correspondió. Miré el reloj y me di cuenta de que ya era muy tarde.

 

- Tengo que irme, pero tenemos que hablar de esto. Solo espero que borres esta estúpida idea de tu cabeza. Te amo, Alan - le dije con ternura.

 

- Yo también te amo, Brenda... Nunca he amado a nadie como te amo a ti - respondió Alan sinceramente.

 

Salí de su apartamento sintiéndome un poco más tranquila. Sabía que él hacía esto porque quería que yo cumpliera mis sueños, pero yo estaba dispuesta a dejar \"mis sueños\" por él.

 

Al día siguiente, en la escuela, fui a mi casillero y al abrirlo, una nota cayó y la recogí:

 

\"Brenda:

 

Tienes toda la razón, no puedo decidir lo que es mejor para ti. Solo quiero que sepas que mi mayor deseo es verte feliz. Soy infinitamente feliz a tu lado y no quiero perderte. Estaré contigo hasta que tú me lo permitas. Te amo y espero que puedas perdonar mi estúpida actitud de ayer.\"

 

Sonreí al leer esas palabras y sentí un alivio en mi corazón. Sabía que estábamos juntos en esto y que él realmente me amaba.

 

¿Perdonarlo? ¿Acaso tenía otra opción? Mi corazón late con fuerza cada vez que lo veo. Después de entrar a las demás clases, llegó la hora y entré a su clase. En mi pupitre había una rosa idéntica a la que él me iba a dar cuando habló con mi papá por primera vez. Comenzó su clase y trató de no mirarme mientras hablaba. Gracias al cielo, su clase terminó pronto. Esperé a que todos salieran del salón y me acerqué a su escritorio. Mi instinto me decía que lo besara ahí mismo, pero me contuve.

 

- ¿Profesor Freeman? - lo llamé.

 

- ¿Sí? - respondió.

 

- Es solo que tengo mucha tarea hoy por la tarde, me preguntaba si usted podría ayudarme...

 

- ¿Acaso me está pidiendo una cita, señorita? - preguntó con una sonrisa.

 

- ¿Es una mala idea? - le respondí, con una sonrisa juguetona.

 

- No, para nada - dijo sonriendo.

 

- Es lo menos que puedo hacer después de la carta y la rosa que alguien dejó para mí - le dije, agradecida.

 

- ¿Le parece a las 4 pm en mi departamento? - propuso.

 

- ¡Qué gran idea! Me gusta ese lugar - respondí emocionada.

 

Él solo sonrió. Me paré en el marco de la puerta para salir y él dijo:

 

- Te amo, señorita Brown.

 

Ahora fui yo la que sonrió. Besé mi mano y soplé en su dirección antes de salir corriendo, llena de alegría y emoción.