Mirada inabordable
Es la misma senda que recuerda mi infancia. Aquí está la misma cerca, allí las moreras cubriéndose de polvo, allí altares rupestres donde los sueños se hacen roca, con sus nidos de cigueñas en donde en jornada ancha de pasión entre lo verde el mirlo llena con su canto la llanura y los cerros Y un recuerdo espectral que eternamente sigue, de piedras, el sol de las seis, la perfecta inmovilidad, el encinar. Por ahí, estará, sin duda también el petirrojo y el gorrión, Y el tordo, cuyo nido se esconde En la línea comba de las últimas riberas, los ojos amarillos del búho real, la masa de las retamas, el agua estancada, ramas secas, el camino de piedras, trigales dorados movidos por el viento, arbustos faltos de interés, obedientes milanos errantes, los mirlos negros..., Y el angosto camino que amarillea con el codeso cayendo en hondonada sobre el barranco. Es la misma vereda y bancales llenos de peligro. Allí está el horizonte donde existe un siempre viviendo del crepusculo, que la verticalidad ignora, Autoengaño de un pasado a su vez protector. Allí los zarzales llenándose de polvo, mientras miran los juncos, testigos en la ribera, y se responde, el vuelo de las golondrinas en ángulos circulares Es el mismo atardecer adonde condujo mi infancia Todo pasa Nada podrás retornar, Vida que ya no sientes, arroyuelo en silencio móvil De todas formas yo te acepto !Camino¡ acaso hay algo mejor que evocar todo aquello Donde se concentra la naturaleza descrita de la mirada Y más allá, la vida real que ya empieza ahora...
Ore
Acuarela. Calandria en rama de encina. Autor Ore