De sus ojos marrones y bellos,
emana un dulce llanto,
cual gotas remotas de su incauta alma,
y luce un cándido arroyo, azulenco y verde.
Cuando llora, parece que canta.
Agridulces chispas reflejan ansiosas,
como un arcoíris contra un sol calmado.
El arroyo eterno de mis fantasías
Se ve relejado;
Cristalino, tierno, dulce, y aquietado.
Y yo, impaciente
por ver a mis ansias reflejarse en ellos;
al ver esos ojos, me entristecen luego;
al sentir el fuego
de un desdén inmenso
que, como una espina de xochitl traviesa,
atraviesa el meollo de mi pensamiento,
y alborota a saltos a mi corazón…
al temer que nunca seré parte de ellos…
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