De la noche a la mañana; se me hizo costumbre notar como, lentamente, las yemas de mis dedos dibujaban un paisaje sutil en la inmensidad de tu pecho;
Como si al unir cada uno de tus lunares con ese trazo tenue podría formar infinitas galaxias; leer los secretos que ocultaba la suavidad de tu piel.
Quizá algún día pueda poner en palabras los eternos mundos que vivencie allí;
Las noches gélidas en las que fuiste mi escudo y las tantas donde juraba tener el infierno entre mis manos.