Era un seis de noviembre
día de mi cumpleaños,
no sé porque motivos
o razones inexplicables decidí
festejarlo en soledad
en mi casa de veraneo,
enclavada en medio de los cerros
en el valle de Aconquija
Quizás una de mis tantas locuras
me llevaron a aislarme
en un día tan especial,
olvidé que ahí tenía amigos
que siempre me esperaban,
al encender las luces de la casa,
aparecían a caballo, con las guitarras
la damajuana de tinto
colgada de la montura
y algo de carne para el asado
Así que no fue una sorpresa
encontrarme con ellos ese día,
lo que, si fue una sorpresa,
ya avanzada la noche,
apareció un bello arco iris
preludiando la llegada,
de mis hijos y nietos queridos
con su carga de amor y de alegría,
a celebrar conmigo,
no fue una frustración
el cambio de planes,
porque los besos y abrazos
que vinieron con ellos
me colmaron de alegría
y de indescriptible emoción
Festejaba con mis amigos
pero había en mi alma
un vació que sólo pudo llenarse
con su amor y su cariño
La fiesta duró hasta el amanecer.
pero el recuerdo de ese gesto
inesperado y hermoso,
de tenerlos cariñosamente conmigo
en ese momento crucial,
a pesar del paso de los años
aún está latente en mi corazón.