Pancho Villa
Silvia Aquino
Xochimilco, Ciudad de México
Planeta en crisis:
empieza
el siglo XX.
México,
dictadura,
territorio
poseído
por pocos
hacendados,
explotadores
de indios
y mestizos.
Peones
que morían
en plena
juventud.
Haciendas fatales:
pulqueras en Hidalgo,
azucareras en Morelos,
henequeneras en Yucatán,
algodoneras en Coahuila.
Vida infame
en “tiendas de raya”,
mano de obra
forzada,
peón = esclavo.
Entre los peones nacen
héroes populares,
surge la sublevación…
A la joven Martina,
hermana
de Doroteo Arango,
el cruel hacendado,
en Durango,
la violenta:
el joven campesino
no soporta el agravio
y lo asesina.
Por ello el joven
sube al monte,
para cuidar su vida.
Norteño generoso
conoce en carne propia
sufrimientos
del campo.
Comandante del ejército
de la División del Norte
rodeado siempre
por sus legendarios
Dorados.
Pancho Villa,
nombre eterno,
Centauro del Norte.
En 1915,
Villa pasa
por Monterrey:
es un ícono
del pueblo;
por ello Raúl,
de 14 años,
abuelo materno,
sale de su rancho
para conocerlo.
El joven norteño
lo saluda
y le pide
permiso
para luchar
con él.
Pancho Villa mira
con agrado
al adolescente
y le dice: “morro,
tu General
hoy solo necesita tabaco”.
Corre
el apuesto jovencito
a conseguir cigarros
para
el general Villa.
Orgullo de mi
abuelo
haber visto
a los ojos
al amigo de los pobres,
al inolvidable ¡Pancho Villa!