Será el fragor del arroyo
o la liviana caída del otoño,
el ataque hertziano
inesquivable
o el último recodo de la calle.
El azul
que baña el cristalino,
los muros ignotos que susurran
larga epifanía de noches,
el perfume adosado al pecho
o la vibrante transparencia.
El dominio,
cuerpos de goma, gigantes
de pie de barro. Laurel
sobre emanaciones de jazmines.
El filo de una mirada
provoca borbotones de leucocitos,
accidentes gramaticales.
No se
en que manantial bebió
Aquel –untado de pez-. Señor
de las inmaculadas sombras.
Quiero olvidar la lluvia de volcanes,
tempestad de muslos,
tormenta de labios
sed de ojos cautivos.
Sacaré el hollín de los poros
de mi piel
y dejaré que las estrellas
jueguen con mi desnudez.