Crecer
es aprender
a despedirse.
—Risto Mejide.
Crecer o no crecer,
that\'s the question.
Conformarse siendo peón
en un tablero a veces negro
a veces blanco o soñar,
aspirar a ser algún día
el rey —o incluso mejor ,
la reina— y madrugar día
a día para alcanzar a subirse
a un trono mentiroso, de
cartón piedra; a una silla
eléctrica que se ofrece como
aliciente en un paquete
de magdalenas si te acercas
a ese tenducho que debajo
de tu casa esta abierto todo el día,
que debe de ser un chino
porque no sabe lo que es cerrar,
ni siquiera en la pesadez
de la tarde primera del verano,
cuando a las cigarras apenas les queda
un hilo de voz para seguir cantando,
y que se encaja en la esquina
izquierda de la calle que queda
a la derecha de ninguna barriada,
de ninguna vecindad, de ninguna
vida, de ninguna sensatez.
Me da la sensación de que me niego
a crecer, de que no sé qué me espera
al otro lado de la lozanía, de la prestancia,
de la fuerza en las manos, en las piernas,
y que ese no saber me empuja
hacia atrás como aquel cetme que cargaba,
limpiaba y a veces disparaba durante
los meses vacíos que dediqué a la patria
—aunque nada sea nunca en vano—.
Y eso de aprender a despedirse...
Sobre eso ya escribí algo.
Mantuve que la muerte solo nos llega
al conocimiento a través del otro,
que le tenemos tanto miedo que nos negamos
tajantes a verla dentro, a ver cómo la carne
va muriendo a una cadencia genética
y disimulada consistente en un ir renovándose
cada ciertos años con alguna pérdida de datos
para así evitarnos el maltrago de volvernos
inmortales y disputarle el trono a quien
se dice Dios, quien se erige como el rey
del tablero y cuya autoridad por nada del mundo
se presta a disputar ni a perder.
No quiero aprender a eso, prefiero estudiar
otra carrera, una donde no tenga
que girar la muñeca, con la mano abierta,
de un lado a otro como si fuese una bandera
y dejar, acto seguido, de ver para siempre a nadie
que haya arrancado, o ingerido, aunque fuese
una migaja de un corazón como el mío.
Prefiero aprender Astronomía...