Una voz que se evapora,
sobre las formas en las sábanas,
abandonando la ceremonia de la vigilia y la entrega.
Frágil, sostenida en el aire por evocaciones y sombras,
olvidando los nombres de los cuerpos que habita,
olvidando las manos, el latido y el vientre,
evaporándose inconsciente, abandonando las ropas,
inundando de silencios la mirada y el tacto.
Disipando las formas, la piel y la memoria,
dejando los vientres adheridos a las ventanas,
deambulando en el cuarto cual deseo desvelado,
sobre escombros de besos
y cenizas de sueños