Nos asomamos a la vida
con la frente arrugada,
el ceño fruncido,
rictus de dolor,
semblante de amargura.
Lloramos a los pocos instantes
no por el aire nuevo
sino por sentirnos agredidos;
después siempre durmiendo,
durmiendo y, tal vez, soñando;
al despertar otra vez los lloros
-antesala de la vida
presagio del espanto-.
Alguien se empeñará
en enseñarnos a sonreír;
insistirá una vez y otra vez más,
para que hagamos la mueca
por todos esperada.
Muchos rostros nos mirarán,
muchas bocas nos hablarán
y siempre con una sonrisa,
hasta que por fin aprendamos
el arte de reír; ese difícil arte
que no nos viene bajo el brazo.
Así aprendemos la primera mentira,
ésa que nos durará toda una vida.
Viviremos mintiendo,
envejeceremos mintiendo
una y otra vez, y más de mil veces mil;
mas, al llegar la muerte…
¿lloraremos o sonreiremos?