La culpa cubre mi alma enajenada.
Esta culpa se cuelga a mi destino.
Condenada, sin luz y sin camino,
de este mundo y del cielo, desterrada.
Y cual un testamento está guardada
en este corazón seco y dañino.
En seca y negra sangre, en pergamino,
y en este corazón, está pintada.
No alivian ni razón, ni fe extraviada,
ni esperanza de algún perdón divino,
ni aún la espera de una muerte ansiada.
Y podrá ser mi alma destrozada
por este cruel dolor, este asesino,
mas mi culpa jamás será expiada.