La vida me sonaba a verde
a las siete de la tarde,
cuando bajaba de la cima de un monte,
de la espesura de sus entrañas
del helecho verde.
Camino de ida y vuelta,
dónde otros días veía tres burros
y sus rebuznos,
hoy veía tres negros cuervos
con plumas de luto color negro turba.
No pude distraer la mente,
mal augurio pensé,
la flor negra de la tarde,
el féretro donde yace el pétalo,
un mal viento en el silencio de mi pensamiento.
A un gato negro en su camino
se le cruzó otro gato negro.
¡Qué mala suerte!
la del gato negro muerto
atropellado por un vehículo negro.
Está el cuerpo desparramado,
protesto por su muerte,
asfalto con carne de gato aplastado
a las siete de la tarde,
el paisaje conserva su pose inocente.