Capítulo 50: Boda Secreta
Narra Brenda
Al día siguiente, un sábado soleado, Alan me sorprendió con una invitación a su departamento. Me dijo que tenía algo especial preparado para mí.
Como siempre, tuve que inventar una excusa para poder escaparme y dirigirme hacia allá. Al llegar, Alan me recibió con una sonrisa radiante y abrió la puerta de inmediato.
- ¡Hola, amor! - exclamé emocionada, saltando a sus brazos y dándole un beso apasionado.
- Pasa - me invitó, rodeándome con sus brazos.
Entramos juntos y él cerró la puerta detrás de nosotros, creando un ambiente de intimidad.
- Entonces - dije con una sonrisa curiosa - ¿cuál es la sorpresa?
Alan, con un tono misterioso, me indicó que la sorpresa estaba en su habitación.
- En mi santuario de amor, en la morada de nuestros sueños compartidos, aguarda tu sorpresa - me susurró Alan, envolviendo sus palabras en un tono misterioso y cargado de emociones.
- ¿Puedes darme alguna pista? - pregunté expectante.
- No, tendrás que descubrirlo por ti misma - respondió, guiñándome un ojo.
- ¡Qué dulce misterio! - exclamé con una sonrisa radiante, dejando que la curiosidad y la emoción me envolvieran por completo mientras me adentraba en su cuarto, ansiosa por descubrir el regalo que me aguardaba en aquellas cuatro paredes llenas de amor y complicidad.
Al cruzar el umbral de su santuario, mis ojos se encontraron con una visión celestial: sobre su cama, reposaba una caja plateada adornada con una tarjeta que llevaba impreso mi nombre en letras delicadas. Sentí cómo mi corazón latía con fuerza, anticipando el contenido de aquel obsequio que prometía desatar emociones indescriptibles.
Al abrir la caja, encontré una nota que decía: \"Úsame\". Al sacar el contenido, descubrí un hermoso vestido de novia. Aunque no entendía completamente lo que estaba sucediendo, no pude resistir la tentación de probármelo.
El vestido era una obra de arte: blanco, con un diseño inflado, sin mangas, y venía acompañado de un velo y unos zapatos blancos que combinaban a la perfección. Después de arreglarme el cabello y maquillarme, me puse el velo con una sonrisa ilusionada.
Cuando salí de la habitación, Alan me estaba esperando con un elegante esmoquin y la corbata que yo le había regalado.
- Te ves absolutamente hermosa, amor - dijo Alan, admirándome con ternura.
- Tú también estás guapísimo - respondí, sin poder apartar la mirada de él.
Extendió su brazo hacia mí y dijo:
- ¿Nos vamos?
Tomé su brazo con delicadeza y pregunté con curiosidad:
- ¿A dónde nos dirigimos?
- A la segunda parte de tu sorpresa - respondió, saliendo juntos, vestidos como una auténtica pareja de recién casados. Al abrir la puerta, nos esperaba una lujosa limusina.
- Adelante, señorita - dijo Alan, galante, mientras me ayudaba a entrar.
- Gracias - le agradecí, emocionada, acomodándome en el interior de la limusina junto a él.
El chofer nos condujo hacia el aeropuerto, donde un helicóptero nos esperaba en la pista.
- ¿Qué hacemos aquí? - pregunté, llena de intriga.
- Vamos por la segunda parte de tu sorpresa - reveló Alan, ayudándome a subir al helicóptero.
Mientras volábamos en medio del cielo, riendo y disfrutando de la emoción del momento, me di cuenta de que esta sería una experiencia inolvidable y llena de amor.
Cuando estábamos a punto de llegar, Alan habló con ternura en su voz:
- Bueno, mi amor, ha llegado el momento... - susurró mientras sacaba una venda con delicadeza.
- ¿El momento de qué? ¿Qué planeas hacer con eso? - pregunté, intrigada por sus acciones.
- Quiero que confíes en mí, Brenda. Esta sorpresa es especial y quiero que la disfrutes plenamente. Por eso, voy a vendarte los ojos - explicó, acariciando mi rostro con suavidad.
- ¿Qué? No, no es necesario... - respondí, sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo.
Alan tomó suavemente mis manos y me miró con ternura.
- Brenda, por favor, confía en mí. Esta sorpresa es algo único y especial para ti. Quiero que experimentes cada momento sin tener ninguna pista visual. Permíteme vendarte los ojos para que la emoción sea aún más intensa - explicó, transmitiendo su sinceridad a través de sus palabras.
Aunque mi corazón latía acelerado, decidí confiar en él y asentí con una sonrisa nerviosa.
- Pero me da miedo... - admití, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba.
Alan me envolvió en sus brazos protectores y, después de un minuto, escuché el suave aterrizaje del helicóptero.
- ¿Ya hemos llegado? - pregunté, con una mezcla de emoción y nerviosismo en mi voz.
- Sí, mi amor. No te preocupes, estoy aquí contigo. ¿Estás lista para vivir algo mágico? - susurró Alan, abrazándome con ternura y besando mi mejilla con dulzura.
Con cuidado, Alan descendió primero y luego me ayudó a bajar, manteniendo mis ojos vendados para mantener el misterio intacto.
- Alan, ¿qué significa todo esto? Me estás intrigando demasiado... - expresé, sintiendo una mezcla de emoción y curiosidad.
- No te preocupes, mi amor. Todo será revelado en su momento. Confía en mí - susurró Alan, tomando mis manos con suavidad.
Después de unos instantes de suspenso, sentí cómo Alan retiraba con delicadeza la venda de mis ojos. Una vez que pude ver claramente, me encontré en un lugar mágico y encantador.
Frente a nosotros, se extendía una mesa elegantemente decorada para dos personas, con una exquisita selección de platos salados y dulces. Una hermosa torta de boda ocupaba un lugar destacado en el centro. Un arco de flores, lleno de colores vibrantes, se alzaba majestuosamente a poca distancia de la mesa, creando un ambiente romántico y encantador. Meseros sonrientes se movían con gracia alrededor, listos para atendernos.
- ¿Qué es todo esto? - pregunté, con una sonrisa de asombro y felicidad en mis labios. - ¿Dónde estamos?
Alan, con una mirada llena de amor y complicidad, reveló la sorpresa:
- Mi amor, esto es nuestra boda secreta. Estamos en un rincón especial de Cambridge, una ciudad apartada de las miradas curiosas. Aquí, solo existimos tú y yo, sin interferencias ni distracciones.
Sentí cómo mi corazón se llenaba de alegría y emoción, sin poder creer la magnitud de la sorpresa.
En ese instante, Alan se arrodilló frente a mí, sacando una pequeña caja de su bolsillo.
- Brenda Brown... ¿me harías el honor de casarte conmigo? - dijo, mostrándome dos cadenitas con dijes especiales. Una decía \"Mi esposo me ama\"y la otra decía y \"Mi esposa me ama\".
Se parecían a la cadenita que me había regalado, aquella que llevaba la inscripción \"Novios para siempre\".
Las lágrimas de felicidad inundaron mis ojos, y con un suspiro de emoción, respondí:
- Sí, mi amor. Quiero pasar el resto de mi vida contigo. Acepto con todo mi corazón.
Él me tomó de la cintura y me hizo girar en el aire, envolviéndonos en un torbellino de felicidad y emoción. En ese mágico instante, la melodía de la marcha nupcial comenzó a sonar, creando una atmósfera llena de romanticismo. Alan tomó la cadenita que decía \"Mi esposo me ama\" y con ternura la colocó alrededor de mi cuello.
- Yo, Alan Freeman, tomo a mi amada Brenda como mi esposa, prometiendo amarla y respetarla en cada amanecer y en cada anochecer, a lo largo de toda nuestra existencia - pronunció con voz firme y llena de amor.
Llena de emoción, tomé la cadenita que decía \"Mi esposa me ama\" y la deslicé con delicadeza alrededor de su cuello.
- Yo, Brenda Brown, tomo a mi querido profesor como mi esposo, prometiendo amarlo, apoyarlo y ser su compañera en todas las aventuras y desafíos que la vida nos depare, a lo largo de toda la eternidad - expresé con una sonrisa radiante, provocando una risa cálida en Alan.
- Ahora somos marido y mujer - afirmó Alan con alegría. - ¿Puedo besar a la novia?
- Si no lo haces, te persigo hasta el fin del mundo - respondí entre risas, contagiada por su felicidad.
Alan me atrajo hacia él, rodeándome con sus brazos protectores. Nuestros labios se encontraron en un beso apasionado y lleno de amor, sellando nuestro compromiso eterno. Sin darnos cuenta, estábamos besándonos como esposos, Alan Freeman y Brenda Brown. Una melodía romántica comenzó a sonar, envolviéndonos en su dulce melodía.
- ¿Me concederías esta canción, princesa? - susurró Alan, ofreciéndome su mano. Asentí con una sonrisa iluminando mi rostro y tomé su mano con ternura.
Comenzamos a bailar al compás de la música, nuestros cuerpos moviéndose en perfecta armonía. Descansé mi cabeza en su hombro, sintiendo su calidez y su amor envolviéndome por completo. En un momento de complicidad, levanté mi rostro y Alan depositó un beso suave y tierno en mis labios.
El tiempo parecía detenerse mientras continuábamos danzando, sumergidos en un mundo solo para nosotros dos. La felicidad y el amor llenaban el ambiente, creando recuerdos inolvidables. De repente, una limusina se detuvo frente a nosotros, anunciando el siguiente capítulo de nuestra aventura juntos.
- Es hora de partir - susurró Alan, mirándome con ojos llenos de entusiasmo.
- ¿A dónde nos lleva nuestra historia, mi amor? - pregunté, emocionada por lo que vendría.
- Nos espera nuestra luna de miel, donde crearemos nuevos recuerdos y escribiremos nuestro futuro juntos - respondió Alan, con una sonrisa llena de promesas.
Tomados de la mano, nos adentramos en la limusina, listos para continuar nuestro viaje de amor y felicidad, mientras el mundo exterior se desvanecía y solo existíamos nosotros dos, unidos por un amor eterno.
Íbamos en la limosina, disfrutando de besos apasionados durante todo el trayecto mientras recorríamos la ciudad. Nuestra cámara estaba llena de fotos que aún no habíamos revelado, capturando momentos especiales de nuestra boda y de nuestro viaje juntos.
Finalmente, llegamos a un lugar donde se revelaban las fotos. Alan descendió de la limosina y extendió su mano para ayudarme a bajar.
- ¿Qué nos espera aquí? - pregunté, emocionada por descubrir la siguiente sorpresa de Alan.
- Es una sorpresa, cariño. Ya lo verás... - respondió Alan con una sonrisa traviesa. Nos dirigimos hacia el local, sin preocuparnos por las miradas curiosas que nos rodeaban.
El chico detrás del mostrador nos recibió amablemente.
- ¿En qué puedo ayudarles? - preguntó con cortesía.
Alan entregó la cámara al chico.
- Quisiera que revelaras estas fotos y que crees un hermoso álbum con una frase grabada en la tapa - solicitó Alan con entusiasmo.
El chico asintió y nos preguntó sobre los detalles.
- Me encantaría que la frase en la tapa dijera \"Alan Freeman & Brenda Brown, Nuestra Boda\" - respondió Alan, buscando mi aprobación.
Sonreí emocionada y añadí:
- Y me gustaría que el álbum fuera de color verde. Es nuestro color favorito, ¿verdad, Alan?
Alan asintió con una mirada llena de complicidad.
El chico tomó nota y continuó preguntando si había algo más que pudiéramos desear.
- Sí, también quisiera que revelaras estas otras fotos y crees otro álbum. La frase en la tapa debería decir \"Alan Freeman & Brenda Brown, Viaje a México\" - añadió Alan, mirándome con cariño.
Mi sonrisa se amplió y respondí entusiasmada:
- Y para ese álbum, me encantaría que fuera de color azul. Es mi color favorito, ¿sabes?
El chico anotó nuestras preferencias y nos preguntó si había algo más que pudiéramos necesitar.
- Sí, hay más - dijo Alan, sacando otra cámara. - Quisiéramos que también reveles estas fotos y crees otro álbum. Queremos que tenga los colores verde y azul, y que la frase en la tapa diga \"Alan Freeman & Brenda Brown, Encuentros\".
Esas fotos capturaban momentos íntimos y especiales que habíamos compartido en su departamento y en nuestras citas secretas. Las tres cámaras estaban llenas de recuerdos que queríamos preservar para siempre.
- Eso es todo por ahora - dijo Alan con una sonrisa satisfecha.
El chico nos informó que podríamos esperar en la sala o regresar en unas horas para recoger los álbumes terminados.
- Volveremos en 5 horas - decidimos al unísono, ansiosos por ver el resultado final. Nos miramos con complicidad y nos dirigimos hacia la puerta, emocionados por el regalo que nos esperaba.
Alan me tomó de la cintura con ternura y nuestros labios se encontraron en un apasionado beso mientras caminábamos hacia la limosina. Era un día que sabía que nunca olvidaría. Pasamos todo el día juntos en esa hermosa ciudad, disfrutando de la compañía del otro sin preocuparnos por las miradas curiosas. Éramos solo una pareja más, sin la barrera del profesor y la alumna.
Finalmente, regresamos para recoger nuestros álbumes de fotos, llenos de recuerdos preciosos de nuestro día juntos. El chico que nos atendió nos entregó los álbumes con una sonrisa.
- Aquí tiene, señora Freeman - dijo amablemente.
Al escuchar cómo me llamaba, no pude evitar sonreír. Decidí no corregirlo y simplemente le agradecí:
- Gracias - respondí mientras tomaba los álbumes en mis manos.
Después de pagar, Alan tomó las tres cámaras de fotos y se dirigió al chico que nos había atendido.
- Gracias - dijo Alan con gratitud al chico. Luego, se volvió hacia mí y me miró con ternura. - Vamos, señora Freeman.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro y luego nos dirigimos hacia la limosina. Mientras viajábamos hacia la playa, no podíamos dejar de sonreír y besarnos, reviviendo los momentos especiales capturados en nuestras fotografías.
Finalmente, llegamos a una encantadora casa frente a la playa. Al entrar, quedé maravillada por la hermosa decoración. Un camino de flores nos guiaba hacia una habitación, donde descubrí que cada detalle estaba cuidadosamente preparado. La cama estaba cubierta de pétalos de rosa formando un corazón, mientras que velas artificiales iluminaban suavemente la habitación. Mantas rojas cubrían la cama, creando un ambiente cálido y romántico. La cabaña estaba adornada con delicadas luces que añadían un toque mágico al lugar.
Sobre la cama, encontré una nota que decía: \"Si estás leyendo esto, es porque ahora eres mi esposa... bienvenida a nuestra luna de miel\".
Alan me abrazó por detrás y besó mi cuello con ternura.
- ¿Te gusta, mi amor? - susurró mientras sus labios rozaban mi piel.
Sonreí con emoción y dulzura, y decidí compartir mis sentimientos con él.
- Sí, todo es simplemente hermoso... Alan, quiero pedirte algo - dije en un tono suave.
Alan se acercó a mi oreja y respondió con cariño:
- Dime, amor... lo que desees, estoy aquí para ti.
Nuestros ojos se encontraron en un momento de complicidad, y con dulzura, susurré mis deseos:
- Quiero que me hagas tuya... quiero ser completamente tuya, Alan. Eres el primero y quiero que seas el último.
Alan respondió con pasión y determinación:
- Tus deseos son órdenes para mí.
Nuestros labios se unieron en un beso lleno de ternura y deseo. Con delicadeza, me recostó en la cama y me preguntó con voz llena de anhelo:
- ¿Qué deseas que haga?
Mi voz temblorosa expresó mi deseo más profundo:
- Hazme tuya, Alan... Hazme tuya.
Nos entregamos al éxtasis del momento, sin separar nuestros labios. Sentí sus manos explorando cada centímetro de mi cuerpo, y el deseo de ser suya se apoderó de mí.
- ¡Alan! - grité su nombre con fuerza, dejando escapar gemidos de placer. - ¡Alan! ¡Alan! ¡Alan!
Alan continuó con lo que estaba haciendo, respondiendo a mis gritos y gemidos con una pasión desenfrenada.
- ¡Brenda! - exclamó entre gemidos. - Oh sí, me vuelves loco.
Nuestros cuerpos se movían en perfecta armonía, entregados al éxtasis del momento. Cada gemido y susurro de placer se entrelazaba en el aire, creando una sinfonía de pasión.
El calor de nuestros cuerpos se intensificaba mientras nos entregábamos el uno al otro. Nuestros labios se buscaban en besos apasionados, nuestras manos exploraban cada centímetro de piel, buscando el máximo placer.
El sonido de nuestros gemidos llenaba la habitación, mezclándose con el ritmo acelerado de nuestros latidos. Cada movimiento, cada roce, nos llevaba más cerca del clímax.
Finalmente, alcanzamos el punto máximo de placer, dejando escapar un último gemido de satisfacción. Nos abrazamos, exhaustos pero llenos de felicidad, mientras intentábamos recuperar nuestra respiración.
- Eres increíble, Brenda - susurró Alan, su voz llena de admiración y cariño.
- Tú también, Alan - respondí, acariciando su rostro con ternura. - Esta noche ha sido mágica.
Nos besamos suavemente, disfrutando de la conexión y el amor que compartíamos. Nos quedamos abrazados, sintiendo la calma y la felicidad que solo el amor verdadero puede traer.
Nos besamos de nuevo, dejando que el amor y la pasión nos envolvieran.
Perdimos la noción del tiempo mientras nuestros besos se volvían más intensos y nuestros gemidos llenaban la habitación. Cada caricia, cada beso, nos llevaba a un nivel más profundo de conexión y placer.
Finalmente, nos quedamos dormidos, abrazados y en paz, sabiendo que habíamos encontrado el amor verdadero.
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Capítulo 51: El amor está en el aire
Narra Brenda
El viento que entraba por la ventana acariciaba mi cuerpo y me transportaba a un paraíso después de la inolvidable noche que vivimos. Fue una noche mágica y no podía evitar soñar con volver a hacer el amor con él.
Aún nos encontrábamos en Cambridge, en una hermosa casa junto a la playa.
La luz del sol se filtraba entre mis párpados y me obligaba a abrir los ojos. Al hacerlo, me encontré en una cama cubierta de pétalos de rosa que habían sido esparcidos con amor la noche anterior. Y a mi lado, allí estaba él, mi querido profesor, durmiendo plácidamente. Su cabello despeinado, su mandíbula tensa y sus largas pestañas que ocultaban sus preciosos ojos azules lo hacían ver aún más guapo.
No pude resistir la tentación y comencé a besar su frente, su cuello, su hombro, su pecho, su torso y finalmente sus labios.
En ese momento, sentí cómo se movía en la cama y vi cómo abría lentamente sus hermosos ojos azules, regalándome una dulce sonrisa.
- Buenos días, preciosa - me dijo, dándome un beso en los labios.
- Buenos días, Alan. ¿Cómo dormiste? - le pregunté, con ternura en mis palabras.
- Dormí de maravilla, gracias a ti, preciosa - respondió, provocando que mis mejillas se tiñeran de un suave rubor. Este hombre era realmente maravilloso.
- ¿En qué estás pensando? - me preguntó, sacándome de mis pensamientos.
- Estaba pensando en lo maravilloso que eres - le dije, mientras volvía a besar sus labios - pero creo que deberíamos levantarnos. Estamos en la playa y podrían vernos.
- No te preocupes, amor. Esta playa es privada, la compré especialmente para nosotros dos - me dijo con dulzura.
No podía creerlo. Una playa privada en la ciudad de Cambridge, además de la cabaña junto al lago en Londres. Alan nunca dejaba de sorprenderme.
- ¿Tienes hambre, hermosa? Si quieres, podemos ir a la cocina y comer algo - me preguntó Alan.
- ¡Tengo mucha hambre! - respondí, dándole un pequeño beso en los labios.
- Vamos entonces, a la cocina. Yo también muero de hambre - dijo, devolviéndome el beso.
Nos levantamos de la cama y nos dirigimos a la ducha juntos. Mientras el agua caía sobre nosotros, Alan me enjabonaba suavemente y me daba pequeños masajes. Cada roce de sus manos me hacía sentir una oleada de placer...
Después de disfrutar de un relajante baño, nos vestimos con la ropa que habíamos llevado la noche anterior, nuestra ropa de boda. Luego, nos dirigimos a la cocina para preparar un delicioso desayuno.
Pasamos unos maravillosos 15 minutos en la cocina, entre risas, bromas y algunos besos robados. Era increíble cómo cada momento con Alan se volvía más especial y emocionante.
Justo cuando pensaba que mi día no podía ser mejor, apareció una mujer vestida como mucama.
- Buenos días, señor y señora Freeman - saludó.
Sonreí ante el título de \"señora Freeman\". Me sentía tan afortunada de estar junto a Alan.
- Buenos días - respondimos Alan y yo al unísono.
- ¿Desean que comience a limpiar ahora o prefieren que vuelva más tarde? - preguntó la mucama, llamada Rosita.
- No te preocupes, Rosita. Puedes comenzar. Nosotros ya nos íbamos - dijo Alan, presentándome a Rosita como su ama de llaves encargada de la playa.
- Mucho gusto, Rosita - dije, estrechando su mano.
- El gusto es mío, señora Freeman - respondió Rosita. No pude evitar sentirme emocionada al escuchar ese título.
Salimos al exterior y nos esperaba una elegante limusina. Subimos y nos llevó al aeropuerto para regresar a Londres. Afortunadamente, mi madre pensaba que estaba con Anabela, lo cual nos daba un poco de privacidad para disfrutar de nuestro amor.
Llegamos a Londres y nos encontramos con una elegante limusina esperándonos. Sin perder tiempo, subimos al auto y durante todo el trayecto no pudimos resistirnos a besarnos apasionadamente.
Al llegar a su departamento, Alan me miró con una sonrisa traviesa y me ayudó a desabrochar el vestido de novia, dejándolo caer al suelo. Me puse rápidamente la ropa que llevaba puesta antes de ponérmelo, mientras nuestras miradas se llenaban de deseo.
- Parece que no puedo tener suficiente de ti, Brenda - susurró Alan, acercándose a mí.
- Yo tampoco puedo resistirme a ti, Alan - respondí, sintiendo cómo la pasión nos consumía.
Nos ayudamos mutuamente a desvestirnos, dejando caer nuestras prendas al suelo. Luego, nos ayudamos a vestirnos nuevamente, pero esta vez con ropa más casual.
Decidimos llevar nuestros trajes de boda a la lavandería por la tarde, para que quedaran impecables y listos para guardar como preciosos recuerdos.
- Parece que nuestra aventura recién comienza, ¿no crees? - comenté, mirando a Alan con una chispa traviesa en los ojos.
- Así es, mi amor. Estoy emocionado por lo que el futuro nos depara - respondió Alan, acariciando mi rostro con ternura.
Salimos juntos del departamento y nos despedimos momentáneamente, manteniendo una distancia prudente para no despertar sospechas. Subí a mi auto y comencé a conducir, pero no pude evitar sonreír con complicidad. Sentía que estaba flotando en las nubes, con el corazón lleno de amor y felicidad. Con una mano en el volante, acariciaba la cadenita que llevaba puesta, recordando con cariño los dos momentos especiales en los que Alan me la había regalado: cuando nos hicimos novios y cuando nos casamos.
Llegué a mi casa, bajé del auto y una sensación de felicidad invadió todo mi ser. Entré a la sala y no vi a nadie, así que me dejé llevar por la euforia y comencé a reír a carcajadas mientras giraba alrededor de la habitación. Mis risas se mezclaban con la melodía de \"My Heart Will Go On\" de Celine Dion, que resonaba en mi mente y en mi corazón. Cerré los ojos y me dejé llevar por la música, cantando los fragmentos más emocionantes de la canción mientras me movía con gracia y alegría:
\"Near, far, wherever you are
I believe that the heart does go on
Once more, you open the door
And you\'re here in my heart
And my heart will go on and on\"
Sin darme cuenta, la canción llegó a su fin y abrí los ojos para encontrarme con una escena inesperada: mis padres y mi hermana estaban parados frente a mí, con los ojos y la boca abiertos, sorprendidos por mi espontáneo espectáculo.
- Mamá... Papá... Ingrid - dije nerviosa - ¿Cuánto tiempo llevan aquí?
Pasamos horas conversando, mientras mis padres y mi hermana me hacían preguntas curiosas sobre mi ausencia. Traté de evadir algunas respuestas, pero era evidente que no estaban satisfechos con mis evasivas. Finalmente, logré convencerlos de que me dejaran ir a mi habitación, necesitaba un momento para procesar todo lo que estaba sucediendo.
Una vez en mi cuarto, sentí la necesidad de compartir mis sentimientos con alguien en quien confiar. Sin dudarlo, llamé a Anabela y le agradecí por haberles dicho a mis padres que había dormido en su casa la noche anterior. La música de \"My Heart Will Go On\" seguía resonando en mi mente mientras le contaba a Anabela sobre mi encuentro con mis padres y cómo me sentía atrapada entre la verdad y la necesidad de proteger mi relación con Alan. Ella comprendió mi dilema y me ofreció su apoyo incondicional.
Juntas, nos sumergimos en una conversación llena de risas y confidencias, mientras el eco de la canción seguía latiendo en nuestros corazones, recordándonos que el amor puede superar cualquier obstáculo:
\"Love can touch us one time
And last for a lifetime
And never let go \'til we\'re gone\"
- Y... cuéntame todo, estoy emocionada por escucharlo - dijo Anabela con entusiasmo.
- ¡Por supuesto! Déjame contarte todo en detalle - respondí emocionada.
- Pero ve despacio, Brenda, quiero saborear cada momento - me advirtió Anabela con una sonrisa.
- Por supuesto, me aseguraré de que no te pierdas ningún detalle - le aseguré.
Después de traer el jugo para las dos, nos sentamos cómodamente y comencé a relatarle toda la historia a Anabela. Le conté cómo Alan y yo nos conocimos y cómo nuestra relación se fue desarrollando. Le hablé de nuestra primera noche juntos en la cabaña del lago, cuando aún no éramos amigas. Le expliqué cómo Alan me dio un número falso como coartada, pero más tarde descubrí que había comprado la cabaña especialmente para nosotros, como un gesto romántico.
Continué contándole sobre nuestra boda, llena de amor y felicidad, y nuestra increíble luna de miel en una hermosa casa en la playa en la ciudad de Cambridge. Le describí la playa privada que Alan había adquirido para nosotros, donde disfrutamos de momentos inolvidables juntos.
No dejé ningún detalle sin contarle a Anabela. Le compartí lo sucedido con Laura, la confusión de Alan y cómo finalmente me confesó su amor de manera sincera y apasionada. Cada palabra que salía de mi boca estaba llena de emoción y alegría.
- ¡Wow, Brenda! Tienes una historia de amor increíble. Se nota que Alan te ama de verdad - exclamó Anabela, emocionada por todo lo que le había contado.
Continuamos disfrutando de nuestro jugo mientras compartíamos risas y más detalles de mi relación con Alan. La complicidad entre nosotras se fortaleció aún más, y me sentí agradecida de tener a Anabela como confidente y amiga en este emocionante capítulo de mi vida.
- Sí, siempre pensé que nunca encontraría a alguien para mí... Hasta que conocí a Alan. Es como si estuviera hecho a medida para mí, Anabela. Cada momento a su lado es mágico y especial - comenté con entusiasmo.
- ¡Es increíble! - exclamó Anabela, sorprendida. - Entonces, ¿me estás diciendo que Alan compró una cabaña en el lago solo para ustedes?
- Sí, Anabela, es cierto. Alan quería crear un lugar donde pudiéramos escapar del ajetreo de la vida cotidiana y disfrutar de momentos de paz y amor juntos. Esa cabaña se ha convertido en nuestro refugio secreto, donde creamos recuerdos inolvidables - respondí, recordando las noches estrelladas y las risas compartidas en ese lugar especial.
- ¡Y también compró una playa privada en Cambridge para ustedes! - exclamó Anabela, asombrada.
- Sí, es un sueño hecho realidad, Anabela. Alan quería asegurarse de que tuviéramos nuestro propio paraíso en la playa, donde pudiéramos disfrutar de largas caminatas, puestas de sol románticas y momentos de tranquilidad. Esa playa se ha convertido en nuestro oasis de amor - dije, con una sonrisa radiante.
Pasamos horas hablando, compartiendo risas y confidencias. Anabela finalmente se despidió y decidí hacer algo arriesgado. Aunque era temprano, alrededor de las 9 pm, pedí permiso para ir a la biblioteca. A regañadientes, me dieron permiso, pero en realidad no tenía intención de ir allí. Mi corazón me guiaba hacia el departamento de Alan.
Con emoción y nerviosismo, llegué a su puerta y antes de tocar, Alan la abrió, como si hubiera sentido mi presencia.
- Hola, mi amor - dijo Alan, con una sonrisa que iluminaba toda la habitación.
- ¿Cómo supiste que iba a venir? - pregunté, sorprendida.
- Mi corazón siempre sabe cuando estás cerca, Brenda. Además, te vi por la ventana cuando llegaste al edificio. No podía esperar para tenerte aquí conmigo - dijo Alan, riendo suavemente.
Riendo junto a él, nos besamos apasionadamente y entramos a su acogedor departamento. Mi mirada se posó en una caja que contenía mi vestido de novia.
- ¿Qué hace esto aquí? - pregunté, riendo.
- La lavandería lo trajo de vuelta. Pensé que sería hermoso conservarlo como un recuerdo de nuestro día especial, de nuestro amor eterno - dijo Alan, abrazándome con ternura.
Tomé su mano y lo miré a los ojos.
- Quiero llevármelo, Alan. Quiero tenerlo cerca de mí como un recordatorio constante de la felicidad que compartimos y del amor que nos une - dije, con determinación.
Alan sonrió y asintió, entregándome los álbumes que contenían nuestros momentos más preciosos.
- También quiero llevármelos, Brenda. Pero he hecho copias de los álbumes para que siempre tengas nuestros recuerdos cerca, incluso cuando no estés aquí. Quiero que siempre sientas mi amor y nuestra historia juntos - dijo Alan, con una mirada llena de amor y compromiso.
Nos abrazamos, sabiendo que nuestros corazones estaban unidos para siempre. En ese momento, supe que había encontrado a mi alma gemela y que nuestro amor sería eterno.
- También quiero que lleves esto, Brenda - dijo Alan, sacando una pequeña caja de su bolsillo. - He hecho una copia de nuestra canción favorita en un USB. Quiero que siempre la tengas contigo, para que puedas escucharla y recordar nuestro amor, incluso cuando no estemos juntos físicamente.
Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad mientras aceptaba el regalo de Alan. Sabía que cada vez que escuchara esa canción, sentiría su amor y nuestra historia juntos.
- Gracias, Alan. Esto significa mucho para mí - dije, con voz temblorosa por la emoción.
Alan me abrazó con ternura y susurró al oído:
- Siempre estaré contigo, Brenda. Aunque no podamos estar juntos físicamente en todo momento, nuestro amor trasciende la distancia y el tiempo. Siempre serás mi amor eterno.
Nos besamos con pasión y nos sumergimos en el momento, sabiendo que nuestro amor era fuerte y duradero. Con los álbumes, el USB y nuestros corazones llenos de amor, estábamos listos para enfrentar cualquier desafío que la vida nos presentara.
Y así, continuamos construyendo nuestra historia juntos, con la certeza de que nuestro amor sería eterno.
Luego, Alan me llevó a su habitación, donde me mostró dos cajas verdes. En una de ellas estaba su traje y en la otra estaban los tres álbumes con nuestras fotos. Observé con alegría cada imagen que capturaba momentos especiales de nuestra historia juntos. Nos despedimos con un beso eterno, y Alan me ayudó a llevar la caja con mi vestido de novia hasta mi auto, mientras yo sostenía los tres álbumes con cuidado.
- Me tengo que ir - dije, sintiendo una pizca de tristeza al pensar en separarme de él.
- No quiero que te vayas - dijo Alan, haciendo un puchero adorable que me derretía el corazón.
- Yo tampoco quiero irme, pero necesito asegurarme de que mis padres no sospechen nada - expliqué, con una mezcla de anhelo y preocupación.
- Si no hay más remedio... - dijo Alan, dejando escapar un suspiro resignado.
Nos abrazamos con fuerza, sin querer soltarnos. Sentía el amor y la conexión entre nosotros en cada abrazo.
- Te amo - susurré, sintiendo cómo las palabras salían de lo más profundo de mi corazón.
- Te adoro - respondió Alan, rodeándome con sus brazos fuertes y protectores.
Nos besamos apasionadamente una vez más, tratando de aferrarnos a cada segundo juntos. Finalmente, me subí a mi auto y conduje hacia casa. Al llegar, me aseguré de que no hubiera nadie presente antes de llevar la caja con mi vestido de novia y los tres álbumes de fotos a mi habitación, escondiéndolos cuidadosamente en un lugar seguro. Me acosté en la cama, con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de felicidad. Reviví en mi mente cada momento especial que habíamos compartido, dejando que la emoción me envolviera hasta que finalmente me quedé dormida, soñando con el futuro lleno de amor y aventuras que nos esperaba.