No cruces esa calle del dolor,
no abras la puerta de esa casa gris,
escondida entre los escombros de tu recuerdo.
No vayas en ese taxi sin rumbo desconocido.
Aún los faroles encendidos te alumbran el camino,
pero tú, tú te empeñas tercamente
en cruzar esa calle del dolor.
Yo vi una sombra colgada a tu espalda
que hacía muecas a todos los transeúntes.
No vayas tan de prisa
que al otro extremo de la ciudad habita,
en un molde de arena,
un tiempo hecho carne que espera por ti.
Con nubes, con silencios truncados,
con formas invisibles por el sol,
con amor que se expande sin razón.
Cruza el corazón hecho raíces, hecho sangre derramada
un septiembre agonizante. No vayas tan de prisa.