Galopa en su centaura el rocío.
Se expanden sus raíces entre dos
senderos de ternura.
Tu y yo somos como dos senderos perdidos.
Cálida, aprieto en tus manos el estío,
en tus manos mi áspera vida llega a ti.
Mí vida que te pertenece,
desde que nací yo ya te amaba, aún sin conocerte,
iba por el mundo adorandote.
Cabalgaba en el poniente mi voz
buscándote cómo una araña sigilosa.
Iba colgando entre los hilos de la soledad,
de mi las sombras huían,
de mi todo yerguia en tristeza hasta
que por fin llegaste entre mis brazos expandiendo tus dominios.