RECOGIDA DE LA ACEITUNA
Cuando la luna se acuesta
Y el sol empieza a andar
una pareja y su hijo
tienen su alegre despertar.
Camino del tajo van saludando
al cauce del río
que los acompañará
hasta una empinada cuesta
que han de tomar.
Saludan al rocío,
que triste está
porque el sol pronto lo secará
A los limoneros, que destilan
felicidad, pronto el sol con sus rayos
los calentará y ahuyentará la cansina humedad
que los invade durante la nocturnidad.
Así caminando van
y las estrellas los miran
con delicadeza y complicidad.
El hijo va en bandeja de plata,
encima del animal,
su padre agarrado a la cola,
de tracción mecánica le servirá
su madre, con su cansino andar,
quiere saludar al sol
cuando empiece a clarear,
a la cola de la comitiva está.
Cuando llegan, al olivar,
les espera esos monstruos de la antigüedad
con sus lanzas mirando hacia el cielo
y sus troncos te cuentan historias de épocas
que nadie se acuerda ya.
La tarea va a empezar, ,
el padre con su vara
se pelea con el monstruo
que llora desconsolado
por perder su fruto y su dignidad.
El hijo y la madre,
cogiendo el fruto desperdigado y terso;
las aceitunas han volado, botado
y al final se han rendido
en un pequeño vado que la tierra ha creado.
Una a una se ha de coger
con los dedos, cuan pinzas de mujer;
es el invierno, cuando la escarcha
y el hedor nos comía el aliento
y, las manos doloridas chillaban del frío.
El Dios del fuego viene en nuestra ayuda
con sus amantes idílicos,
la llama y los chasquidos,
crearán columnas de humo
que se dirigen al cielo.
Al padre piden clemencia,
para que estas manos doloridas
resuciten y puedan continuar
con su despiadado trabajo.
Así un día tras otro
los pobres se ganan el sustento
y no es un cuento, es algo vivido
que no se borra de mi pensamiento.
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