Romance de ensueño
Agotadas tengo las fuerzas;
todas las fuerzas, todas...
al no dejar de pensarte
días y noches, Fabiola.
Tus ojos son como el mar
cuando bordea la costa,
pero hay un detalle tan grande
que otros olvidan, e importa:
la dulzura de tus labios,
cuyos pétalos, cual rosa;
son diamantes encendidos
que hasta los mudos imploran.
Son aullidos de corderos
vacilando a todas horas,
así, como una sonrisa
disparada por la boca.
Yo espero que la distancia
con un beso nos responda.
O, tal vez a cada instante
te me ocultes en las sombras,
y aparezcas en mis sueños
como niebla de mil hojas:
caminos, telenovelas,
una dulce y triste historia;
esas, que con emociones
nos hacen vivir la propia.
Nuestro amor es de fantasmas
que se buscan en la alcoba,
extraños seres que pueblan
el jardín de los escoltas;
aquellos prados que gritan:
la vida es tan noble y próspera.
Tu amor es como la miel
que empalaga y alborota,
pero así, así yo te quiero
a pesar que existan otras.
Razones, inundan muchas,
motivos, también nos sobran.
Samuel Dixon