En el bastidor de mis peleas
donde le rezo a Atenea
que no haya más sacrilegio,
sacro santo lo más alto
donde a mi propia muerte le rezo.
Estancada en aquel bostezo
que dejó un sueño profano,
arraigado como un preso
a la libertad que tanto ha amado.
En el bastidor de mis peleas
Donde le rezo a Dionisio,
que disminuya aquel vicio
que dejaron las marcas de dolencia,
aquellas que con violencia
desenmascararon mi desquicio.