En las sombras los sumergen,
los cubre el velo de sombras.
El Nilo, su serpenteo.
Salen con la fuerza de una vida del lecho.
Con la prioridad de nombrar,
de presentarse.
Salpicados vienen detrás
suspendidos del Nilo los renaceres.
Son los brotes de la selva.
Los relatos del miedo en tus gigantes,
los que pisan fuerte la tierra,
las bestias que conjeturan lo otro.
La fuerza contenida en el fuego de los relatos
que nunca se apague
como ocurre con muchos pueblos.
El ardor languidece.
No te escondas bajo el Nilo
aún rompiente
en presencia, la extensión construida
encadena los lenguajes.
La poda de las lenguas
la confusión con las ballenas,
hermanos varados en la playa.
El brillo de sus lomos
y el lenguaje incomprendido
lastima con la agudeza,
con la sabiduría del Nilo en sus relatos.
En relatos cortos.
Veinte segundos.
El Nilo se pronuncia en distintos rostros.
En pocas palabras se conjugan los años.
Probemos escuchar testimonios huérfanos del Nilo.
Cinco minutos bastan.
Cinco minutos de una vida, un grito, una súplica.
Cinco minutos de silencio.
Porque el silencio sepulta un vasto territorio al aire libre,
el suspenso en la mirada sin preguntas
y un lenguaje que es fácil entender
cuando hablamos humanidad.
El lenguaje del río, el del tiempo, el de la tierra,
el de un hombre y una mujer
que no hace sombra.
José Luis Galarza (Calchaquí, Santa Fe, Argentina: 2019)
Pintura: \"Invisibilidad de la pobreza\" de Kevin Lee.