Reb Liz

Un Profesor Encantador: CapĂ­tulos 59, 60, 61 y 62

Capítulo 59: Quiero Recordarte…

 

Narra Brenda

 

- Brenda, ¿qué estás haciendo aquí? – dijo con sorpresa.

 

- Sabía que me conocías... ¿Por qué fingiste ayer que no?

 

- ¿Te acuerdas de mí? – preguntó, evadiendo mis preguntas.

 

- No, no me acuerdo de ti y por eso necesito que me digas quién eres y qué significas para mí. ¿Por qué no puedo recordarte? Pero, sin embargo, siento que eres importante. ¿Por qué nos besamos?

 

- Shhhh, por favor, baja la voz – dijo, mirándome de manera extraña.

 

Sus ojos reflejaban ternura, felicidad y desesperación, todo mezclado con tristeza...

 

- Escúchame, es cierto que tenemos muchas cosas que aclarar, pero no es el lugar adecuado.

 

- ¿Por qué no? – cuestioné, confundida.

 

- Es muy peligroso. Si realmente quieres saber más, creo que deberíamos encontrarnos en mi departamento. Ya sabes dónde está...

 

Levanté una ceja, sorprendida.

 

- ¿En serio?

 

- Disculpa. Aquí tienes un papel con la dirección de mi departamento. Mañana estaré allí todo el día, si quieres hablar.

 

Me entregó la tarjeta y cuando soltó mi mano, sentí un roce familiar que me incomodó, así que la retiré rápidamente.

 

- Está bien, te buscaré entonces.

 

Al salir, me sentí extraña y confundida. Miré la tarjeta con la dirección y era la misma que había encontrado en aquel libro que me había dedicado. Era evidente que era su dirección. Consulté el reloj y me di cuenta de que era hora de ir a buscar mis documentos a la escuela, así que tomé un taxi y me fui.

 

Esa tarde me llevaron al hospital para evaluar mi progreso y esta vez el doctor dijo que tal vez no recordaba a todos porque mi cerebro bloqueaba algunos recuerdos negativos. Eso me dejó en duda, ya que casualmente no podía recordar a Alan.

 

Y eso me hizo preguntarme: ¿Acaso él era un recuerdo negativo?

 

Llegó la noche y decidí dormir temprano, ya que ese día realmente me había agotado.

 

Al despertar al día siguiente, tenía la firme convicción de que ese sería el día en que finalmente descubriría la verdad sobre lo que había pasado con Alan y trataría de entenderlo. Pasé toda la mañana convenciendo a mi mamá de que me dejara ir a la casa de Ian. Después de mucho esfuerzo, logré persuadirla y no esperé a que se arrepintiera. Tomé un taxi y le di al conductor la dirección del departamento de Alan. Aún me resultaba extraño pensar en él con ese nombre. No podía recordar si lo llamaba Alan o si lo llamaba Profesor.

 

Cuando llegué al edificio, me resultó familiar, aunque no lograba recordar por completo. Me dirigí al elevador, pero extrañamente supe que no funcionaba y decidí tomar las escaleras. Al llegar a su piso, sin titubear, me dirigí directamente a su departamento. Estar allí me puso nerviosa, sentí cómo mis manos comenzaban a sudar. Toqué ligeramente la puerta, temiendo que él no me escuchara, pero para mi sorpresa, no pasó mucho tiempo antes de que me abriera y al verlo, mi pulso se aceleró.

 

- ¡Brenda! Viniste – dijo entusiasmado.

 

- Te dije que vendría.

 

Alan se apartó de la puerta para que pudiera entrar y al hacerlo, me quedé realmente sorprendida. Recordaba cada rincón de ese lugar, pero no lograba recordar los momentos en los que había estado allí.

 

Permanecí mirando todo a mi alrededor y él se dio cuenta de mi expresión.

 

- ¿Pasa algo? – preguntó con curiosidad.

 

- Siento que ya estuve aquí...

 

- Porque ya has estado aquí muchas veces.

 

- Pero ¿por qué no puedo recordar? Puedo recordar cada rincón de este lugar, pero los momentos en los que estuve aquí se escapan de mi memoria.

 

Después de un silencio, él me preguntó:

 

- Y bien, ¿en qué puedo ayudarte? ¿Qué puedo hacer por ti?

 

- ¿Qué te parece si empezamos por decirme la verdad...?

 

- No entiendo, ¿puedes ser más explícita?

 

- Claro, seré más clara. Quiero que me digas quién eres, qué somos o por qué siento que eres tan importante para mí. ¿Por qué nos besamos siendo que tú eras mi maestro?

 

- Está bien, esto será una larga historia. Nunca imaginé que llegarías a olvidarlo. - Se llevó las manos al rostro y luego continuó - Verás, tú y yo nos conocimos cuando comenzaron las clases. ¿Recuerdas?

 

- No, no lo recuerdo.

 

Él siguió hablando mientras yo lo miraba. La verdad es que era muy atractivo, con unos ojos en los que te perdías. Me contó cómo nos habíamos conocido, prácticamente me dio un resumen de nuestra historia juntos.

 

- Bien, empiezo a entender, pero ¿por qué nos besamos? ¿Qué buscaba yo con eso? ¿Acaso era por una calificación? No entiendo.

 

- Brenda, creí que había sido lo suficientemente claro - suspiró -. Nos besamos porque fuimos novios.

 

- ¿Fuimos novios mientras eras mi profesor? Santo Dios, no sé cómo me presté a esto, no lo sé. Ahora entiendo menos que antes.

 

Hubo un momento de silencio. Sabía que él iba a decir eso, pero no sabía cómo reaccionar. Habíamos sido novios y ni siquiera lo recordaba.

 

- Ahora estoy más confundida que antes. Cuéntame por qué terminamos.

 

- Bueno, en realidad no terminamos por decisión nuestra, sino por tus padres.

 

- ¿Qué? ¿Cómo? ¿Mis padres saben sobre \"lo nuestro\"?

 

- Nosotros acordamos mantenerlo en secreto, sabíamos que tus padres no lo aprobarían. Y, lamentablemente, se enteraron.

 

- ¿Y cómo sucedió? ¿Cómo descubrieron \"lo nuestro\"?

 

- Bueno... el día en que tuviste el accidente, yo... yo...

 

Él se tomó unos segundos antes de responder, se notaba nervioso.

 

- ¿Tú?

 

- Yo me enteré y fui al hospital a verte. Quería saber cómo estabas. Tu mamá me preguntó por qué estaba allí y, en ese momento terrible, decidí dejar de mentir. No se me ocurrió ninguna excusa... Pero cuando se enteraron, todo empeoró. Tus padres me prohibieron acercarme a ti. No solo me lo dijeron, sino que amenazaron con denunciarme por mantener una relación con una menor. Por esa razón, renuncié a la escuela y no pude ayudarte cuando nos encontramos en la tienda de postres.

 

- ¿Te rendiste tan fácilmente? Permitiste que mis padres nos separaran, que destruyeran “Lo nuestro” - Dije en tono de reproche.

 

- No, no lo hice. Desde el día en que tuviste el accidente, prometí visitarte a diario. No fue fácil, tenía que ir cuando tus padres no estaban, pero nunca dejé de ir. Siempre te llevaba tus flores favoritas, los lirios blancos. Aunque sé que probablemente ni siquiera los notaste... Estuve ahí todos los días, me partía el alma cada vez que te escuchaba llamarme en sueños. Fui a verte hasta que finalmente despertaste después de esos meses tan difíciles sin ti. Me llené de emoción, realmente quería entrar a tu habitación y verte, pero la enfermera me advirtió que sufrías de amnesia y que probablemente no me reconocerías. Me negué a creerlo, no podía aceptar que tú, mi Brenda, me hubieras olvidado. Pero cuando saliste del hospital, me di cuenta de que era cierto. Estuve cerca de ti en muchas ocasiones y me confundiste con alguien más del hospital. Eso me dolió profundamente. Pero también vi que era una oportunidad para que fueras libre, para que pudieras tener una vida sin tener que ocultarte conmigo. Quería que fueras feliz, que salieras con chicos de tu edad, que pudieras tener una relación en la que no tuvieras que llamarlo \"Señor\" en público. Y si no podías recordarme, pensé que sería más fácil para ti...

 

Cuando terminó de hablar, se sentó enfrente de mí. Era lo más cerca que habíamos estado desde que nos volvimos a ver. Sentí cómo mi corazón se aceleraba.

 

- No puedo creer que mis padres me hayan mentido con algo tan importante. Era crucial para mí conocer mi pasado... No puedo asimilarlo. ¿Alguien más lo sabía o lo sabe?

 

- En una ocasión, tus mejores amigos también se enteraron. Fue cuando tuviste el accidente... Me enteré de que ellos sabían sobre nosotros, sobre nuestra historia compartida.

 

- Esto es demasiado. No puedo creer que todo el mundo se haya aprovechado de mi amnesia para ocultarme cosas importantes de mi pasado... Y tú, ¿no creíste que algún día podría recordarte? ¿Eh?

 

- Quise pasar por alto esa posibilidad... Como dije, creí que era lo mejor para ti. Brenda, eres alguien muy especial para mí, y haría cualquier cosa para que estés bien, aunque eso signifique destrozarme por dentro.

 

- Estoy harta de que las personas decidan por mí. Estoy cansada de que todos crean que saben lo que es mejor para mí... Si aún me amaras, no lo habrías hecho - Grité enojada, dejando salir toda la frustración acumulada.

 

En ese momento, él se acercó más a mí, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y determinación, y me tomó de las manos.

 

- ¿Y quién dijo que he dejado de amarte? - Dijo con voz suave pero llena de convicción, buscando transmitir todo el amor que aún sentía por mí.

 

Me estremecí cuando él tomó mis manos y las entrelazó con las suyas. Me sentí abrumada y confundida, sin saber cómo reaccionar ante ese gesto y sus palabras de amor.

 

No pude contener más mis emociones y aparté bruscamente mis manos, llevándomelas al rostro mientras las lágrimas brotaban sin control.

 

- ¿Qué te sucede? - preguntó él con preocupación en su voz.

 

- Solo... solo quiero estar sola. No estoy bien. Por favor, aléjate de mí... - respondí entre sollozos, sintiendo un nudo en la garganta.

 

Su reacción me tomó por sorpresa. Se puso de pie frente a mí, con determinación en sus ojos, y dijo:

 

- No, nunca más volveré a alejarme de ti. La última vez que me lo pediste, me arrepentí profundamente. Quiero que entiendas que ahora que conoces la verdad, quiero ayudarte a recordar.

 

- ¿Ayudarme? ¿Tú quieres ayudarme? No sé si necesito o quiero tu ayuda... Incluso dudo de si me estás diciendo la verdad. Todos me mienten... Y empiezo a pensar que saber la verdad no siempre es lo mejor.

 

Me levanté del sillón, tomé mis cosas y salí corriendo hacia la puerta, sin mirar atrás. Solo escuché cómo Alan pronunció mi nombre en tono de súplica, pero decidí no voltear.

 

Pero, por más tonto y absurdo que suene, cuando llegué a la planta baja, sentí una inexplicable necesidad de volver con él. Sé que nadie me entenderá, y lo comprendo, porque ni yo misma entiendo del todo. Necesitaba ver sus ojos azul cielo, anhelaba estar cerca de él como si en algún momento hubiéramos estado juntos, aunque no pudiera recordarlo. Sin pensarlo dos veces, regresé corriendo. Subí las escaleras a toda velocidad, con el corazón latiendo desbocado. Cuando llegué a la mitad, lo vi bajando rápidamente hacia mí. Nos encontramos en el punto medio, y al verme, él notó que estaba hecha un mar de lágrimas. Con cautela, se acercó a mí.

 

- Brenda, yo...

 

Interrumpí sus palabras colocando un dedo en sus labios, indicándole que se callara.

 

- Quiero recordarte... Quiero recordar lo nuestro.

 

Él me regaló una sonrisa que reconocí de algún lugar, una sonrisa que sabía que me tranquilizaba. Sin pensarlo dos veces, nos besamos apasionadamente. Aunque aún no podía recordarlo, sus labios me resultaron tan familiares, como si hubiéramos compartido innumerables momentos juntos. En ese beso, sentí una conexión profunda y supe que por él sentía algo inmenso.

 

________________________________________________________

 

Capítulo 60: Sabía que no era un sueño

 

Narra Brenda

 

Me separé ligeramente de sus brazos, sintiendo una mezcla de emociones.

 

- Debes tener paciencia conmigo. No puedo recordarte, no sé exactamente lo que siento por ti. Sé que es intenso, y eso me hace pensar que podría ser amor, pero... ¿y si no puedo recordar nuestra historia juntos? ¿Y si nos aburrimos el uno del otro? ¿Y si te cansas de mí? ¿Y si...?

 

Alan me interrumpió con un beso suave pero apasionado.

 

- Brenda, mi amor... Te conozco de verdad, y sé que en el fondo también me conoces a mí. Por eso me diste esta oportunidad. Haré todo lo que esté a mi alcance para que vuelvas a ser completamente mía. Y si eso no funciona, bueno, tendré que enamorarte de nuevo... ¿Confías en mí?

 

- Quiero confiar en alguien que no me mienta. ¿Me prometes que no me mentirás? ¿Me prometes que siempre me dirás la verdad? Eso es lo único que te pido.

 

- Te lo prometo - respondió él con convicción.

 

No pude resistirme y volví a besarlo, dejándome llevar por la dulzura de sus labios. En ese momento, todo parecía encajar perfectamente, como si nada hubiera pasado.

 

- Tengo que irme. Mis padres estarán esperándome.

 

- ¿Qué haremos respecto a eso? - preguntó él, preocupado.

 

- Ellos no me dijeron la verdad. Decidieron ocultármelo. No quiero que arruinen esto ahora, así que por ahora no les diré nada... Estoy segura de lo que estoy diciendo.

 

Me despedí de él y tomé un taxi de regreso a casa. Durante todo el trayecto, no pude dejar de sonreír como una tonta. Me sentía tan completa, tan llena de felicidad. Pero cuando llegué a casa, la sonrisa desapareció de mi rostro. Me sentí molesta al darme cuenta de que me habían ocultado la verdad, de que habían guardado parte de mi pasado en secreto. Sin embargo, no quería permitir que eso arruinara este momento tan especial con Alan. Decidí evitar a mis padres por ahora y subí a mi habitación, donde me dejé caer en la cama. Como una chica enamorada, no podía borrar la sonrisa de mi rostro. Aún podía saborear el dulce sabor de los besos de Alan en mis labios.

 

Poco a poco, me fui quedando dormida y comencé a soñar. Me encontraba de nuevo en aquella cabaña, llorando desconsoladamente. De repente, Alan apareció. Al principio del sueño, sentía una profunda tristeza, pero él comenzó a hablar conmigo, consolándome. Era muy similar al sueño que ya había tenido antes. Cuando nos besamos, sentí que todo cobraba vida de nuevo. Durante el sueño, Alan y yo nos entregamos el uno al otro con pasión y amor. Podía sentir sus labios recorriendo cada centímetro de mi cuerpo... Desperté algo alterada, pero supe en mi corazón que eso no había sido un sueño. Había sido un recuerdo, una conexión profunda con nuestro pasado compartido.

 

Era el primer día de clases y estaba emocionada por regresar formalmente a la escuela. Me desperté temprano, como solía hacerlo en el pasado. Eran las 6 am y mi mamá ya estaba despierta, parecía recordar mi horario habitual. Me preparó el desayuno y a las 6:30 am se levantó mi padre y mi hermana. Nos despedimos con un beso en la mejilla, como solíamos hacerlo. Mi mamá me llevó a la escuela, ya que aún no tenía permiso para conducir. Al llegar, me encontré con el director y la bibliotecaria, quienes se alegraron de verme. A medida que avanzaba el día, me encontré con mis amigos Ian y Anabela en el estacionamiento. Aunque sentía cierta molestia hacia ellos por haberme mentido, seguía decidida a descubrir qué había sucedido durante todo ese tiempo que no podía recordar.

 

El día en la escuela transcurrió rápidamente y tenía planeado regresar temprano a casa. Comencé a caminar en esa dirección y de repente sentí que alguien me seguía. Giré cuidadosamente a ambos lados, pero no vi a nadie. En ese momento, un auto gris se detuvo a mi lado. Al bajar la ventanilla, alguien me dijo:

 

- ¿Por casualidad tendrías tiempo para pasar un rato agradable conmigo, Señorita Brown?

 

Era Alan, y no pude evitar sonreír al verlo.

 

- ¿Qué haces aquí? Quiero decir, es una sorpresa agradable, pero...

 

- La operación \"Recuerdos\" acaba de comenzar. Entonces, ¿subes al auto o bajo a buscarte?

 

- Estás loco... -dije mientras subía al auto, asegurándome de que nadie me viera.

 

- Estoy loco por ti... y ahora que te tengo de nuevo, no quiero separarme de ti ni un solo momento.

 

- ¿Y a dónde me llevarás?

 

Alan simplemente sonrió, sin decir una palabra...

 

Estar de nuevo con él era una locura. Ayer recordé varias cosas que parecían haber sido solo sueños, pero ahora sabía que eran recuerdos reales.

 

Lo miré fijamente y no encontré ningún defecto en él. Era como si siempre hubiera estado destinada a enamorarme de Alan.

 

Después de un viaje en silencio, comunicándonos con nuestras miradas, él finalmente dijo:

 

- Hemos llegado.

 

Miré por la ventanilla y vi un hermoso lago, con una cabaña en la orilla. En ese momento, recordé: era la cabaña de mis sueños, el lugar donde había estado con Alan.

 

- Recuerdo este lugar -dije, con una sonrisa en mi rostro.

 

- Y... ¿estoy yo en tus recuerdos?

 

- ¡Sí, definitivamente!

 

Bajamos del auto y nos acercamos a la cabaña. Alan giró la perilla de la puerta y al entrar, lo que vi me hizo derramar algunas lágrimas de emoción:

 

Había decenas de fotografías formando un hermoso collage en la pared, iluminadas por velas que creaban una atmósfera cálida y romántica. Cada imagen capturaba momentos especiales que habíamos compartido juntos, y eso solo hizo que mi corazón se llenara de amor y gratitud hacia Alan.

 

- ¿Recuerdas este lugar? - preguntó Alan, con una sonrisa llena de significado.

 

- Sabía que no era un sueño. - respondí, emocionada por la confirmación de que nuestros recuerdos eran reales y por la promesa de crear nuevos momentos inolvidables juntos.

 

Nació en mí el impulso de darle un tierno beso y, como una niña emocionada, corrí hacia la pared cubierta de fotografías. Había tantas fotos mías, en las que me veía radiante de felicidad. Aunque en la pared solo había cinco fotos de nosotros dos juntos, verlas era hermoso. Una de ellas me cautivó por completo: estábamos tomados de la mano en la entrada de la escuela. Recordaba ese momento con claridad: fue una tarde en la que él tenía que quedarse a calificar unos exámenes y decidí acompañarlo. Se nos ocurrió colocar la cámara en un banco y tomar la foto juntos. Fue un momento mágico. Al recordarlo, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos...

 

- ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? - preguntó Alan, limpiando mis lágrimas con ternura.

 

- Puedo recordar... puedo recordar esa foto... - respondí emocionada.

 

Él me rodeó con su brazo, brindándome seguridad, y continuó mostrándome más fotos. Nos sentamos en el suelo y me fue explicando cada una de ellas.

 

- Tú nunca habías visto estas fotos. Algunas te las tomaba a escondidas y otras nunca quise mostrártelas... Te ves hermosa en todas, ¿lo has notado?

 

- ¿Siempre éramos así? - pregunté, con curiosidad en mi voz.

 

- ¿Así cómo? - indagó Alan, interesado en mi perspectiva.

 

- Me refiero a que no puedo recordar ni imaginar ni un solo momento triste, ni una sola discusión. Todo lo que estoy recordando son momentos felices...

 

- Es porque nos amábamos y estamos destinados a hacerlo - respondió con seguridad, mientras me daba un beso en la frente. Sus palabras resonaron en mi corazón, y suspiré al recordar otros momentos que parecían haber vuelto a mí de manera inexplicable.

 

Luego, Alan sacó una pequeña caja y me la entregó. Cuando la abrí, encontré dos cadenitas. Una decía \"Novios para siempre\" y la otra decía \"Tu esposo te ama\".

 

- ¿Qué es esto? - pregunté, sosteniendo ambas cadenitas en mis manos.

 

- Es tuyo... yo te lo regalé cuando éramos novios y la otra en nuestra boda - respondió Alan, y pude ver un brillo especial en sus ojos, un brillo que siempre me enamoraba.

 

- Pero... ¿por qué las tienes tú?

 

- Tus padres te las quitaron cuando estuviste en coma... yo las recuperé para ti - explicó, con determinación en su voz.

 

Lo miré directamente a los ojos y, sin pensarlo dos veces, lo besé. Luego, él me ayudó a volver a ponerme ambas cadenitas, simbolizando nuestro amor y compromiso.

 

Después, Alan sacó tres álbumes que se parecían mucho a los que había encontrado en mi habitación.

 

- Pero... ¿estos son similares a los que encontré en mi habitación? - pregunté, sorprendida por la coincidencia.

 

- Es porque hice duplicados... - respondió Alan, con una sonrisa. Agarró uno de los álbumes y me explicó que era cuando viajamos a México. Mientras él hablaba, imágenes comenzaron a surgir en mi mente. Estaba empezando a recordar.

 

Luego, tomó otro álbum en el que estábamos vestidos de novios y me contó sobre nuestra boda secreta. A medida que las imágenes cobraban vida en mi mente, las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas.

 

- ¿Estás bien? - preguntó Alan, preocupado por mi reacción.

 

- Fue un momento mágico... puedo recordarlo - respondí, con emoción en mi voz.

 

Él me besó en la mejilla y continuó mostrándome más fotos, mientras compartíamos esos preciosos recuerdos juntos.

 

Después, Alan tomó el último álbum y me explicó que eran fotos que nos habíamos tomado cuando nos reuníamos en su departamento. Mis recuerdos seguían apareciendo en mi mente, como piezas de un rompecabezas que volvían a encajar.

 

Permanecimos abrazados mientras terminaba de ver las fotografías. Luego, decidimos dar un paseo alrededor del lago, disfrutando de la belleza del entorno. No me cansaba de escuchar a Alan hablar sobre nuestros momentos compartidos. De repente, miró su reloj.

 

- Debemos continuar - dijo, con una mezcla de emoción y determinación en su voz.

 

- ¿Continuar? - pregunté, intrigada por sus palabras.

 

- Tengo planeado un recorrido de recuerdos completo, y si no nos vamos ahora, no nos alcanzará el tiempo - explicó Alan, tomando mi mano y llevándome de vuelta a su auto. Comenzó a conducir, y su entusiasmo era evidente en su rostro.

 

- ¿Te encuentras bien? No has dicho ni una palabra - preguntó Alan, preocupado por mi silencio.

 

- Es que me gusta verte y escucharte. Me das mucha tranquilidad y paz - respondí, dejando que mis sentimientos se reflejaran en mis palabras.

 

- No puedes imaginar cuánto te eché de menos. Era como si estuviera viviendo en automático, sin ninguna chispa de motivación - confesó, sintiendo un nudo en la garganta al rememorar los días en los que estuvimos separados.

 

Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla, expresando con ese gesto todo el cariño y la gratitud que sentía.

 

- Bueno, llegamos... - dijo Alan, interrumpiendo el momento. Me asomé por la ventana, pero no vi nada en particular que llamara mi atención.

 

Bajamos del auto y nos encontramos en un parque.

 

- ¿Un parque? - pregunté, curiosa por la elección del lugar.

 

- Una vez te encontré aquí llorando. Nos sentamos juntos afuera, sin preocuparnos de que alguien nos viera. Ese día, no tuvimos miedo de mostrar nuestro amor. Me gustó tanto ese momento que quise traerte aquí de nuevo - explicó Alan, con una sonrisa llena de nostalgia.

 

- ¿Y tú? ¿Sabes por qué estaba llorando aquel día? - pregunté, intrigada por su respuesta.

 

- Sí, claro que lo sé... pero este tour no incluye momentos de tristeza - respondió Alan, con determinación en su voz.

 

Él me hizo sentar bajo un árbol, y tenía razón, en ese lugar no sentíamos ninguna inseguridad. Todo era pacífico y me encantaba estar allí con él. Alan sacó un libro de F. Scott Fitzgerald y comenzó a leerlo en voz alta, mientras yo apoyaba mi cabeza en su hombro. No me avergonzaba mostrarme así con él, porque sabía que ya lo habíamos hecho muchas veces.

 

- Me encanta ese libro - exclamé entusiasmada, reconociendo la elección de Alan.

 

- Lo sé, por eso lo traje - respondió, con una sonrisa llena de complicidad.

 

Y en ese momento, recordé por qué había estado triste aquel día, el día en que habíamos estado en ese mismo parque.

 

- Ingrid, mi hermana... estaba enamorada de ti - dije sin pensarlo, dejando escapar un secreto que había guardado durante mucho tiempo.

 

- Lo recordaste... - dijo Alan, con una sonrisa cálida y comprensiva.

 

- Sí... suena extraño decirlo en voz alta - admití, sintiendo una mezcla de emociones al hablar de ese tema.

 

Después de ese momento mágico, Alan me ayudó a levantarme y regresamos al auto, listos para continuar nuestro tour de recuerdos.

 

Entiendo lo que quieres decir. A veces, los momentos especiales de una historia pueden beneficiarse de un poco más de profundidad para capturar todas las emociones y detalles. Permíteme agregar algunos detalles adicionales para darle más profundidad a la historia:

 

- ¿Y ahora? ¿A dónde me llevarás?

 

- Te llevaré de regreso al lugar donde comenzó nuestra historia, donde todo comenzó.

 

Entendido, aquí tienes la corrección:

 

Ambos reímos, y cada vez me enamoraba más de su hermosa sonrisa. Mientras conducíamos, pasamos por la escuela donde todo empezó, y él me miró con curiosidad.

 

- Y bien, aquí es donde pasamos la mayoría de nuestra historia juntos. No me arrepiento de nada... tú te enamoraste de tu profesor, y yo quedé completamente cautivado por mi alumna.

 

Sonreí y respondí: - Sé que aún no puedo recordar todo, pero tampoco me arrepiento de haber salido contigo, mi maestro.

 

En ese momento, él tomó mi rostro con delicadeza y acercó sus labios a los míos. Nos besamos apasionadamente frente a la escuela, sin importarnos lo que los demás pudieran pensar. Luego, entramos al edificio y recorrimos cada pasillo y salón donde compartimos momentos inolvidables juntos.

 

Finalmente, llegamos a su departamento, nuestro refugio secreto. Él me miró con ternura y dijo: - Bienvenida a nuestro santuario, donde nadie nos juzgaba y siempre encontrábamos consuelo. Este lugar era nuestro refugio de amor, donde podíamos ser nosotros mismos sin miedo ni preocupaciones.

 

En ese momento, las lágrimas volvieron a caer por mis mejillas.

 

- ¿Y ahora? ¿Por qué lloras? - preguntó él, preocupado.

 

- Es que... te amo más de lo que puedo expresar con palabras. Estoy tan agradecida por todos los momentos que hemos compartido y por el amor que siento por ti.

 

________________________________________________________

 

Capítulo 61: Amor Eterno

 

Narra Brenda

 

Alan me miró dulcemente y se acercó a mí. Rodeó mi cuello con sus manos y me dio un tierno beso.

 

- ¿Lloras porque amas? - preguntó.

 

- Lloro porque me da miedo sufrir. ¿Acaso nunca lloré cuando estuvimos juntos? - respondí.

 

- No estoy aquí para hacerte sufrir... estoy aquí para hacerte feliz - dijo con convicción.

 

Terminamos de hablar y él me acompañó a pedir un taxi para que me llevara a casa. Antes de subir al taxi, nos besamos. Era algo tarde, así que decidí subir despacio. Pasé por el cuarto de mis padres y estaban durmiendo. Parecía que creían que había pasado todo el día en mi habitación.

 

En mi cuarto, me puse a reflexionar sobre cuántas cosas habían pasado mientras estaba en coma. Cuando tuve el accidente, apenas comenzaba el invierno, por lo que me había perdido la Navidad, el Año Nuevo, mi cumpleaños y casi la mitad del nuevo semestre de clases. Era mi último semestre para terminar la preparatoria. Me sentí muy nostálgica, tratando de arreglar el pasado.

 

Comencé a pensar que antes de mi accidente solo tenía 17 años... y ahora, sin darme cuenta, ya cumplí 18 y me lo perdí.

 

Pasaron varios días y poco a poco iba recordando más cosas. Estaba segura de que había recuperado al menos el 80% de mis recuerdos de mi relación con Alan. La forma en que los recuerdos volvían era extraña, llegaban a mí mientras dormía en forma de sueños, pero estos sueños se habían hecho realidad. Era curioso, todo lo que recordaba eran momentos alegres, no había ni una sola discusión ni pelea, solo amor. Con cada recuerdo, sentía que me enamoraba más de él.

 

Por las tardes, Alan y yo siempre encontrábamos la manera de vernos. Tenía que seguir mintiéndoles a mis padres y amigos, pero ya me había acostumbrado a eso.

 

Era lunes otra vez y tenía unas enormes ganas de ver a Alan. La escuela ya no era divertida ahora que sabía que él ya no era mi profesor.

 

Habíamos acordado que yo llevaría la cena a su departamento, así que salí de la escuela, fui a mi casa a cambiarme y dejé una nota a mi mamá diciéndole que me quedaría en la biblioteca hasta tarde. Luego, pasé por la comida y llegué al departamento de Alan. Sin embargo, parecía como si nadie estuviera ahí.

 

- ¡Alan! ¡Amor! ¿Dónde estás? - llamé al entrar a su departamento.

 

No escuché ninguna respuesta, así que decidí ir a su habitación.

 

- ¡Alan! ¡Cariño! ¿Estás aquí? - pregunté.

 

Entonces, escuché su voz que venía de su oficina.

 

- Estoy aquí, amor... - gritó.

 

Fui hasta allá y lo encontré sentado frente a un pequeño escritorio. Su rostro lucía un poco desmejorado, con ojeras y el cabello despeinado.

 

- ¿Qué haces aquí? Creí que íbamos a cenar juntos - le dije.

 

- Y lo haremos, es solo que tengo mucho trabajo. No he salido de aquí desde ayer a las 10 pm - respondió.

 

- ¿Puedo ayudarte en algo? - le ofrecí mi ayuda mientras me acercaba a él.

 

- No, en realidad no - contestó.

 

- Bueno, al menos puedo saludarte apropiadamente - dije con una sonrisa.

 

- Sí, eso sí - respondió, levantando la cabeza. Me acerqué y le di un beso en la frente.

 

- Necesitas un masaje... te ves muy tenso - le comenté mientras ponía mis manos en sus hombros.

 

- Necesito terminar... ¿Quieres ir a poner la mesa mientras termino esto y en unos minutos cenaremos juntos? - propuso.

 

- Bueno - acepté.

 

Me fui a la cocina, saqué la comida, algunos platos, cubiertos y vasos, y me senté a esperar. Lo llamé, pero no me contestó. Pasaron 10 minutos más y volví a llamarlo, pero seguía sin responder ni aparecer para cenar. Decidí esperar un poco más y, después de casi 15 minutos adicionales, determiné que era suficiente. La cena ya estaba fría y él nunca apareció.

 

Tomé mis cosas.

 

- Te amo, Alan - dije y salí de su departamento. Estaba un poco molesta por haberme ignorado de esa manera, así que cerré la puerta con fuerza al salir.

 

Estaba a punto de bajar las escaleras cuando escuché a alguien acercándose corriendo.

 

- ¿Qué pasó? ¿Por qué te vas? - preguntó cuando logró estar frente a mí.

 

- Porque la comida ya se enfrió y ya me cansé de esperar - respondí, frustrada.

 

- No puedes entender que tengo mucho trabajo y muchas responsabilidades\" - dijo molesto.

 

- ¿Estás diciendo que yo no tengo responsabilidades? También tengo mucho trabajo en la escuela, sobre todo después de haber perdido medio semestre por el accidente - dije enojada. - Si me hubieras dicho que no podías, no habría venido, pero te estuve esperando durante mucho tiempo.

 

- Solo porque hoy no pudimos estar juntos, no significa que no tengo tiempo para ti - intentó explicar.

 

- Esto no ha sido solo hoy, toda la semana has estado ocupado, cortante y distante. Solo quería hacer que te distrajeras un poco - dije con tristeza.

 

- Tienes razón, discúlpame por hablarte así. Estoy muy estresado, odio el empleo que tengo - admitió.

 

- No sabía eso - respondí sorprendida.

 

- No quería decírtelo. No puedo quejarme ni renunciar porque no tengo otro empleo al que ir. Me gustaba dar clases y ahora... - explicó.

 

- Y ahora es culpa mía... - interrumpí.

 

- No, no es tu culpa - negó rápidamente.

 

- Si lo es... - interrumpí nuevamente - Si yo nunca me hubiera accidentado, mis padres nunca habrían descubierto nuestra relación y no te habrían obligado a renunciar. ¿Ves cómo es mi culpa?

 

- Fui yo quien aceptó salir con una alumna, a pesar de saber que estaba prohibido y que tarde o temprano tendría que renunciar.

 

- ¿Estás arrepentido? - pregunté.

 

- No, en absoluto. Si tuviera la oportunidad de volver en el tiempo, lo haría de nuevo. Puedo soportar la monotonía de este empleo con tal de estar junto a ti - me tomó de la mano.

 

- Nunca me dijiste cómo conseguiste ese empleo. ¿De quién es esa editorial? - indagué.

 

- AM - titubeó un poco. \"Bueno, la editorial es de una amiga...

 

- ¿Una amiga? ¿Cómo se llama? - pregunté, sintiendo un pinchazo en la cabeza mientras intentaba recordar algo sobre ella, pero sin éxito.

 

- Laura... se llama Laura - dijo rápidamente, apenas audible.

 

El nombre me provocó una punzada en la cabeza, intentaba recordar algo acerca de ella, pero por más que lo intentaba, no lograba nada.

 

- ¿La conozco? - pregunté.

 

- Bueno... la has visto un par de veces - respondió de manera cortante - En fin... ¿Me perdonas por no cenar contigo y por ignorarte todo este tiempo?

 

- Por supuesto que sí - dije mientras tomaba sus mejillas y le daba un beso - Nos vemos mañana... te amo

 

- No, noooo, quédate a dormir... conmigo - suplicó.

 

- ¿Estás loco? Mis padres lo notarán - respondí, preocupada.

 

- Vamos, Brenda, ya lo has hecho una vez. Me siento solo. Miente por mí... por favor - dijo haciendo pucheros.

 

- Qué fácil me convences... te odio por esto - respondí con sarcasmo.

 

Tomé mi celular y le envié un mensaje a mi mamá diciendo que me quedaría a dormir en casa de Anabela. Mentir ya no me resultaba tan difícil, aunque sabía que estaba mal. Pero deseaba pasar más tiempo con Alan.

 

Él entrelazó sus manos con las mías y caminamos de regreso a su departamento. Estuvimos abrazados mientras cenábamos la comida fría. Luego, él me dijo que estaba cansado y que era hora de ir a dormir.

 

Sin esperarlo, me cargó en sus brazos y me llevó a la cama. Yo me movía tratando de que me soltara, pero sinceramente amaba estar así con él.

 

Nos acostamos juntos, él me rodeó con sus brazos y yo recargué mi cabeza en su pecho...

 

- ¿Cómo lo hiciste? - preguntó Alan.

 

- ¿Cómo lo hice con qué? - respondí confundida.

 

- ¿Cómo lograste cambiar mi vida? No creo que yo sea digno de ti. ¿Qué viste en mí? Si pudieras ver a un chico que realmente valga la pena...

 

- Lo dices solo porque estás enamorado... yo no tengo nada de especial y te puedo asegurar que algún día me verás y lo comprobarás

 

- Si eso llega a pasar algún día, pediré que me encierren en un manicomio. Creo que estaré alucinando. Te amo y el amor es lo único que es eterno

 

- Y en cuanto a la otra pregunta... tú sí vales la pena. Eso lo supe desde el primer momento en que te vi, cuando tus manos sujetaron las mías después de que agarré aquel libro. Ese día dije: \'Ese es un príncipe y yo lo quiero para mí\'

 

Después giré y lo besé. Él no me soltó y comenzó a acariciarme debajo de mi blusa. Estaba segura de lo que iba a pasar, y sus caricias me resultaban tan familiares que no lo detuve.

 

- Gracias al cielo que no olvidaste esto - dije sonriendo.

 

Él comenzó a besarme suavemente el cuello, y cada roce de sus labios enviaba escalofríos por todo mi cuerpo. Sus besos luego se dirigieron a mi oreja, provocándome cosquillas que me hicieron estremecer de placer. Después, volvió a mis labios y los besó con pasión, mientras sus manos recorrían delicadamente mi espalda por debajo de mi blusa. No pude resistir la tentación y comencé a acariciar su pecho por debajo de su camisa, sintiendo su corazón latir fuertemente bajo mis dedos.

 

No queriendo quedarme atrás, decidí explorar su cuello con mis labios, sintiendo su piel suave y el latir de su pulso acelerado. Escuchar cómo gemía mi nombre, \"Brenda, Brenda\", mientras mis labios recorrían su piel, aumentaba mi deseo y pasión por él. Mis besos luego se dirigieron a su oreja, donde susurros de amor escapaban de sus labios, \"Te amo, te amo\".

 

Sin darnos cuenta, nos encontramos desnudos, entregados el uno al otro. Comencé a besar su hombro, recorriendo cada centímetro de su cuerpo con mis labios, dejando una estela de besos ardientes a mi paso. Mis labios encontraron su pecho, donde pude sentir su respiración entrecortada y su piel erizarse bajo mis caricias. Descendí lentamente hasta llegar a su ombligo, saboreando cada momento y disfrutando de la anticipación.

 

Luego, ascendí nuevamente hasta encontrarme con sus labios, donde nuestros besos se fusionaron en una danza apasionada. En un giro inesperado, él se colocó encima de mí, sus ojos encontraron los míos, buscando siempre mi consentimiento y deseo. Le sonreí, dejándole claro que era suya por completo.

 

Con cada movimiento, él se movía con delicadeza y ternura, como si quisiera protegerme de cualquier daño. Cada suspiro y gemido que escapaba de mis labios era una expresión de puro éxtasis y amor por él. Grité su nombre, \"Alan, Alan, Alan\", mientras nuestros cuerpos se fundían en un acto de pasión desenfrenada. \"Te amo, te amo, te amo\", susurré entre susurros.

 

Finalmente, nos abrazamos exhaustos, sintiendo nuestros corazones latir al unísono. Nos quedamos dormidos, envueltos en el amor y la intimidad compartida.

 

________________________________________________________

 

Capítulo 62: El paraíso no es para siempre

 

Narra Brenda

 

Al despertar en la casa de Alan, sentí un vacío al estirar mi mano y no encontrarlo a mi lado.

 

- ¿Alan? - llamé, saliendo de la habitación.

 

Él salió de la cocina con una bandeja que sostenía un delicioso desayuno.

 

- Lamento haberme tardado, pero ya sabes que la cocina no es mi fuerte. Buenos días, amor - dijo con una sonrisa.

 

- ¿Desayuno en la cama? No recuerdo haber tenido un Alan tan romántico frente a mí.

 

- Bueno, hoy no es un día como los demás - respondió, misterioso.

 

- ¿Qué día es hoy? - pregunté confundida.

 

- Bueno, técnicamente es martes - dijo con sarcasmo -, pero me refiero a que es especial.

 

- ¿Quieres decirme que se celebra hoy?

 

- Digamos que es una ocasión especial.

 

- Bueno, en todo caso, gracias por el delicioso desayuno. Te amo.

 

Con una sonrisa, se sentó a mi lado en la cama y compartimos un momento íntimo mientras disfrutábamos de la comida. Cada bocado era un gesto de amor y cuidado por parte de Alan. Después de terminar, él se levantó y se acercó para darme un cálido abrazo antes de acompañarme de regreso a casa. Como siempre, encontró la manera de estacionarse a tres cuadras de distancia para proteger nuestra privacidad y evitar que nos descubrieran. Cada pequeño detalle de su comportamiento romántico hacía que mi corazón se acelerara y me recordaba lo afortunada que era de tenerlo a mi lado.

 

- Hemos llegado - anunció al detenerse frente a mi casa.

 

- Quiero agradecerte por una noche maravillosa - dije, tomando su mano.

 

- Ojalá pudiera despertar junto a ti todos los días. Ese es uno de mis sueños más grandes - besó suavemente mi mano -. Ahora, más tarde veremos películas en mi casa. No quiero desperdiciar este día...

 

Me acerqué a él y, entre besos, le susurré:

 

- Cuenta con eso. Te veré en tu departamento.

 

Alan sonrió, nos dimos otro beso y me dirigí a mi casa.

 

Al entrar, encontré a mi familia aún desayunando.

 

- Hola, hija. Es un privilegio tenerte en casa. Últimamente apenas pasas tiempo con la familia, ¿qué está pasando?

 

- Mamá, te avisé que pasaría la noche con Anabela - respondí tratando de sonar tranquila.

 

- ¿Estás saliendo con alguien? - preguntó mamá directamente.

 

- No, mamá. ¿Por qué preguntas eso?

 

- Te ves diferente... No quiero que nos estés mintiendo de nuevo.

 

- ¿A qué te refieres con \"de nuevo\", mamá? No recuerdo haber mentido antes o quizás sigan siendo efectos de la amnesia.

 

- Olvídalo, hija... Solo si tienes algo que ver con alguien, solo dínoslo, ¿sí? No hay por qué tener secretos.

 

- Está bien, mamá. Te lo diré cuando haya algo que contar.

 

Sabía que estaban hablando de Alan, pero decidí mantenerme en silencio y subí a mi habitación. Pasé el resto del día allí, pensando en el pretexto que utilizaría para salir esta noche.

 

Papá entró a mi habitación interrumpiendo mis pensamientos.

 

- Hija, ya nos vamos. ¿Necesitas algo? - dijo dándome un beso en la frente.

 

- ¿Adónde van?

 

- Hoy tu hermana tiene una ceremonia en la universidad. Llegaremos en la noche, ¿de acuerdo? Si necesitas algo, por favor llámanos.

 

- Sí, cuídense.

 

Una sonrisa se formó en mi rostro. Me metí a bañar, luego me cambié y, aprovechando que mis papás no estarían en casa, decidí ir al departamento de Alan sin tener que idear algún plan.

 

Cuando llegué, me di cuenta de que no había nadie. Busqué en todas las habitaciones, pero no encontré rastro de Alan. Finalmente, vi una nota en su cama.

 

\"Cariño, tuve que salir por trabajo, pero necesito un favor. ¿Podrías ir a la dirección que está al reverso y recoger algo que necesito? Gracias, es urgente.

 

Con amor: - Alan\"

 

Al principio me desconcertó la nota. Se suponía que él quería verme aquí. Sin embargo, pensé que quizás realmente era urgente lo que necesitaba, así que me dispuse a cumplir con su solicitud. Tomé un taxi que me llevó a la dirección indicada...

 

- Bueno, señorita, llegamos - dijo el conductor del taxi mientras detenía el vehículo.

 

- ¿Está seguro? - pregunté, sin estar convencida. Me habían llevado a la calle de los restaurantes más lujosos de la ciudad.

 

- Aquí es la dirección que usted me dio - respondió el conductor.

 

- Aquí tiene - dije, pagando el viaje. - Gracias.

 

Bajé del taxi y comencé a buscar algún lugar que me diera una pista. Pero en el número de la calle que Alan me había dado, se encontraba uno de los restaurantes más hermosos de la ciudad. Miré hacia la puerta y allí estaba él, vestido con un traje y sosteniendo un ramo de Lirios Blancos en la mano.

 

Me quedé totalmente paralizada, y entonces él se acercó a mí.

 

- Sorpresa, amor, y feliz cumpleaños atrasado... ya tienes 18 años - dijo con una sonrisa.

 

No sabía cómo reaccionar. Alan había mencionado que era \"mi cumpleaños atrasado\" y había recreado la celebración para que no me sintiera como si me lo hubiera perdido. No supe si fue eso o el hecho de que Alan estuviera frente a mí con mis flores favoritas, pero las lágrimas comenzaron a brotar.

 

- Amor... ¿Por qué lloras? - preguntó él, preocupado.

 

- Todo esto es tan hermoso. Por eso te comportabas tan extraño hoy. Lo siento, siento no haber prestado atención a tus señales.

 

- Mi intención no era hacerte sentir que lo habías olvidado. Sé que te lo perdiste, así que quiero que esta noche sea especial para ambos. Por eso te traje aquí a cenar.

 

- ¿Qué? ¡Alan! No, no puedo ir a ese lugar así. Mira cómo estoy vestida. Creí que veríamos una película, por eso no me arreglé. Y mira a ti, tan elegante en este lugar lujoso. Pareces un príncipe.

 

- No me importa cómo estés vestida. Incluso en pijama eres más hermosa que todas las personas que están adentro - dijo con ternura.

 

- Alan, eres increíble. Gracias por hacerme sentir tan especial y amada. Te amo con todo mi corazón.

 

Él tomó mi mano y juntos caminamos hacia el restaurante.

 

- ¿Te importa si nos sentamos aquí afuera? No logré encontrar mesas disponibles adentro.

 

- No importa, aquí es perfecto mientras esté contigo. Además, es una hermosa noche - respondí, emocionada.

 

Nos sentamos en una mesa al aire libre, disfrutando de la compañía del otro y de la hermosa noche que nos rodeaba.

 

Después de unos minutos, pedimos la cena y mientras comíamos, comenzamos a recordar algunos de los momentos que habíamos compartido durante casi un año juntos.

 

Era un momento perfecto, él y yo, la noche, el lugar... todo parecía encajar. Sin embargo, de repente, escuché unas voces, casi gritos, que reconocí de inmediato... eran mis padres.

 

- ¡Brenda! ¿Qué estás haciendo con él? – exclamó mi papá.

 

Quedé muda, completamente paralizada, al igual que Alan.

 

- ¿Desde cuándo se están viendo de nuevo? – gritó mi mamá.

 

Volteé la cabeza y también vi a mi hermana, observando la escena en silencio.

 

- ¡Freeman! Teníamos un acuerdo y lo estás incumpliendo. ¿Quieres meterte en serios problemas?

 

- Señor, yo la amo... – dijo Alan.

 

- Y yo también lo amo a él – respondí. – No puedo creer que me hayan mentido, que me hayan ocultado que estuve con él. Era importante para mí conocer toda la verdad sobre mis recuerdos, y ustedes me la negaron... me alejaron del amor de mi vida.

 

- No entiendes lo que dices... fue por tu bien – dijo mi mamá.

 

- ¿Qué bien puede traerme el haberme alejado del amor de mi vida?

 

- Oh, por el amor de Dios, está claro que no se lo dijiste, ¿verdad? – dijo mi madre dirigiéndose a Alan.

 

Alan no pudo responder, solo balbuceaba.

 

- Por supuesto que no te lo dijo, puedo imaginarlo... es demasiado cobarde para admitir que fue el responsable de tu accidente. ¿Te volvió a enamorar con mentiras? – dijo mi mamá.

 

Miré a Alan, nunca había visto a mis padres tan enojados. Aunque intentaban no armar un escándalo en el restaurante, todos se habían dado cuenta.

 

- ¿Qué está pasando, Alan? ¿De qué están hablando? - pregunté confundida.

 

- Yo... yo... Intenté decírtelo, juro que iba a hacerlo... - respondió Alan.

 

- Pero... ¿Decirme qué? ¿Hacer qué? - inquirí, esperando una explicación.

 

- Ya es suficiente... - intervino papá. - Regresemos a casa... ¡Brenda, sube al auto!

 

- ¿Qué? No, no lo haré. No quiero que me separen de él. Lo amo y no me iré de su lado... ¿Alan? - supliqué, tratando de que me detuviera.

 

- Es mejor que vayas con ellos - fue lo único que dijo Alan.

 

Estaba confundida. ¿Por qué Alan no estaba luchando por nuestra relación?

 

- ¿Qué? ¿No? ¿Alan? - rogué, pero él no respondía a mis súplicas.

 

Me aferré a su brazo, pero papá me tomó del brazo y me arrastró hasta el auto.

 

- Vamos, Brenda... no lo hagas más difícil - dijo papá.

 

- No quiero ir... ¿Alan? No dejes que me lleven - gritaba, pero él no reaccionaba.

 

Fue entonces cuando intervino mi hermana Ingrid.

 

- ¡Ya basta, papá! - exclamó Ingrid, separándome de Alan y enfrentando a nuestros padres. - Esto no es justo para Brenda. No pueden controlar su corazón y sus sentimientos.

 

Mi papá frunció el ceño, pero finalmente soltó mi brazo. Ingrid me abrazó, brindándome consuelo en medio de la confusión y el caos.

 

- No te metas en esto, hija... esto es entre tu hermana y nosotros - le dijo papá a Ingrid.

 

- Esta no es la manera, papá, y lo sabes... la estás lastimando - afirmó Ingrid, acompañándome hasta el auto, ya que no tenía fuerzas para luchar. Una vez en el auto, me solté a llorar.

 

- Nos volviste a mentir - dijo mi mamá, decepcionada.

 

- ¿Mentir? Ustedes me mintieron a mí. Nunca me dijeron toda la verdad sobre él, y ahora salen con que Alan tuvo que ver con mi accidente. No se los voy a creer, ¡NO SE LOS CREO! - exclamé, gritando la última parte.

 

- ¿Quieres saber la verdad? - dijo mi mamá, con una mirada intensa.

 

- ¿Qué verdad? - pregunté, sintiendo que algo importante estaba a punto de revelarse.

 

Mi hermana Ingrid intervino rápidamente, tratando de evitar que mi mamá dijera algo que pudiera empeorar la situación.

 

- Mamá, no es necesario... - dijo Ingrid, con un tono de advertencia en su voz.

 

Pero mi mamá decidió seguir adelante y revelar lo que había estado ocultando.

 

- De acuerdo, si realmente quieres saber, te diré la verdad. ¿Por qué no le pides a Alan que te cuente sobre aquel día en su departamento, cuando lo encontraste con su exnovia? ¿Acaso él no te lo ha contado? - dijo mi mamá, con furia en sus palabras. - Ese impacto emocional que sufriste y la llamada que recibiste mientras ibas en carretera, todo eso fue lo que causó tu accidente... esa es la verdad.

 

No supe cómo reaccionar en ese momento. Sus palabras resonaron en mi mente, despertando recuerdos vagos pero familiares. Me sentía abrumada por la revelación, sin poder procesar completamente lo que acababa de escuchar.

 

- No, no puede ser cierto... eso no puede ser verdad - balbuceé, desesperada por encontrar una explicación diferente. - Ustedes están diciendo esto porque quieren separarme de Alan. Todo esto se trata de su preocupación por lo que la sociedad piense de que su hija salga con su exprofesor.

 

Mi mamá intentó calmarme, pero sus palabras solo aumentaron mi frustración.

 

- Las cosas no son como tú crees - dijo mi mamá, tratando de hacerme entender.

 

- ¡Basta, mamá! - exclamó Ingrid, defendiéndome. - Estás atormentándola con tus palabras.

 

Me negué a aceptar lo que me decían. Sentía que todo era una conspiración para separarme de Alan, y no estaba dispuesta a creer ninguna de sus mentiras.

 

- Me niego a creer todo lo que han dicho... ustedes están mintiendo. No intenten separarme de Alan, porque lo amo demasiado y no voy a creer ninguna de sus mentiras - afirmé con determinación, aunque en mi interior había una pequeña voz de duda.

 

Era difícil aceptar la realidad, y mi negación era una forma de protegerme de la verdad que se estaba revelando.