Mirar la vida desde la ventana cerrada
a la promesa del olvido,
mirarla con las pupilas ensangrentadas
por la acuosas lágrimas del recuerdo
de un amor desvanecido
en un tiempo de impostura;
sentirla desparramar sus adjetivos
en estrofas recargadas por bendiciones
que a otros visten y a mí desnudan,
me ha enseñado que desear la esperanza
tras mis desdichadas rejas,
me aleja, con ropajes nuevos,
de la eterna desventura
que yo mismo he reclutado,
expoliando sus ropas viejas.