Fueron tiempos felices
los de entonces
y quedaron anclados
cual recuerdos.
Hoy los veo
lejanos y cercanos,
y hasta siento
vivirlos nuevamente.
Pero en vano
persigo esos instantes
que se van
cuando intento recordarlos.
Y aquí quedo
con gesto suplicante,
de esa brisa silente
y su caricia.
Hay un nombre
que brota de mis labios
y que busca, a lo lejos
su figura.
Pero el eco, sin nombre,
del invierno
me devuelve el vacío
con la bruma.
Mis pupilas
se mojan con la lluvia,
que destilan los ojos
hoy ancianos.
Hay un grito
que surge en la garganta
con tu nombre
que escapa por mis labios.
Rafael Sánchez Ortega ©
17/01/24