Reb Liz

Un Profesor Encantador: CapĂ­tulos 63 y 64

Capítulo 63: El Amor Duele

 

Narra Brenda

 

Era como una pesadilla de la que no podía despertar. No podía creer lo que estaba sucediendo. El auto seguía en movimiento, mis lágrimas caían sin cesar y mi madre me gritaba desesperada. Sin pensarlo dos veces, abrí la puerta del auto y caí de rodillas en el suelo. Me levanté rápidamente y comencé a correr, sin importarme los gritos que me llamaban desde atrás.

 

Necesitaba estar con Alan, necesitaba que me explicara lo que estaba pasando. Con el corazón en la garganta, llegué a su departamento. Estaba destrozada, no podía controlar mi llanto. Alan abrió la puerta y antes de que pudiera decir una palabra, me abalancé hacia sus brazos, buscando su protección.

 

Desesperadamente, le supliqué:

 

- Por favor, dime que todo esto es una mentira. Dime que mis padres están tratando de separarnos y nada de esto es real... - mi voz temblaba de dolor y esperanza.

 

Alan bajó la cabeza, sus ojos llenos de tristeza, y suspiró antes de responder:

 

- Quisiera poder decirte que no es verdad, que todo es una confusión, pero no puedo mentirte más. Lo siento, Brenda. - su voz sonaba quebrada y llena de remordimiento.

 

Sentí cómo mi mundo se desmoronaba. Retrocedí, alejándome de él, tratando de asimilar sus palabras.

 

- ¿Entonces es verdad? Después de todo lo que prometiste, me mentiste... ¿Por qué, Alan? ¿Por qué me ocultaste todo esto? - pregunté, con la voz entrecortada por el dolor.

 

Alan se acercó lentamente, sus ojos llenos de lágrimas, y tomó mis manos entre las suyas.

 

- No quería lastimarte, Brenda. Pensé que si te ocultaba la verdad, podríamos ser felices juntos. Pero me equivoqué, y ahora lo veo. Te amo y no quiero perderte, pero entiendo si no puedes perdonarme. - sus palabras resonaron en el aire, cargadas de arrepentimiento y amor.

 

Me quedé en silencio por un momento, luchando con mis propios sentimientos. Finalmente, respondí con voz firme pero llena de tristeza:

 

- No sé si alguna vez podré perdonarte, Alan. Me has herido profundamente al romper tu promesa. Necesito tiempo para pensar y sanar. Por ahora, necesito alejarme de ti... - dije, con el corazón destrozado.

 

Me paré en la puerta, lista para irme, y él intentó detenerme.

 

- No intentes detenerme - advertí, con voz firme - Ya no sé qué me duele más... la primera vez que te encontré engañándome con ella, o esta vez que me mentiste después de haberme lastimado.

 

Me separé de él y, finalmente, grité:

 

- Ha sido el mejor de los cumpleaños

 

Esta vez, no quise llorar. Bajé rápidamente para alejarme de él. Me paré en la entrada del edificio y escuché cómo corría para alcanzarme, pero yo ya no podía estar con alguien que me había lastimado tantas veces.

 

- Solo lo olvidaremos... - dije cuando finalmente logró alcanzarme.

 

Él se quedó allí, sollozando, y yo me fui. Mi taxi había llegado, pero antes de irme, vi cómo Alan caía de rodillas, llorando. Durante el camino, tuve que decirle tres veces al taxista que ignorara cómo lucía, que estaba bien. Pero al llegar a casa, no pude contenerme. No quería entrar, porque sabía que tendría que enfrentarlos después de todo lo que había pasado.

 

Giré la perilla y ahí estaba mi mamá, sosteniendo el teléfono. Cuando me vio, lo aventó y corrió hacia mí.

 

- Oh, gracias a Dios, ¿estás bien? Te he estado llamando.

 

Y lo único que pude hacer después de haberme aguantado fue llorar...

 

- Estuviste con él, ¿cierto? - preguntó mamá. - ¿Te lo dijo?

 

- Soy una estúpida - dije entre llantos - Ahora puedes decirme: \"Te lo dije\". Vamos, dilo mamá, que lo estoy esperando.

 

Mamá no dijo nada, solo me abrazó.

 

- Estamos aquí para apoyarte, queremos lo mejor para ti... - dijo mientras me cubría entre sus brazos.

 

- Pero no es lo que necesito... ¡Lo necesito a él!

 

Yo estaba recargada en la puerta, mi mamá me consolaba tocando mi hombro. Estaba enojada y con una tristeza que no cabía en mi pecho.

 

- ¿Hay algo que pueda hacer por ti? - preguntó mi madre con voz suave, preocupada por mi estado.

 

- Quiero estar sola - respondí bruscamente, apartándome de ella. Me dirigí a mi cuarto, con la intención de encerrarme y permitir que mi corazón olvidara a Alan. Sin embargo, mientras subía los escalones, todo a mi alrededor se volvió borroso. Me sentía mareada y, antes de darme cuenta, perdí el conocimiento. Lo último que vi fue cómo la escalera parecía moverse.

 

Desperté en el hospital, escuchando voces a mi alrededor.

 

- ¿Una contusión, doctor? - preguntó mi madre, preocupada.

 

- Así es. Brenda sufrió una contusión, probablemente debido al estrés y a todo lo que ha pasado recientemente, incluyendo el grave accidente que tuvo. Afortunadamente, no es algo grave y es posible que pueda regresar a casa más tarde en el día - explicó el médico.

 

Así que estaba en el hospital. Me desmayé después de todo lo que había sucedido, y una vez más, Alan era el causante de mi dolor.

 

Abrí los ojos por completo y vi a mi madre y al médico observándome.

 

- Podemos irnos ahora, ya estoy bien - dije con determinación, tratando de ocultar mi vulnerabilidad.

 

- Me alegra verte despierta, cariño. Pero debes descansar. Lamento mucho lo que te ha sucedido - dijo mi madre, con una mezcla de alivio y tristeza en su voz.

 

- No me pasó nada. Odio que me tengan lástima. Ahora, recoge tus cosas y vámonos - respondí con firmeza, rechazando cualquier muestra de compasión. No quería que me vieran como una víctima. Estaba comenzando a comprender que el fin de una relación no significaba el fin de mi vida, aunque aún me costaba creerlo por completo.

 

Después de unas horas en el hospital, mi padre llegó para llevarnos a casa. Como siempre, intentó hacer bromas para animarme, pero su esfuerzo no lograba romper la tristeza que me embargaba.

 

Acabo de aprender que el amor puede ser muy doloroso... Nunca imaginé que mi primer noviazgo terminaría de esta manera.

 

Después de salir del hospital, llegué a casa y me dirigí directamente a mi habitación. Me sumergí en un sueño profundo que duró toda la tarde. Al despertar al día siguiente, me encontré incapaz de levantarme de la cama. Una tristeza abrumadora se apoderó de mí y perdí toda motivación. Lo peor de todo es que esta sensación persistió durante los siguientes tres días. Mi madre estaba preocupada, pero decidí ocultarle la verdadera razón de mi estado emocional. Le dije que eran los efectos secundarios de las pastillas que me habían recetado, para tranquilizarla. Sin embargo, en realidad, había dejado de tomar esas pastillas hace días. La verdadera causa de mi dolor era el amor, una enfermedad mortal que había sido desencadenada por ALAN, el único que había destrozado mi corazón.

 

A pesar de mis esfuerzos por olvidarlo, ALAN continuaba enviándome mensajes desesperados. Cada uno de ellos decía: \"perdóname\" o \"te necesito\". Aunque sabía que debía bloquearlo o cambiar de número, una parte de mí seguía aferrada a la esperanza de que sus mensajes cambiaran. Esta situación me llevó a aislarme de mis amigos, sintiendo que me estaba perdiendo a mí misma poco a poco.

 

Así pasaron tres días, en los que me limité a quedarme sola en mi habitación, sumida en la tristeza y la confusión. Ingrid, mi hermana, intentaba animarme, pero sus esfuerzos no lograban alcanzarme en lo más profundo de mi dolor.

 

Fue en el tercer día cuando Anabela,  amiga querida, decidió hacerme una visita. Su presencia fue un rayo de luz en medio de mi oscuridad, y su apoyo me hizo sentir un poco de esperanza en medio de la tormenta emocional que estaba viviendo.

 

- No tienes idea de cuánto te extraño. ¿Dónde está mi amiga?

 

- ¿Te refieres a tu mejor amiga de antes, a la que todos le mintieron y aun así seguía sonriendo, o a tu amiga actual, a la que lastimaron y a la que parece no importarle?

 

- Solo la quiero a ella. - Tomo una foto de nosotras dos - Como antes y como ahora... No sabes cuánto te extraño. ¿Podrías hacer el esfuerzo de pasar estas últimas semanas con nosotros? La graduación está casi aquí.

 

- Vamos, no seamos dramáticos... Solo he faltado dos días a la escuela.

 

- Pero te estás perdiendo a ti misma. No sabía que eras de esas chicas que se olvidan de sí mismas después de terminar con su novio...

 

- No soy así. Esto no es por él. Ya me olvidé de Alan. No estoy deprimida, solo estoy cansada. Estas últimas semanas han sido demasiado para mí.

 

Anabela se fue y yo no dije ni hice nada. Mi mamá llegó con mi \"cena\" y medicinas, las tomé y me quedé dormida...

 

En esa noche, durante mi sueño, me encontraba en el salón de clases. Estaba sola y vi entrar a un profesor. Esperaba ver a Alan, pero no era él. Tuve una conversación con ese otro profesor:

 

- ¿Y el Profesor Freeman?

 

- Él ya no trabaja aquí, lo sabes bien.

 

- Pero... lo necesito, lo extraño demasiado.

 

- Bueno, quizás él ya no esté pensando en ti... Como tú dijiste, \"solo se olvidarán\". Tal vez sea tiempo de seguir adelante, ¿no crees?

 

En mi sueño, terminé de hablar con él y salí de la escuela. Al salir a la calle y girar a un lado, vi a Alan. Tenía puesta la misma ropa que llevaba el primer día que lo vi, y sostenía el libro que nos marcó tanto. Pero al otro lado, me vi a mí misma, sonriendo y realmente feliz... Fue entonces cuando decidí seguir adelante y dejar a Alan.

 

Desperté un poco alterada. Los rayos del sol me daban en la cara. Miré el reloj y eran las 7:30 am. Después de ese sueño, me sentía decidida a seguir con mi vida. Habían sido varios días dedicados a la melancolía y a estar triste por Alan. Ambos \"solo nos olvidaremos\".

 

Era un poco tarde para ir a la escuela, pero me apresuré. Me metí a bañar y estrené ese vestido que planeaba usar en un día de campo con Alan... Cuando estuve lista, mi mamá subía con mi medicina y se llevó una gran sorpresa al verme.

 

- Bren… ¡me alegra mucho verte! ¿Qué ha pasado?

 

- Quiero hacer cosas, mamá. Tengo sueños que quiero cumplir. Eso es lo que ha pasado.

 

- Pues me alegra que haya pasado. ¿Necesitas algo...?

 

- No, en un rato bajo a desayunar.

 

Terminé de arreglarme y cuando bajé, todos estaban reunidos alrededor de la mesa...

 

- Mamá, si necesito algo, sabes... ¿Dónde están mis papeles para la beca de Boston? ¿Dónde está el formulario de inscripción para el Instituto Tecnológico de Massachusetts?

 

- ¿Hablas en serio?

 

- Sí, los necesito. No quiero dejar pasar otro día más. Voy a ir a la escuela y comenzaré los trámites para recuperarlos.

 

- Me alegra, hija. Los documentos están arriba, en mi cuarto...

 

Busqué frenéticamente mis papeles, tomé mis cosas y me dirigí apresuradamente a la escuela.

 

Al llegar, Anabela se alegró mucho de verme. Comenzaban los ensayos para la graduación y me asignaron un lugar en el escenario. Había una lista de invitados para la ceremonia de graduación y esta vez el encargado de dar las palabras de despedida sería un ex profesor de literatura...

 

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Capítulo 64: Final Parte 1

 

Narra Brenda

 

La pesadilla parecía no tener fin...

 

El invitado especial era nada más y nada menos que mi ex maestro de literatura y, por lo tanto, mi exnovio... Mi rostro debió haber reflejado el susto, porque Anabela lo notó de inmediato.

 

- ¿Estás bien? – preguntó, tocando mi hombro con preocupación.

 

Antes de que pudiera responderle, mi celular sonó. Era Alan, como todos los días, con su mensaje matutino. Solía leerlos, pero ya no más. Necesitaba olvidarme de él por completo, y eso no sería posible si seguía recibiendo sus mensajes.

 

- Sí, estoy bien, pero tengo que ir a terminar unos trámites. Nos vemos mañana, ¿está bien? - respondí con una sonrisa forzada.

 

Anabela me miró extrañada, pero asintió y se despidió de mí.

 

Decidí tomar una decisión importante: cambiar mi número de teléfono. Aunque me costaba trabajo, sabía que era necesario para ponerle un fin definitivo a Alan.

 

Después de eso, me dirigí a las oficinas donde había tramitado mi beca para Boston y mi inscripción en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Al llegar, busqué al encargado, el Lic. Max Miller.

 

- Hola, soy el Lic. Max Miller. ¿En qué puedo ayudarte? - me recibió con amabilidad.

 

- Hola, vengo a re-tramitar mi beca para Boston y mi inscripción para el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Las abandoné hace unos meses, pero ahora quiero ver la posibilidad de solicitarlas de nuevo... - expliqué con determinación.

 

El señor Miller asintió y me pidió que esperara un momento mientras terminaba de arreglar algunas cosas. Mientras tanto, mis pensamientos se perdieron en el remolino de emociones. Sabía que dejar atrás a Alan significaba también dejar atrás una parte de mi pasado.

 

En medio de mis pensamientos, escuché al señor Miller hablar con alguien en voz baja.

 

- Laura, ¿puedes ayudar a la señorita a llenar su solicitud? - solicitó amablemente.

 

- Sí, papá, yo la ayudo  - respondió una voz familiar.

 

Levanté la mirada y ahí estaba ella, Laura, la misma Laura que había sido parte de mi historia con Alan. Nuestros recuerdos se agolparon en mi mente, y sentí una mezcla de emociones.

 

Cuando Laura me vio, su rostro se puso pálido y su expresión reflejó sorpresa y cierta incomodidad.

 

- Creo que regresaré después... - dije, sintiendo que la situación se volvía incómoda.

 

Estaba a punto de darme la vuelta e irme cuando Laura interrumpió mis pensamientos.

 

- No, no te preocupes. Soy profesional y estoy aquí para ayudarte. Por favor, dime ¿en qué puedo asistirte? - dijo con determinación.

 

Su actitud profesional me sorprendió, pero también me dejó con una sensación de curiosidad. ¿Cómo debería actuar yo frente a la persona que había sido parte de la ruptura entre Alan y yo?

 

- Quiero tramitar mi beca para Boston y mi inscripción para el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Pensé que el Señor Miller ya te lo había mencionado.

 

Laura asintió, comprendiendo mi solicitud.

 

- Entiendo. Mira, tienes que llenar este formulario. Si necesitas ayuda, estaré aquí para asistirte en todo lo que necesites.

 

Tomé el formulario que me entregó y comencé a llenarlo, tratando de evitar el contacto visual.

 

En ese momento, Laura rompió el silencio incómodo.

 

- Escucha, sé que esta situación nos resulta incómoda a ambas, pero quiero que sepas que me alegra verte bien.

 

Levanté la mirada, sorprendida por sus palabras.

 

- ¿Disculpa? - pregunté, confundida por su repentino cambio de actitud.

 

Laura suspiró, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.

 

- Si es necesario pedir perdón, lo haré. Después de lo que pasó esa noche con Alan, me sentí terriblemente culpable. La verdad es que la culpa fue toda mía, él no tuvo nada que ver. Fui yo quien planificó todo.

 

Mis ojos se abrieron de par en par, sin poder creer lo que estaba escuchando.

 

- Por favor, no intentes justificarlo ahora. Sé muy bien lo que sucedió, y Alan también estuvo involucrado. No fue solo tu responsabilidad.

 

Laura asintió, aceptando mi respuesta.

 

- De acuerdo, entiendo. Pero quiero que sepas que no quiero seguir sintiéndome así. Hace unos días me enteré de lo que ocurrió entre ustedes, y Alan está muy herido... Durante el tiempo en que estuviste en coma, él estaba sumamente deprimido. Parecía completamente destrozado.

 

La culpa se apoderó de mí, pero traté de mantenerme firme.

 

- Supongo que es la consecuencia de sus acciones - respondí, con un tono cortante.

 

Laura pareció reflexionar por un momento antes de hablar de nuevo.

 

- Yo creo que es amor... Cuando descubrí su relación, noté un brillo en sus ojos que nunca había visto cuando estaba conmigo.

 

La confesión de Laura me dejó perpleja. Era evidente que mi historia con Alan era mucho más complicada de lo que había imaginado.

 

- Sí, bueno, supongo que ahora que yo ya no estoy ni estaré con él, no habrá nada que impida que regreses con él - comenté con resignación.

 

Laura negó con la cabeza, refutando mi afirmación.

 

- Te equivocas. Creo que, después de todo, ustedes dos piensan de manera similar. Tú te vas a Boston y él, bueno, él acaba de renunciar ayer a la editorial. La próxima semana empieza la gira promocional de su libro. Quién sabe, quizás algún día se encuentren cuando él vaya a Boston...

 

Mis ojos se abrieron de par en par, sorprendida por la información que Laura me estaba revelando.

 

- ¿Él te lo dijo? ¿Sobre su gira? - pregunté, buscando confirmación.

 

- No es necesario. Toda la editorial lo sabe - respondió Laura con seguridad.

 

Asentí, procesando la información. Luego, le entregué el formulario que me había dado.

 

- Aquí tienes, he terminado. Y no te preocupes, hoy he decidido no sufrir más por mi historia con Alan. Solo quiero olvidarla. Desafortunadamente, tú eres parte de esa historia, por eso también te olvidaré. Acepto tus disculpas y te deseo lo mejor.

 

No esperé a recibir alguna respuesta por parte de Laura. Simplemente dejé mis documentos y salí del edificio lo más rápido que pude. Una vez afuera, me detuve a reflexionar sobre lo que Laura me había dicho acerca de que Alan se iba del país. En algún momento, había pensado que si él se enteraba de que me iba, intentaría detenerme. Pero al parecer, él había decidido alejarse primero.

 

La revelación me dejó con sentimientos encontrados, pero también con una sensación de liberación. Era hora de seguir adelante y enfocarme en mi propio camino sin dejar que el pasado me detuviera.

 

Llegué a casa después de un largo día, lleno de expectativas y nerviosismo. Al revisar mi correo, encontré una noticia que llenó mi corazón de alegría y emoción. Habían aceptado mi solicitud de beca y mi inscripción para el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Era el momento que tanto había esperado, el momento en el que finalmente podría perseguir mis sueños académicos en una de las instituciones más reconocidas del mundo.

 

El correo decía lo siguiente:

 

\"Estimada Srita. Brown:

 

Nos complace informarle que su solicitud de beca ha sido exitosa. Nos complace otorgarle la beca para estudios de literatura en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Las clases comenzarán en agosto, pero le pedimos que se presente el 5 de julio para su curso de inducción\".

 

Leí las palabras una y otra vez, dejando que la realidad de mi logro se hundiera en mí. No podía contener la emoción que me invadía. Después de tanto esfuerzo y dedicación, finalmente había asegurado mi lugar en una institución de renombre mundial. Era un momento de orgullo y gratitud.

 

Sin embargo, al notar la fecha de inicio del curso de inducción, el 5 de julio, mi alegría se mezcló con un poco de preocupación. Era solo dos días después de mi graduación. Sabía que tendría que tomar decisiones difíciles y hacer sacrificios para perseguir mi sueño. Pero estaba decidida. No había nada que me detuviera en mi país. Era hora de enfrentar nuevos desafíos y abrirme camino en un entorno académico estimulante.

 

La realidad de que mi vida estaba a punto de cambiar drásticamente comenzó a hundirse en mí. Sentí una mezcla de emoción y nerviosismo. Estaba lista para dejar atrás lo conocido y adentrarme en lo desconocido. Sabía que el camino no sería fácil, pero estaba dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en mi camino.

 

Guardé el correo en un lugar especial, como un recordatorio tangible de mi logro y de la nueva etapa que estaba por comenzar. Mi mente comenzó a llenarse de planes y expectativas mientras comenzaba a prepararme para el viaje que me llevaría a una nueva ciudad, a un nuevo ambiente académico y a un mundo de oportunidades.

 

No había duda en mi mente. Estaba decidida a aprovechar al máximo esta oportunidad y hacer realidad mis sueños. Era hora de despedirme de mi país y dar paso a una nueva aventura llena de crecimiento, aprendizaje y nuevas experiencias.

 

Después de medio mes de anticipación, finalmente había llegado el día de mi graduación. Estaba llena de emoción y sentimientos encontrados, ya que sabía que este sería quizás el último día que pasaría junto a Ian y Anabela, mis compañeros de aventuras y confidentes. Nos reunimos antes de la ceremonia, mis padres y mi hermana se encontraban en las gradas del gimnasio, listos para presenciar este importante momento.

 

Sin embargo, en medio de toda la emoción y el bullicio del lugar, un impulso repentino se apoderó de mí. Era uno de esos impulsos que te dicen que debes hacer algo antes de que sea demasiado tarde y te arrepientas.

 

Aprovechando que la ceremonia aún no había comenzado, salí corriendo del gimnasio, vestida con mi toga y birrete, y me dirigí al antiguo salón de clases de Alan. Me detuve frente a la puerta, respiré hondo y empujé la puerta con la esperanza de encontrarlo allí, sentado en su escritorio, sumergido en la lectura de un buen libro, esperando pacientemente a que los alumnos llegaran. Pero al entrar, me di cuenta de que Alan ya no trabajaba allí. El salón estaba vacío y silencioso, sin rastro de su presencia. Acaricié su escritorio, su silla, permitiendo que los recuerdos inundaran mi mente.

 

En ese momento, una lágrima amenazó con rodar por mi mejilla mientras los recuerdos de los momentos compartidos en ese salón volvían a mí. Recordé cómo solía ser la primera en llegar y la última en irme, solo para poder pasar tiempo con él. Recordé las miradas llenas de complicidad que intercambiábamos, comunicándonos sin necesidad de palabras. Pero justo cuando la nostalgia amenazaba con abrumarme, alguien me tocó el hombro, interrumpiendo mis pensamientos.

 

- Siempre la primera en llegar, ¿eh?... Se ve muy vacío ahora, ¿no crees? - dijo Alan, sorprendiéndome con su presencia.

 

Giré rápidamente y allí estaba Alan, vestido con un elegante traje que resaltaba su impecable apariencia. Llevaba puesta la corbata que yo le había regalado, lo cual hizo que mi corazón se acelerara. Hice todo lo posible por contener las ganas de llorar que amenazaban con salir en ese momento.

 

- ¿Qué estás haciendo aquí? - pregunté, tratando de ocultar mi sorpresa y emoción.

 

Alan sonrió, pero pude notar un dejo de tristeza en sus ojos.

 

- Si te refieres a aquí en la escuela, se supone que daré las palabras de despedida para mi primera y única generación. Pero si te refieres a aquí en el salón, creo que he venido a hacer lo mismo que tú.

 

Mis emociones se agitaron aún más al escuchar sus palabras. ¿Acaso él también estaba despidiéndose de los recuerdos que compartimos en este lugar?

 

- ¿Viniste a despedirte? Porque eso es exactamente lo que estoy haciendo. No me estoy despidiendo de un simple salón, me estoy despidiendo de los recuerdos que compartimos aquí - dije, luchando por contener las emociones que amenazaban con desbordarse.

 

Alan tomó mi mano y sentí una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo. Era una sensación familiar y a la vez desconcertante.

 

- No quiero despedirme - dijo Alan con voz suave, mirándome fijamente.

 

Giré mi cabeza, evitando su mirada intensa. Sabía que no podíamos seguir aferrándonos al pasado, pero mi corazón se resistía a dejarlo ir.

 

- Bueno, ¿qué otra opción tenemos? Ninguna... Yo iré a la universidad y tú... - comencé a decir, pero fui interrumpida por Alan.

 

- ¿En qué universidad estudiarás? - preguntó, mostrando un atisbo de interés.

 

Suspiré, sintiendo una mezcla de dolor y resignación.

 

- Creo que eso ya no es tu problema, ya que tú estás por comenzar la tan afamada gira de tu libro, ¿o me equivoco? - respondí, tratando de mantener la distancia emocional entre nosotros.

 

El silencio se apoderó del salón por un momento. Ambos sabíamos que nuestras vidas estaban tomando rumbos diferentes y que era hora de seguir adelante. Pero las emociones seguían latentes, como un hilo invisible que nos unía.

 

Finalmente, Alan rompió el silencio.

 

- ¿Quién te lo dijo? - preguntó Alan,

 

- No importa quién me lo dijo, lo importante es que es verdad, ¿no? - respondí, tratando de ocultar la tristeza que invadía mi voz.

 

Alan asintió, confirmando que la gira de su libro comenzaría al día siguiente.

 

- Entonces tengo razón, esta es nuestra despedida - afirmé, sintiendo un nudo en la garganta.

 

Antes de que pudiera continuar, la voz del anuncio resonó en el salón, interrumpiendo nuestros pensamientos.

 

\"Alumnos de último semestre, reúnanse en el gimnasio. La ceremonia de graduación está por comenzar...\"

 

Sentí un torbellino de emociones dentro de mí. Quería llorar, quería decirle a Alan cuánto lo extrañaba, quería volver atrás y abrazarlo una última vez. Pero en ese momento, la realidad me golpeó. Tenía que irme, no podía permitir que mis sentimientos me detuvieran en este momento tan importante de mi vida.

 

- Tengo que irme, no quiero llegar tarde a mi graduación. Te deseo mucho éxito en tu gira - dije, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con caer. - Y ya no quiero hablar más...

 

Sentí un dolor profundo en mi pecho mientras me alejaba rápidamente del salón. Ignoré las voces que clamaban en mi mente, las ganas de decirle todo lo que sentía, las ansias de regresar y escapar juntos. Decidí ignorarlo todo y seguir adelante.

 

Alan se quedó en el salón, y yo continué avanzando hacia el lugar donde se llevaría a cabo la ceremonia de graduación. Cada paso que daba era un paso hacia mi futuro, pero no pude evitar sentir el peso de lo que dejaba atrás. Sentía una mezcla de amor, tristeza y nostalgia que me acompañaría en este nuevo capítulo de mi vida.

 

Llegué al gimnasio y me uní a Anabela en nuestros asientos reservados. La emoción y el orgullo se reflejaban en los rostros de nuestros seres queridos que ocupaban las gradas. La ceremonia de graduación estaba a punto de comenzar y yo me sentía lista para recibir mi diploma y dar el siguiente paso en mi camino hacia el Instituto Tecnológico de Massachusetts.

 

Desde mi lugar, pude ver a mis padres junto a mi hermana y a Ian, quienes habían sido un apoyo incondicional durante todo el proceso de obtención de la beca. Estaba agradecida por su constante aliento y por estar presentes en este momento tan importante de mi vida. Sabía que al día siguiente, partiría hacia Boston, mientras que Alan comenzaría su gira. Era como si el destino nos llevara por caminos separados, marcando el comienzo de una nueva vida para ambos.

 

La graduación se llevaba a cabo en la tarde y todo estaba cuidadosamente decorado. Me encantaba la atmósfera festiva que se respiraba en el lugar. Era como si estuviera dentro de una de esas películas adolescentes, donde todo estaba adornado en tonos de rosa, desde las flores hasta los manteles. Era un ambiente lleno de alegría y celebración.

 

Finalmente, la ceremonia dio inicio y me encontré inmersa en mi propia graduación. Observé con emoción cómo mis compañeros recibían sus diplomas y esperé pacientemente mi turno. Hubo una pausa después de la primera parte de la entrega de diplomas, y antes de que comenzara la segunda parte, llegó el momento de las \"palabras de despedida\". Fue un momento lleno de reflexiones y buenos deseos por parte de algunos de nuestros profesores y compañeros, quienes compartieron sus experiencias y nos alentaron a perseguir nuestros sueños.

 

En ese instante, sentí una mezcla de emoción y nostalgia. Era el final de una etapa y el comienzo de una nueva. Mientras escuchaba las palabras de despedida.

 

- Hemos sido testigos de muchas generaciones y las palabras de despedida siempre han sido el momento más emotivo de la ceremonia. Este año, tenemos el honor de presentar a un ex maestro de esta escuela, alguien que ha sido el favorito de muchos, el profesor Alan Freeman - anunció el director, provocando un estallido de aplausos por parte de los presentes. Alan había ganado la admiración de muchos y los suspiros de otras. Anabela giró hacia mí, buscando mi reacción, pero decidí no mirarla.

 

Alan tomó el micrófono y comenzó a hablar:

 

- Mis queridos estudiantes:

 

Estoy increíblemente orgulloso de estar aquí con ustedes en este día tan especial de graduación. Es un logro que hemos alcanzado juntos, gracias al esfuerzo y dedicación de cada uno de ustedes. Sea cual sea el camino que elijan seguir a partir de ahora, tengo plena confianza en que serán exitosos en todo lo que se propongan. Pero hoy, no estoy aquí para darles un discurso de despedida común y corriente. Quiero transmitirles un mensaje que va más allá de las palabras, un mensaje sobre el amor.

 

El amor es algo que trasciende las meras palabras. Es importante demostrarlo con acciones, ya que eso marca la diferencia entre lo que decimos y lo que realmente hacemos. Por eso, hoy quiero decirles que nunca dejen escapar el amor. Luchen por él, defiéndanlo con todas sus fuerzas. A veces, algo tan simple como un libro puede unir a las personas, mientras que la falta de unas palabras puede destruirlo. No permitan que los prejuicios de la sociedad los separen. Cada uno de ustedes tiene un potencial inmenso y no importa a dónde los lleve el destino, ya sea Nueva York, Boston o cualquier otro lugar del mundo, siempre esfuércense por ser los mejores.

 

Desde mi posición como profesor, quiero que se lleven la imagen de alguien que siempre estará aquí para escucharlos. No los olvidaré, aunque quisiera hacerlo. Recordaré sus voces, sus preguntas, sus caras. Valoraré cada momento que compartimos juntos aquí. Estoy profundamente agradecido por su confianza y por permitirme ser parte de su crecimiento y aprendizaje.

 

Sé que cometí errores a lo largo de mi tiempo como profesor, y me duele saber que defraudé a algunos de ustedes. Pero por encima de todo, les pido que nunca se arrepientan de nada. Estoy a punto de embarcarme en una nueva aventura, una locura tal vez, pero estoy seguro de que no me arrepentiré. Quiero que recuerden que cada uno de ustedes tiene el poder de escribir su propia historia y de alcanzar sus sueños.

 

En conclusión, quiero felicitarlos de todo corazón por este logro. Son graduados y tienen todo un mundo esperándolos. No olviden nunca el amor, luchen por lo que creen y no dejen que nada ni nadie les impida alcanzar sus metas. Estoy emocionado por ver todo lo que lograrán en el futuro. ¡Felicidades, graduados!

 

El discurso de Alan reflejó su conexión con los estudiantes y transmitió un mensaje inspirador sobre el amor, el valor y la importancia de perseguir los sueños. Fue un momento emotivo y significativo para todos los presentes en la ceremonia de graduación.

 

Alan se retiró del micrófono y un nudo se formó en mi garganta mientras lo escuchaba hablar. Durante todo su discurso, no dejó de mirarme, enviándome indirectas que no supe cómo interpretar. Los recuerdos de nuestro pasado juntos seguían presentes en mi mente, y era difícil dejarlos ir. Pero ahora, era el momento de que mi grupo pasara a recibir sus diplomas.

 

Me encontraba a solo unos pasos de llegar al escenario, pero en la mesa de honor estaba Alan. Todos los momentos compartidos con él inundaron mi mente, recordando cada risa, cada conversación y cada mirada cómplice. Me perdí en mis pensamientos, reflexionando sobre cómo todas las historias tienen su final.

 

Mi optimismo. Los recuerdos de Alan y yo seguirían siendo parte de mi historia, pero ahora era el momento de crear nuevas experiencias y descubrir quién sería en este próximo capítulo de mi Alan se retiró del micrófono y un nudo se formó en mi garganta mientras lo escuchaba hablar. Durante todo su discurso, no dejó de mirarme, enviándome indirectas que no supe cómo interpretar. Los recuerdos de nuestro pasado juntos seguían presentes en mi mente, y era difícil dejarlos ir. Pero ahora, era el momento de que mi grupo pasara a recibir sus diplomas.

 

Me encontraba a solo unos pasos de llegar al escenario, pero en la mesa de honor estaba Alan. Todos los momentos compartidos con él inundaron mi mente, recordando cada risa, cada conversación y cada mirada cómplice. Me perdí en mis pensamientos, reflexionando sobre cómo todas las historias tienen su final.

 

- Brown, Brenda - anunció el director, interrumpiendo mis pensamientos.

 

- ¡Brenda, despierta! Es tu turno - me dijo Anabela, dándome un codazo suavemente para sacarme de mi ensimismamiento.

 

Me di cuenta de que me habían estado llamando y no me había dado cuenta. Era mi turno de subir al escenario.

 

Subí las escaleras con temor y me quedé parada junto al director mientras él hablaba.

 

- Este diploma lleva una mención especial por ser la mejor alumna de esta generación. La joven que tengo aquí a mi lado ha alcanzado el cuadro de honor de esta institución y nos ha llevado a un nivel muy alto. Se ha esforzado por ser la mejor alumna y nos complace otorgarle este reconocimiento por su empeño y dedicación - dijo el director, entregándome una medalla. - Felicitaciones, señorita Brown - añadió, estrechando mi mano. - ¿Le gustaría decir unas palabras? - preguntó, esperando que aceptara el desafío de pronunciar un discurso como alumna de honor.

 

Me quedé en silencio por un momento, los nervios se apoderaron de mí, pero finalmente asentí. Me dieron el micrófono, pero no tenía idea de qué iba a decir. Cerré los ojos por un instante, dejándome llevar por la emoción del momento.

 

Las palabras comenzaron a fluir de mi boca de manera espontánea. Hablé sobre mi gratitud hacia mis profesores y compañeros, sobre el valor del esfuerzo y la dedicación en el camino hacia el éxito. Expresé mi admiración por mis compañeros de graduación y compartí mis esperanzas y sueños para el futuro.

 

A medida que hablaba, sentí cómo la confianza crecía dentro de mí. Me sentí conectada con mis palabras y con cada persona presente en la ceremonia. Hablé desde el corazón, transmitiendo mi gratitud y mi deseo de que todos los graduados persiguieran sus sueños con valentía y determinación.

 

- Queridos compañeros:

 

Quiero comenzar expresando lo emocionada y honrada que me siento al tener la oportunidad de dirigirme a todos ustedes en este momento tan significativo. En nombre de todos los graduados y amigos presentes hoy, quiero compartir algunas palabras con ustedes.

 

Hoy, este acto marca el final de uno de los caminos más importantes que la mayoría de nosotros ha recorrido hasta ahora. Y en este momento de despedida, compartimos una alegría profunda por haber logrado una meta personal que nos propusimos. Pero también nos encontramos con una gran expectativa por lo que vendrá en adelante.

 

Aquí, en estas aulas y pasillos, se quedan grabados innumerables recuerdos. Estos recuerdos nos acompañarán a lo largo de nuestras vidas y nos permitirán reflexionar sobre cuánto hemos cambiado y cuánto hemos aprendido. Todo lo que hemos aprendido aquí no solo nos ha convertido en buenos estudiantes, sino también en mejores personas.

 

Algunos de nosotros hemos encontrado grandes amistades en estos pasillos, mientras que otros han ganado el respeto de sus compañeros. Algunos han descubierto el amor, pero todos y cada uno de nosotros hemos dejado una huella, no solo en esta institución, sino también en nosotros mismos.

 

Quiero enfatizar que cada rincón de esta institución está lleno de recuerdos. Algunos son buenos, otros no tanto, pero todos ellos forman parte de nuestras vidas ahora. No podemos dar un discurso sin agradecer de manera especial a aquellos que han contribuido y han estado a nuestro lado, apoyándonos durante esta etapa de aprendizaje.

 

Sigamos adelante con la confianza de que hemos adquirido las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos que nos esperan en el futuro. Celebremos este logro y recordemos que somos capaces de alcanzar grandes cosas. ¡Felicidades a todos nosotros, graduados!

 

Al terminar mi discurso, todos gritaron, aplaudieron y lanzaron sus birretes al aire en un gesto de celebración y alegría compartida. En este momento, podemos sentir la energía y la emoción que nos une como grupo, como una generación que ha dejado su marca en esta institución.

 

El auditorio se llenó de júbilo y emoción mientras todos celebraban este importante hito en nuestras vidas. Nos miramos unos a otros, sintiendo una profunda conexión y un sentido de orgullo compartido. Estábamos listos para enfrentar el mundo y dejar nuestra huella en él.

 

Después de mi discurso, comencé a saludar de mano a todos los presentes en la mesa de honor. Llegó el momento de pasar con Alan para recibir mi diploma. Por un instante, dudé en darle la mano, sabiendo que nuestra relación era complicada. Sin embargo, decidí hacerlo para evitar cualquier situación incómoda. Alan me entregó el diploma y nuestros ojos se encontraron. En un momento fugaz, pude leer en sus labios las palabras \"te amo\". Las lágrimas brotaron de mis ojos, pero me solté rápidamente de su agarre y me apresuré a bajar del escenario, tratando de evitar que alguien me alcanzara.

 

Anabela se acercó a mí, notando mi estado emocional.

 

- ¿Estás bien, amiga? - preguntó con preocupación.

 

- No, las despedidas siempre me ponen triste - respondí con la voz entrecortada.

 

Ella me abrazó, reconfortándome en ese momento de vulnerabilidad. Regresamos a nuestros lugares, y en ese instante recordé que también me estaba despidiendo de mis amigos. Las lágrimas seguían fluyendo, mezclando la tristeza de las despedidas con la emoción del logro alcanzado.

 

Nunca me habían gustado las despedidas, pero siempre había deseado irme, buscar nuevas oportunidades y desafíos. Sin embargo, en ese momento, comprendí lo difícil que era dejar atrás a las personas que habían sido parte importante de mi vida durante estos años en la escuela.

 

La ceremonia continuó, pero mi mente estaba llena de emociones encontradas. A medida que veía a mis amigos recibir sus diplomas y celebrar sus logros, sentí un profundo agradecimiento por haber compartido esta etapa de mi vida con ellos. Aunque las despedidas eran dolorosas, también eran un recordatorio de los lazos y las experiencias compartidas que siempre llevaría conmigo.

 

Mientras la ceremonia llegaba a su fin, me enfoqué en celebrar los logros de mis compañeros y en disfrutar de los últimos momentos juntos antes de que cada uno tomara su propio camino. Sabía que esta despedida no significaba el final de nuestras amistades, sino el comienzo de una nueva etapa llena de nuevas aventuras y encuentros.

 

Con el corazón lleno de gratitud y melancolía, me preparé para decir adiós a esta etapa de mi vida y dar la bienvenida a un futuro lleno de posibilidades.