Reb Liz

Un Profesor Encantador: Capítulo 65

Capítulo 65: Final Parte 2

 

Narra Brenda

 

La ceremonia de graduación finalmente había llegado a su fin. Entre mis compañeros, se mezclaban lágrimas de alegría, felicitaciones y un dejo de angustia por el final de esta etapa. Yo, por mi parte, trataba de evitar cruzar miradas con Alan, intentando dejar atrás lo que había sucedido entre nosotros en la mesa de honor.

 

A lo lejos, podía ver cómo Alan se acercaba lentamente hacia mí, pero mis padres se adelantaron, felicitándome con entusiasmo. Sin embargo, no pudieron evitar notar que mi alegría no era completa... supongo que habían captado las tensiones entre Alan y yo durante la ceremonia.

 

- ¿Cómo te sientes? - preguntó mi mamá con cautela.

 

- ¿Con respecto a qué? - respondí, tratando de evadir el tema.

 

- Me refiero a Alan - dijo, señalando discretamente hacia él.

 

Suspiré, sabiendo que mis padres no eran fanáticos de hablar sobre mi relación con Alan. Pero esta vez, sentí la necesidad de expresarme.

 

- Sé que ustedes prefieren no discutirlo, y está bien. Pero quiero irme de una vez, necesito preparar mi maleta. Mañana es mi vuelo, ¿recuerdan?

 

Mis padres intercambiaron miradas y asintieron, resignados.

 

- Como tú digas... vamos entonces.

 

Caminamos juntos hacia el auto, evitando mirar a Alan. Me negué a presenciar cualquier interacción final entre nosotros. El último vistazo que tuve de él fue mientras se tomaba fotos con algunos de mis compañeros. Decidí dejarlo así, sin más despedidas ni explicaciones.

 

Antes de subir al auto, me detuve un momento y observé detenidamente mi escuela. Cerré los ojos e intenté capturar en mi memoria cada rincón, cada aula, cada pasillo. Había tantos recuerdos allí, momentos de risas, de aprendizaje, de crecimiento. Era el final de una etapa, pero también el comienzo de nuevas aventuras.

 

Con una mezcla de nostalgia y emoción, me despedí mentalmente de mi escuela y me subí al auto. Estaba lista para dejar atrás esos recuerdos y enfrentar lo que el futuro tenía reservado para mí.

 

Llegué a casa y rápidamente avisé a mis padres que me dirigía a mi habitación para comenzar a empacar mis cosas. Habíamos acordado que los visitaría hasta Navidad, ya que sabía que estudiar me mantendría ocupada y complicaría verlos con frecuencia. Con determinación, empecé a guardar mis pertenencias en múltiples maletas: ropa, libros, CDs, todo lo que había acumulado durante mis años de escuela.

 

De repente, mis ojos se posaron en una caja roja en la esquina de mi habitación. Era la caja que contenía todas las cosas que Alan me había dado a lo largo de nuestra relación. Sentí un nudo en el estómago mientras la tomaba y la abría. Dentro, encontré recuerdos preciosos: cartas de amor, fotografías de momentos especiales y la caja plateada que guardaba el hermoso vestido de novia que él me había regalado.

 

En ese momento, me encontré en una encrucijada emocional. ¿Debería llevar estas cosas conmigo o dejarlas atrás? Por un lado, representaban momentos felices y valiosos de mi vida. Por otro lado, también eran un recordatorio constante de la relación que había llegado a su fin. Tras una reflexión profunda, decidí que no quería cargar con algo que me recordara a él en este nuevo capítulo de mi vida. Con tristeza, volví a colocar todo en la caja y la guardé en lo más profundo de mi armario.

 

Una vez terminé de empacar mis cosas, me dejé caer exhausta en la cama. Sabía que mi vuelo saldría en la madrugada y necesitaba descansar un poco antes de embarcar en esta nueva aventura.

 

Después de unas horas de sueño reparador, fui despertada por el suave toque de mi madre. Era hora de partir. Mi padre, con su siempre presente apoyo, me ayudó a cargar todas las maletas en el auto. Durante el trayecto hacia el aeropuerto, reinaba un silencio tenso. Todos sabíamos que este viaje marcaría un nuevo comienzo en mi vida y que no sería fácil despedirse.

 

Cuando finalmente llegamos al aeropuerto, sentí una mezcla de emoción y nerviosismo. Nunca antes había viajado tan lejos, y mucho menos sola. Miré a mis padres, quienes me transmitieron su confianza y apoyo con una sonrisa. Sabía que aunque estuviera lejos, siempre estarían ahí para mí.

 

Con el corazón lleno de esperanza y determinación, me despedí de mis padres y me adentré en el aeropuerto, lista para enfrentar los desafíos y las oportunidades que me esperaban en este nuevo destino.

 

Llegamos a la sala de espera y decidí aprovechar esos últimos momentos antes de mi vuelo para despejar mi mente. Me sumergí en la lectura, dejando que las palabras me transportaran a otros mundos y me alejaran de la realidad inminente.

 

El tiempo pasó rápidamente y, de repente, llegó el momento crucial. Mi vuelo estaba a punto de partir. Me puse de pie, tomé mi bolsa y comencé a despedirme de mis seres queridos. Primero, me acerqué a mi padre.

 

- Papá, te voy a extrañar muchísimo. Sé que en el pasado nos alejamos y tuvimos nuestras diferencias, pero estoy profundamente agradecida de que hayas trabajado en resolver tus problemas con mamá. Gracias por luchar por nuestra familia y por nunca dejar de apoyarme. Te amo con todo mi corazón y siempre llevaré tus enseñanzas conmigo.

 

Mi padre me abrazó con fuerza, sus ojos reflejaban un cúmulo de emociones.

 

- Cuídate mucho, mi niña. Siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase. Nos costará mucho no tenerte cerca, pero sabemos que esta es una oportunidad única para ti. Ve y persigue tus sueños. Te amamos y estaremos esperándote con los brazos abiertos.

 

Las lágrimas amenazaban con escapar, pero me contuve y me dirigí hacia mi hermana. Nos miramos a los ojos, sabiendo que este momento era agridulce.

 

- Te quiero muchísimo, hermana. Voy a extrañarte muchísimo - le dije sinceramente, dejando que mis sentimientos de amor y nostalgia se reflejaran en mis palabras.

 

- Hermanita, te quiero con todo mi corazón. Me duele pensar en no verte todos los días y no tener nuestras largas charlas nocturnas, pero sé que esto es un nuevo comienzo para ti. Aprovecha esta oportunidad al máximo y nunca dejes de perseguir tus metas. Siempre estaré aquí para ti, sin importar la distancia que nos separe.

 

Nos abrazamos con fuerza, sintiendo cómo nuestras lágrimas se mezclaban en un abrazo cargado de amor y nostalgia.

 

Y entonces, justo antes de seguir despidiéndome, mi mente divagó hacia Alan. Por un instante, me imaginé verlo corriendo por el pasillo del aeropuerto, desesperado por alcanzarme, tratando de luchar una vez más por lo nuestro. Pero rápidamente volví a la realidad. Sabía que era solo una ilusión y que no podía aferrarme a lo que ya no existía.

 

- ¿Te encuentras bien, hija? ¿Olvidaste algo? - preguntó mamá con preocupación.

 

- No, solo estaba convenciéndome de que él no vendrá - respondí con un suspiro.

 

- ¿Estás segura de esto? ¿Estás convencida de que quieres irte? Aún podemos cancelar el boleto y...

 

- No, mamá. No tengo nada que hacer aquí. Además, este siempre ha sido mi sueño - interrumpí, tratando de transmitir seguridad en mis palabras.

 

- Entonces no me queda más que verte partir. Cuídate mucho, cariño...

 

- Gracias por todo, mamá... Te amo y te voy a extrañar - respondí, abrazándola con fuerza antes de avanzar hacia la puerta de embarque.

 

- Los veré en Navidad. Los amo - les dije a mis padres, quienes me despidieron con tristeza.

 

Suspiré, volví a mirarlos por última vez y caminé hacia el avión. Sin embargo, aún tenía la sensación de que Alan estaba presente en mi mente y en mi corazón.

 

El viaje fue largo y decidí mantenerme ocupada para evitar pensar demasiado. Leí libros, vi películas y escuché música durante horas. Finalmente, llegamos a Boston. Estaba emocionada de estar allí y de comenzar a cumplir uno de mis sueños.

 

Al llegar al aeropuerto, nos dirigimos hacia el auto que mis padres habían rentado para llevarme a mi nuevo departamento. Recogí mis maletas, sintiendo la emoción y la incertidumbre mezcladas en mi interior, y el amable chofer se ofreció a ayudarme a cargarlas en el vehículo. Agradecida, acepté su ayuda y juntos colocamos las maletas en el maletero.

 

Mientras nos dirigíamos hacia mi nuevo hogar, aproveché para observar el paisaje que se desplegaba ante mis ojos. Boston, una ciudad llena de historia y oportunidades, se extendía ante mí. Los altos edificios y los monumentos emblemáticos me recordaban que estaba a punto de comenzar una nueva vida en un lugar completamente desconocido.

 

Después de varios minutos de trayecto, llegamos al edificio donde se encontraba mi departamento. Bajamos del auto y el chofer nuevamente se ofreció a ayudarme a llevar las maletas hasta la entrada. Agradecida por su amabilidad, acepté su ayuda una vez más.

 

Subimos por el elevador hasta el quinto piso, donde se encontraba mi nuevo hogar. Mientras el ascensor ascendía, sentía una mezcla de emoción y nerviosismo. Pronto estaría en mi propio espacio, lejos de todo lo conocido, pero lista para enfrentar los desafíos y las oportunidades que me esperaban en esta nueva ciudad.

 

Finalmente, llegamos a la puerta de mi departamento. Agradecí al chofer por su ayuda y él se despidió amablemente. Antes de abrir la puerta, tomé una profunda respiración, recordándome a mí misma que estaba lista para comenzar esta nueva etapa de mi vida.

 

Con manos temblorosas, introduje la llave en la cerradura y giré la perilla. La puerta se abrió lentamente, revelando mi nuevo hogar. Era la primera vez que estaba allí, ya que mis padres se habían encargado de todo el proceso de búsqueda y selección. Miré a mi alrededor, emocionada por descubrir cada rincón y hacer de este lugar mi propio refugio en la gran ciudad.

 

Mientras ingresaba al departamento, mis ojos se posaron en algo que me sorprendió por completo: en una mesa cercana, estaban ambas cajas; la de recuerdos de Alan y la del vestido de novia que había dejado en mi habitación. Me sobresalté al verlas, preguntándome cómo habían llegado allí. ¿Quién las había traído y qué significaba esto para mi nueva vida en Boston? La incertidumbre se apoderó de mí.

 

- ¿Mamá? ¿Papá? ¿Ingrid? ¿Están aquí? - pregunté con ansiedad, sintiendo una mezcla de emociones.

 

- No, pero supongo que yo también puedo cuidar bien de ti - respondió una voz familiar. No podía creerlo, era Alan.

 

Giré lentamente, sintiendo nerviosismo en cada fibra de mi ser, y balbuceé:

 

- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo...? No entiendo nada...

 

- Creo que una madre siempre quiere ver a sus hijos felices, y tu mamá es una de ellas... - dijo Alan, intentando explicarse.

 

- ¿Mi mamá te dijo que estaba aquí? - pregunté, tratando de asimilar la situación.

 

- Mi apariencia devastada la convenció, y tu hermana también me ayudó bastante - respondió Alan.

 

- ¿Mi hermana te ayudó? - pregunté, sorprendida por la revelación.

 

- No pudo soportar ver cómo sufrías, así que decidió investigar por su cuenta. Le conté todo, abrí mi corazón y ella decidió ayudarme. Fue ella quien organizó el encuentro con tu madre, al igual que lo hice con ella. Les dije la verdad, que te amo y que ahora confíen en mí... Y tu papá es un hombre difícil de convencer, pero creo que aún cree que soy un buen chico - explicó Alan, intentando justificar su presencia.

 

- No entiendo nada... Se suponía que estarías en la gira de tu libro. ¿Qué pasó? No puedes renunciar a eso - expresé, sintiendo confusión y preocupación.

 

- Mientras hacía mis maletas para irme, me di cuenta de que en realidad solo estaba tratando de olvidarte, Brenda. Pero pronto me di cuenta de que eso no era lo que realmente quería hacer. No podía imaginarme mi vida sin ti, eras mi todo, mi razón de ser. Fue entonces, ayer antes de la graduación, cuando hablé con tus padres. Eso fue a lo que me refería en mi discurso cuando mencioné que \"estaba a punto de hacer una locura\"... y aquí estoy.

 

La realidad de la situación me golpeó de lleno. Sentí un torbellino de emociones y no podía creer lo que estaba sucediendo. Mi mente estaba en estado de shock y me sentía mareada.

 

- Esto es una locura, estoy en shock, no puedo creer que esto esté sucediendo. Siento que debo estar soñando, estoy mareada - dije, sin poder asimilar la realidad de la situación.

 

- Quizás esto pueda ayudar - dijo Alan, tratando de calmar mi confusión.

 

Sin decir una palabra, Alan tomó suavemente las cosas que llevaba en las manos y me besó. Fue un beso tan esperado, como si hubiera anhelado ese momento durante semanas... Ese beso me hizo sentir que no estaba en un sueño, que esto era real.

 

- Dime que aún me amas - imploró, buscando una confirmación de mis sentimientos.

 

- Te amo, Alan. Nunca dejé de amarte. Y si tú fuiste capaz de renunciar a tu sueño por mí, yo también soy capaz de quedarme contigo - respondí con sinceridad y determinación.

 

- No renuncié a mi sueño, amor. Te lo dije antes y te lo digo ahora, y te lo diré siempre si es necesario: tú eres mi sueño, mi único y más grande sueño.

 

Las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta por la emoción del momento. Solo pude expresar mi gratitud con un simple \"gracias\".

 

- ¿Por qué? - preguntó Alan, buscando comprender mi agradecimiento.

 

- Gracias por no rendirte y luchar por nuestro amor - respondí, con lágrimas de alegría en los ojos.

 

Alan me miró con ternura y agradecimiento, y luego pronunció palabras que tocaron mi corazón.

 

- Gracias a ti, amor, por amarme incondicionalmente, por enseñarme a amar... Sabes, no conocía el amor hasta que te conocí. Yo fui tu profesor, pero tú me enseñaste a amar a mí - dijo, antes de besarme nuevamente.

 

- Te amo - susurré, dejando que mis sentimientos fluyeran libremente.

 

- Te amo - respondió Alan, y nuestros labios se encontraron una vez más en un beso lleno de amor y emoción.

 

Si alguien me hubiera dicho todo lo que viviría en mi último año de preparatoria, no lo hubiera creído. Pero aquí estoy, en Boston, junto a Alan. Hemos pasado por muchas experiencias juntos, tanto buenas como malas, que nos han hecho crecer y nos han demostrado que nuestro amor es verdadero y eterno.

 

Quién hubiera imaginado que estaría enamorada de mi profesor. Y ahora lo confieso: amo a mi Profesor Encantador.

 

F I N