Más de lo mismo. Sigo sin saber que escribir, no por falta de ideas o por falta de sentimiento; ideas hay de sobra ya que es parte de mi naturaleza, sentimiento poseo debido a que albergo humanidad, pero lo que sucede es que no sé a quién le escribo.
En todo este tiempo dejé de escribir ya que me había acostumbrado a escribirte a ti, y por la gracia de la vida y desgracia de la mía, logre redactar mis ultimas palabras, palabras que mis dedos sembraron con tal de florecer a tu vista y que vieras lo que guardaba dentro de ellas, dentro de mi.
Tu visión eran rayos de esperanza y goce que mi mundo recibía en regocijo, pero así como se hace de día en las mañanas, llego el día que se hizo de noche y debí despedir a ese brío que tu luz de esperanza me dejó al estar en espera de algo mejor.
Traté entonces, cada noche, en espera del sol, en tu espera, de escribir mis mil poemas, mi millar de letras y sin acabar de ideas para el día que salieras, contarte cada una de las cosas que soñé en tu ausencia, cada una de las cosas que añoré, así como lo mucho que lloré por tu nula presencia.
Esto no es un poema, pero tiene prosa. Esta es una carta, pero le falta una lectora. Esto no es un adiós, pues dios es perdón y amor, esto es un aldiablo, pues no me perdono amarte demasiado y pretender que he dejado eso de lado.
Quiero una disculpa por lo que hice mal, pero no la merezco, y por no merecerlo he tratando de emendar mi error, he optado por hacer lo mejor, y no por mí, pero si para ti. Ahora te he dejado libre mientras te vea reclusa en mi psique, como reloj de hogar para poder verte al pasar el tiempo, para saber que todo sigue y que nada se ha detenido, pues te amo sin haberte tenido.