Me pides que te escriba más poemas de nuevo
y yo, aparentemente, me escondo en mi sonata
de invierno, ensimismado en noches sin estrellas…
Me encuentro confundido con lo obscuro del mundo
sin saber por qué causa sucede lo que sabes…
Entiendo tu tristeza, tus miedos, tus temores:
no dudes, te lo he dicho, que me tendrás pendiente
cual Lancelot sirviente de sílfides etéreas.
Seré tu cancerbero que guardará las puertas
del mismísimo infierno… No dudes, te lo he dicho…
Ya sabes que soy piedra, resistente a los vientos,
tan débil como un niño, pero por dentro fuerte
como el acero fuerte de un asno argénteo y puro.
No dudes de mi aliento si necesitas aire:
seré como un quijote frente a molinos falsos.
Y aunque perdiera el alma, ajustaré mi yelmo
contra cualquier gigante, lo abatiré implacable
y ofreceré sus restos a tu mirada verde…